viernes, 28 de septiembre de 2007

El Alcázar de la gloria


Y NO PASARON... LOS ROJOS


En mi libro Caudillo figura el testimonio de un veterano capitán del Tercio que estuvo allí como legionario: un testimonio vivísimo de lo que fue aquel momento.

En el Alcázar. (Habla el capitán Trujillo.) No sé si el Generalísimo lo pensó. Seguro que echó sus cuentas antes de dar la orden a Yagüe de coger el camino de Toledo, pero entre su gente nunca hubo dudas: lo primero era salvar a los del Alcázar. Al lado del Caudillo he vivido muchos momentos de esos que sientes en el cuerpo el calambre de la historia. Bueno, pues lo más grande, lo más emocionante fue la toma de Toledo.

Ya teníamos el puesto de mando en Cáceres y, cuando cayó Talavera, entre nosotros no se hablaba de la guerra, así en general, (…) casi sólo se hablaba del Alcázar, y cuando llegaba alguna noticia, inmediatamente se la pasaban. El día que Unión Radio de Madrid comunicó la voladura y dijeron que todo había terminado, ¿sabe used cómo reaccionó?: que nadie hiciera caso, que no se lo creía, que mientras hubiera uno vivo entre las ruinas los rojos no serían capaces de tomar el Alcázar, y por la noche, cuando Unión Radio comentó que las fuerzas leales a la República esetban eliminando los últimos focos rebeldes refugiados a la desesperada entre los escombros, él dijo: “Lo sabía, lo sabía”.

En Talavera tuvimos bastantes bajas y el Caudillo estuvo varias horas con Yagüe estudiando los planos. Al salir del cuartel general dijo que íbamos a ver a Asensio y a Castejón que estaba ya más allá de Talavera, con las vanguardias. Cuando íbamos a volver para Cáceres, dije: “Mi general, yo no puedo perderme lo del Alcázar, déjeme aquí, quiero ser uno de los primeros que lleguen. Además, les hace falta gente.” Y me contestó que bueno, pero sólo hasta que se tomase el Alcázar. Todavía tuvimos que pegar muchos tiros, pero lo conseguí: llegué el dia 27 de septiembre entre los primeros. Los primeros de todos fueron moros, regulares de Tetuán y, detrás, nosotros, la 5ª Bandera, con el capitán Tiede, un alemán que había empezado de legionario cuando yo; creo que antes había sido capitán en la guerra europea y aquí empezó dando el callo de legionario. No le cuento a usted lo que fue aquello; estábamos abrazando a héroes como los que salen en los libros de historia, flacos, roncos, amarillos de humo de la trilita, llorando de emoción, y ¿sabe lo que nos decían?, sólo una cosa, ¡viva España, viva España!, y que éramos cojonudos, ya ve usted, ellos nos decían que los héroes éramos nosotros. Y ¿sabe lo que más nos agradecían?, no se lo va a creer, vaciábamos los macutos, chuscos, sardinas, chorizo, y lo que más celebraban era un pitillo, con qué ansia se lo fumaban; lo otro, la comida, salían corriendo a llevárselo a las mujeres y a los niños y a las monjitas de la enfermería, que estaban a lo suyo, con sus tocas puestas y pensando solamente en los heridos, que había un montón, y de anestesia nada, ni aspirinas tenían: hubo a quien le amputaron un brazo o una pierna sin más anestesia que el aguantoformo; sabe usted lo es eso, ¿no?; pues figúreselo.

Llegó Franco el día 29; todo el mundo lo abrazaba, le lloraban encima, y él les dijo: “¡Héroes gloriosos de España, lo que habéis hecho no lo olvidará la patria!” Abrazaba, se dejaba abrazar, dijo a Moscardó que le daba la Cruz Laureada de San Fernando y repitió varias veces: “La liberación del Alcázar ha sido la maor ambición de toda mi vida: ahora, la guerra está ganada.”

Además, lo del Alcázar fue una lección para todo el mundo; ya no éramos unos rebeldes, éramos el Ejército nacional, el de los héroes, el que luchaba por un ideal, el que merecía ganar la guerra. Y Franco, un caudillo. (A. Palomino, Caudillo, Ed. Planeta, 1992.)

El día número 73

Se ha llegado al Alcázar, pero aún no está conquistada Toledo: Barrón desde fuera y Mizián desde dentro reducen los focos de resistencia. En las calles encuentran grupos de milicianos desorientados, confusos.

Del Diario de Operaciones:

Día 28 de septiembre. Lunes.
A las seis salen del Alcázar la compañía de Regulares y la 5.ª Bandera a ocupar los objetivos designados por su mando, y conforme avanza la mañana van llegando las distintas fracciones de la columna. Sobre las diez entra el general Varela, que recorre todas las dependencias. Un sacerdote que viene con la columna dice misa en los sótanos.
La plana mayor se traslada al hotel Castilla y allí empiezan los trabajos de organización de la capital, en sus distintos aspectos, que después se extenderán a la provincia.
Bajas de este día: tres muertos, seis heridos y un contuso.

La puerta de Capuchinos se abre en las primeras horas del día. La luz de la calle penetra por primera vez en la galería subterránea.

Los milicianos que aún permanecen en algún cuartel de Toledo, o vagan por las calles sin un mando que les diga lo que han de hacer, preguntan a los legionarios si son “los de Mangada”. No se han quedado para resistir, han creído a sus oficiales y a la prensa que dio la noticia de que el mando rojo había abierto las compuertas de la presa del Alberche; según esa inútil y, por los efectos, criminal fantasía las columnas facciosas con sus camiones y su artillería corren arrolladas por las aguas y Mangada persigue a los escasos supervivientes.

Barrón toma por asalto la puerta del Cambrón y ocupa el puente de San Martín, cerrando así la unica salida libre. A partir de ese momento los fugitivos cruzan el río a nado. Pero son muchos los que se lanzan al agua sin saber nadar. Sus cadáveres irán emergiendo, poco a poco, después. En algunos cuarteles de milicias quedan combatientes que no se lo quieren creer: ¡está en la calle la Legión! En el colegio de los maristas huyen por los tejados; al llegar al borde se arrojan al vacío y mueren estrellados contra el suelo. Resisten en el seminario, que será ocupado el día 29 tras el suicidio de los únicos que no huyen; tres hombres que, después de incendiar el edificio, se encierran en un pequeño cuarto y hacen estallar una granada de mano.

Aún crepitan las armas cuando llega Varela. Es el histórico instante, el famoso gesto: Moscardó, enflaquecido, con la barba del asedio, se cuadra ante el general y pronuncia su lacónico:

“Sin novedad en el Alcázar.”

El día siguiente, 29, recibe la misma novedad el general Franco, que cuarenta y ocho horas más tarde —en medio del entusiasmo nacional e internacional por la liberación del Alcázar— es nombrado Generalísimo.

A los héroes del Alcázar, militares, civiles, hombres mujeres y niños, les fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando Colectiva.

Hoy el Alcázar de Toledo está reconstruido. En sus galerías subterráneas, testigos de tanto dolor y abnegación, queda constancia del respeto de numerosas representaciones militares y civiles de todo el mundo. En una cripta descansa el general José Moscardó Ituarte con los suyos: con los que cayeron en la defensa de la fortaleza y con los que han muerto después.

En la catedral de Toledo, en una capilla próxima a la puerta Llana, tiene su altar permanente la Virgen del Alcázar. Es la misma imagen de la Inmaculada Concepción que estaba en la capilla de la Academia y acompañó a los héroes durante el asedio. Cada vez que voy a Toledo me acerco a encenderle unas luces. Siempre encuentro alguna encendida; aún sobreviven héroes de la gesta. Y sus hijos, y sus nietos. Salve Regina…
Ángel Palomino

Nota: Tomado de su libro “Defensa del Alcázar. Una epopeya de nuestro tiempo”, capítulo "Un testigo”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La epopeya del Alcázar, recordada en el blog luso "As afinidades efectivas"