miércoles, 30 de abril de 2008

Testigo de cargo


LA DEMOCRACIA TOTALITARIA

El “pluralismo”, lejos de ser el gran mérito de la modernidad, no fue más que una etapa en su devenir. Funcionó durante unos cien años sencillamente porque en ese momento la Iglesia era fuerte y la modernidad estaba todavía comenzando a recorrer su camino. O sea, que tenían fuerzas y poder parejos.

Al final del siglo XX pasaron dos cosas de gran importancia para el proceso que estamos describiendo: el edificio de los socialismos “reales” se derrumbó estrepitosamente y eso dejó en vacancia a buena parte de la clase intelectual que había puesto sus esperanzas en el modelo, aunque criticara algunos hombres, algunas épocas y algunos detalles.

La segunda cuestión es el crack cultural de la derecha iluminista, que se ha quedado sin referentes de pensamiento y carece, en consecuencia, de ideas que pueda oponer a las de izquierda aunque se hayan impuesto las estructuras que propone en el terreno económico (capitalismo) y en el político (democracia).

Se ha producido, pues, un acercamiento entre ambos sectores del progresismo: los unos (la izquierda) han aceptado el modelo político y económico de los otros (la derecha) y éstos han comprado el discurso cultural íntegro de aquéllos.

Pero, claro, la cosa no termina aquí. La izquierda no renuncia —no puede renunciar— a su vocación absolutista. No puede perder la batalla por la coherencia en beneficio de un pluralismo en el que nunca creyó. Entonces proyecta (y ya comienza a realizar en América Latina) una nueva forma de sociedad ideológicamente unificada: la democracia totalitaria, en la que se cumplen los ritos de la democracia a secas pero tras eso se esconde un dominio cultural total.

Lo políticamente correcto, el pensamiento único, son toscos anticipos de lo que se viene. Dominando el Estado y los medios de difusión (y hay muchas formas de dominarlos y —en el peor de los casos— neutralizarlos) se puede cortar totalmente la palabra a los enemigos y a los adversarios, armar mecanismos (el clientelismo, por ejemplo) para perpetuarse en el poder, pero sobre todo imponer el dogma progresista.

Luego, poco a poco, la sociedad se hará coherente. Se limarán las principales contradicciones y se dejará un limitadísimo margen de libertad. Entonces —y sólo entonces— la modernidad habrá llegado a su esplendor y del mito del pluralismo ya nadie se acordará.
Aníbal D’Angelo Rodríguez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro, conciso y preciso como es su costumbre don Anibal.
Un placer leerlo.
Saludos

Bipennis

__ dijo...

Me pareció muy gracioso que Vargas Llosa hiciera una comentario del mismo orden (seguramente también lee Cabildo). "Vargas Llosa criticó a los Kirchner por tener "corazones de izquierda" y los bolsillos y vestidos de "doña Cristina", de derecha. " Cosas veredes...
La noticia completa en http://www.clarin.com/diario/2009/08/09/um/m-01975133.htm
Como siempre un placer. aunque yo soy de los que preferían las "clases socráticas". Sospecho que hay gente que cree que sabe demasiado...

Álvaro de Erausquin, vecino de Bella vista.