domingo, 12 de abril de 2009

Domingo de Resurrección


LA RESURRECCIÓN
DE LA CARNE


No sólo santifica el Espíritu Santo la Iglesia en cuanto a las almas, sino que por su virtud resucitarán nuestros cuerpos. Romanos, 4, 24: “Creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos, Jesucristo Señor Nuestro”. Y Corintios, 15, 21: “Porque habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos”. Por lo cual creemos, conforme a nuestra fe, en la futura resurrección de los muertos.

Cuatro cosas se pueden considerar acerca de esto:

La primera es la utilidad que proviene de la fe en la resurrección.
La segunda son las cualidades de los resucitados, en cuanto a todos en general.
La tercera, cuáles serán las cualidades de los buenos.
La cuarta, en cuanto a los malos en especial.

Acerca de lo primero debe saberse que de cuatro maneras nos son útiles la fe y la esperanza de la resurrección. En primer lugar, para que desaparezca la tristeza que abrigamos por los muertos. Es ciertamente imposible que el hombre no se duela por la muerte de un ser querido; pero por esperar su resurrección, mucho se modera el dolor de su muerte. I Tesalonicenses, 4, 13: “Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza”.

En segundo lugar, se suprime el temor a la muerte. Porque si el hombre no espera otra vida mejor después de la muerte, indudablemente debe ser muy temida la muerte, y el hombre debería hacer cualquier mal con tal de no tropezar con la muerte. Pero como creemos que hay otra vida mejor, a la cual llegaremos después de la muerte, es claro que nadie debe temer la muerte, ni por temor a la muerte hacer algún mal. Hebreos, 2, 14-15: “para aniquilar por la muerte al señor de la muerte, esto es, al diablo, y libertar a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud”.

En tercer lugar, nos hace solícitos y atentos en hacer el bien. Pues si la vida del hombre fuese tan sólo esta en que vivimos, no habría en los hombres gran aplicación en obrar bien, porque cualquier cosa que hiciesen sería poca cosa por no ser su anhelo por un bien limitado conforme a un tiempo determinado sino por la eternidad. Pero como creemos que, por lo que aquí hacemos, recibiremos los bienes eternos en la resurrección, tratamos de obrar bien. I Corintios, 15, 19: “Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres”.

En cuarto lugar, nos aparta del mal. En efecto, así como la esperanza del premio incita a obrar bien, así también el temor a la pena, que creemos se reserva para los malos, nos aparta del mal. Juan, 5, 29: “Y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; pero los que hayan hecho el mal, para la resurrección de condenación”.

Acerca de lo segundo [las cualidades de los resucitados, en cuanto a todos en general] debemos saber que en cuanto a todos habrá una cuádruple condición. La primera es en cuanto a la identidad de los cuerpos que resucitarán. Porque el mismo cuerpo que ahora es, con su carne y sus huesos resucitará, aunque algunos dijeron que este cuerpo que ahora se corrompe no resucitará, lo cual es contra lo que dice el Apóstol. Pues dice en I Corintios, 15, 53: “En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad”. Y la Sagrada Escritura dice que por el poder de Dios el mismo cuerpo resurgirá a la vida: Job, 19, 26: “De nuevo seré recubierto con mi piel, y con mi carne veré a Dios”.

La segunda condición será en cuanto a la cualidad, porque los cuerpos de los resucitados serán de cualidad distinta de la que ahora son: porque lo mismo en cuanto a los bienaventurados que en cuanto a los malos, los cuerpos serán incorruptibles, porque los buenos estarán siempre en la gloria, y los malos siempre en sus tormentos. I Corintios, 15, 53: “Es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad, y que este ser mortal se revista de inmortalidad”. Y como el cuerpo será incorruptible e inmortal, no habrá uso de alimentos ni de unión sexual. Mateo, 22, 30: “En la resurrección no se tomará ni mujer ni marido, sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo”. Y esto es contra lo que dicen judíos y sarracenos. Job, 7, 10: “No volverá más a su casa”.

La tercera condición es en cuanto a la integridad, porque todos, buenos y malos, resucitarán con toda la integridad que pertenece a la perfección del hombre; así es que no habrá allí ni ciego ni cojo, ni defecto alguno. Dice el Apóstol en I Corintios, 15, 52: “Los muertos resucitarán incorruptibles”, esto es, sin que puedan padecer las actuales corrupciones.

La cuarta condición es en cuanto a la edad, porque todos resucitarán en la edad perfecta, o sea, de treinta y tres o treinta y dos años. La razón de ello es que los que no llegaron a ella no tienen la edad perfecta, y los ancianos la pasaron ya, por lo cual a los jóvenes y a los niños se les agrega los que les falta, y a los ancianos se les restituye. Efesios, 4, 13: “Hasta que lleguemos todos al estado de hombre perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo”.

Acerca de lo tercero [cuáles serán las cualidades de los buenos] debemos saber que en cuanto a los buenos será una gloria especial, porque los santos tendrán cuerpos glorificados en los que habrá una cuádruple condición.

La primera es la claridad: Mateo, 13, 43: “Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre”. La segunda es la impasibilidad: I Corintios, 15, 43: “Se siembra (el cuerpo) en la vileza, y resucitará en la gloria”; Apocalipsis, 21, 4: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gemidos, ni dolor porque el primer estado habrá pasado”. La tercera es la agilidad: Sabiduría, 3, 7: “Los justos resplandecerán, se propagarán como chispas en rastrojo”. La cuarta es la sutileza: I Corintios, 15, 44: “Se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual”: no que sea completamente espíritu, sino que estará totalmente sujeto al espíritu.

Acerca de lo cuarto [en cuanto a los malos en especial] debemos saber que la condición de los condenados será contraria a la condición de los bienaventurados, porque en ellos habrá un castigo eterno, en el cual se dará una cuádruple mala condición. En efecto, sus cuerpos serán oscuros: Isaías, 13, 8: “Son los suyos rostros calcinados”. Además, serán pasibles, aunque nunca se corromperán, porque arderán eternamente en el fuego y nunca serán consumidos: Isaías, 66, 24: “Su gusano no morirá, su fuego no se apagará”. Además, serán pesados, pues sus almas estarán allí como encadenadas: Salmo 149, 8: “Para trabar con grillos a sus reyes”. Además, sus almas y sus cuerpos serán de cierta manera carnales: Joel, I, 17: “Se pudrirán las bestias de carga en sus inmundicias”.

Santo Tomás de Aquino
(Tomado de su “Credo comentado”)

1 comentario:

Walter E. Kurtz dijo...

¡Feliz Pascua de Resurrección!