martes, 4 de agosto de 2009

Cosas de negros


LUGO Y OBAMA

“Hay negros de todos los colores”
(Ramón Doll)

LA REVOLUCIÓN IMPÚDICA

Es del todo manifiesto que en este siglo de jactanciosa presencia satánica, la Santa Iglesia está sufriendo estragos inéditos, deserciones y traiciones.

A más —como una impresionante réplica de la Pasión— abofeteada con blasfemias sacrílegas al Divino Fundador y su Santísima Madre, proferidas desde la misma Tierra Santa. Acude a la memoria el lamento del Sumo Pontífice Paulo VI: “La Iglesia se encuentra en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de autodemolición…” (7 de diciembre de 1968). “Por alguna rendija se ha introducido el humo de Satanás en el templo de Dios…” (29 de junio de 1972).

Aflige ahora en nuestro Continente, desde luego no exento de los achaques, el escándalo del obispo desertor que preside la república hermana del Paraguay; confeso además de antiguos devaneos. Denunciado y descubierto, ha salido a decir con audaz frescura que: “Ante mi pueblo y mi conciencia, manifiesto con la más absoluta honestidad y sentido del deber… que hubo una relación con (una joven mujer)”. Aquélla, por su parte, ha afirmado que el prelado comenzó a seducirla cuando tenía 16 años.

Advierte el periódico, que el religioso es seguidor de la teología de la liberación y líder de una coalición de partidos que mezcló a liberales y socialistas. Y recuerda que ya “la elección (presidencial) del ex obispo se convirtió en un dolor de cabeza para la Santa Sede, que se vio obligada a dar marcha atrás en su sanción y a otorgar por primera vez una dispensa papal, con la concesión de la reducción al estado laico”. Pero el regocijo del enemigo de papel no frena allí; consigna la nota que otro obispo del lugar —su amigo— lo felicitó: “Porque es valiente; reconoce lo que hizo”… Y para colmo de impíos beneplácitos, el artículo está presidido por la imagen del apóstata, revestido con toda la apariencia sacerdotal (cfr. “La Nación” del 14 de abril de 2909).


FINGIMIENTO

La mentira, como su Padre, es sin duda alguna la gran opresora de todos los tiempos. Su dominación actual —en forma descarada o con hipocresía— va asolando todos los lugares y los más diversos órdenes. Así campea con soltura en los escenarios del más alto nivel mundial (del local, las evidencias son demasiado hirientes, para abundar sobre ello).

El presidente de Estados Unidos —que despertara en los imbéciles grandes ilusiones iniciales— en poco tiempo ha superado todas las desagradables sorpresas previsibles. Por de pronto, siguiendo las peores corrientes ideológicas y morales. Pero además desconcertando a los ingenuos espectadores pacifistas. Por un lado, con sus gestos de acercamiento a Cuba y por el otro insistiendo en aplastar a Afganistán. Nada menos. O sea, resucitando el fantasma inasible de Al Qaeda, mientras tiende la mano al macizo comunismo ateo. En tanto que alardea religiosidad y diciéndose cristiano enaltece cualquier tipo de creencias, por encima de la única Fe Verdadera (Desayuno Nacional de la Oración, 5 de febrero de 2009).

Pero allí no ha parado su multifidelidad casi histriónica. En una sorpresiva visita a Irak, dijo a los pobladores que les ha llegado el momento de hacerse cargo de su país. Como puntualizando que se acaba la espontánea y generosa protección norteamericana… de los bombardeos televisados a Bagdag y la invasión masacrando multitudes. Y dirigiéndose a sus soldados los halagó: “Ustedes dieron a los iraquíes la oportunidad de depender de sí mismos como un país democrático. Ése es un logro extraordinario”.

Vale decir que el mandatario que antes objetara el asalto de la región, ha pegado una voltereta con la mayor agilidad. Ahora vendrá la retirada, dijo… pero siempre que puedan estar seguros de la estabilidad en Irak, “de garantizar que no sea refugio seguro de terroristas”… (cfr. “La Nación”, 8 de abril de 2009).

JEOAP

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