jueves, 7 de octubre de 2010

Nuevo Orden

ABORTO.
YES, BWANA
                                                                  
No esperaba que tan pronto nuestros legisladores me dieran la oportunidad de agradecerles por prácticamente darme la nota escrita, necesitando tan sólo cambiar el título.
                           
En efecto, en “La Nación” del 24 de septiembre de 2010, en la primera página, se informa que “por iniciativa del kirchnerismo empieza a tratar el Congreso la legalización del aborto”, y que “se le quiere dar prioridad”, por lo que “el Congreso analizará los proyectos el mes próximo”. A tal punto es el apuro que, como continúa la nota, “el debate pospondrá en la Comisión de Justicia y Asuntos Penales el tratamiento del proyecto de la ley de infanticidio, sancionado recientemente en la Cámara de Diputados”. Es claro que esa iniciativa, que busca bajar las penas a las madres que matan a sus hijos recién nacidos “no es prioritaria”. Esa demora en tratar este último proyecto parece de una lógica abrumadora, ya que el aborto permitirá ahorrar el tiempo de embarazo y el engorro del parto, y además las penas (me refiero en sentido jurídico, naturalmente), a aquellas madres que hayan decidido asesinar a sus hijos.
                               
Debo agradecer también que me hayan resuelto el interrogante de cuál de las órdenes impartidas por el Institute for the Future se cumpliría primero, si ésta o la legalización de las drogas (no repetiré lo dicho en “Adiós a las Armas. Yes, Bwana” y “Matrimonio Gay. Yes, Bwana”, para no caer en monotonía).
                              
Por otra parte, supongo que a los amos los hará muy felices la segura aprobación de esta futura ley, ya que la despoblación de los países no angloparlantes es un caro sueño acariciado largamente por ellos.
                              
Contrariando mi propósito de no repetirme, debo aclarar que el hecho de que hace mucho lo esperan, se pone de manifiesto en el hecho de que ya en 1798, Robert Thomas Malthus, economista, pastor anglicano y miembro de la Compañía de las Indias Orientales británica, proponía en su “Ensayo sobre Principio de Población”, que “las clases bajas deberían limitar voluntariamente su número”, y para lograrlo sugería “métodos positivos”: suprimir a los existentes, y “negativos”: evitar embarazos (alcohol, intoxicaciones, agotamiento), si bien en esa época no se pensaba en el aborto.
                             
Valgan las manifestaciones de dos presidentes de los Estados Unidos —por cierto ambos miembros del Council on Foreing Relations—: Dwight Eisenhower, “Si los habitantes de la tierra se siguen multiplicando al mismo ritmo, no sólo se agudizaría el peligro de revolución, sino que además se produciría una degradación del nivel de vida de todos los pueblos, el nuestro incluido”, y Lindon B. Johnson: “Cinco dólares invertidos contra el crecimiento de la población son más eficaces que 100 invertidos en desarrollo económico”. El príncipe Felipe de Edimburgo aportó lo suyo: “El hombre es un accidente peligroso que perturba el equilibrio de la naturaleza y, por lo tanto, se lo debe limitar o destruir” (“Sydney Times”, 20 de junio de 1980).
                        
Por su parte, Mc George Bundy, condiscípulo de George Bush padre en la Universidad de Yale, y miembro como éste de “Skulls & Bones” (Calaveras y Huesos) la más antigua y prestigiosa de las seis sectas de Yale, de donde salen todos los miembros de la comunidad de gobierno e inteligencia de los Estados Unidos, Consejero de Seguridad Nacional durante las presidencias de Kennedy y Lindon Johnson, invirtió, durante su gestión como presidente de la Fundación Ford (recordamos, en íntima relación con la CIA), y una de las que aportan fondos para Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y el CELS de Horacio Verbitsky, a quien subsidia desde 1981, junto con Amnesty International (es decir, el MI5, la Inteligencia Británica), invirtió cientos de millones de dólares en programas de abienalismo y despoblación de países del llamado Tercer Mundo.
                        
En fin, la lista es larga, pero conviene no olvidar al jamás como se debe alabado Sir Henry Kissinger y su Memorando 200, donde nombra “trece países clave en que los Estados Unidos tienen interés político y estratégico especial que requiere imponer una política de control o reducción de la población”. El Consejo de Seguridad Nacional en 1976 elaboró su “Primer informe anual sobre política demográfica internacional de Estados Unidos” remitido a George Bush padre, entonces director de la CIA. Decía ente otras cosas: “Entre los países menos dedicados a los programas demográficos están la mayoría de los del África, América Latina y Oriente Medio (…) La política demográfica de esas naciones va desde el pronatalismo de algunas hasta la falta de empeño en otras” (…) “El aborto es generalmente aborrecido, y no se favorece la esterilización”.
                       
Para explicarse tamaña aberración enumeran varias causas, entre otras la “falta de percepción de la necesidad de frenar el aumento de la población”. Y para solucionarla se propusieron varias medidas, la ya famosa distribución gratuita de anticonceptivos y preservativos (¿se acuerda de GGG?, considerada insuficiente, por lo que “…los programas demográficos han sido especialmente exitosos cuando los líderes (¿líderes?) han planteado clara, inequívoca y públicamente sus posiciones, al mismo tiempo manteniendo la disciplina verticalmente desde el nivel nacional…”, “…para ver que la política demográfica se cumpla y ejecute bien”.
                     
Decía Hilaire Belloc en “Las Grandes Herejías”: “Con el avance de este nuevo y terrible enemigo contra la Fe y toda esa civilización que la Fe produce está surgiendo no sólo un desprecio hacia la belleza, sino un odio hacia ella, y a éste sigue inevitablemente un desprecio y un odio hacia la virtud”. Y continúa diciendo que “este ataque moderno hacia la Fe es una vuelta al paganismo, que abandonando la luz de su religión ancestral se desliza nuevamente hacia la sombra”, y que “…estamos presenciando una resurrección de la esclavitud, resultado necesario de la negación del libre albedrío”.                           
Ahora le toca el turno a las drogas, lo que seguramente se comentará en un muy próximo artículo titulado “Falopa. Yes, bwana”.
                  
Parecería llegado el momento de buscar un autor para un libro que podría llamarse “La Involución de una Especie”, el que debería publicarse pronto, mientras los humanos conserven la capacidad de leer, y antes de que vuelvan a comunicarse por medio de sonidos guturales.
                  
Luis Antonio Leyro
                                     

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