sábado, 2 de octubre de 2010

Plan K

PATTI
                                  
Hace algún tiempo decíamos que el número cada vez mayor de muertos entre los presos políticos en nuestro país respondía a un “plan sistemático de exterminio” tan claro y evidente como siniestro. El plan dispuesto y avalado por el gobierno K para eliminar a quienes en determinado momento habían enfrentado de alguna manera al terrorismo revolucionario.
       
Los soviets de la época stalinista contaban entre otras muchas atrocidades con el soporte de un médico, el doctor la muerte, que pasaba los días ensayando venenos que fueran difíciles de rastrear para ser utilizados —él mismo los administraba— entre los enemigos del régimen.
        
Los soviets de la época K recurren en cambio a las cárceles criollas no menos pestilentes que el Estado que las controla, pero el fin no difiere, en efecto se trata de matar a los presos políticos que van amontonando en ese submundo de la vergüenza K. Y donde ya no es necesario veneno alguno, porque ahora el método es el abandono.
        
Es que en cierto modo, y aunque Perón haya querido tomar distancia, siguen obedeciendo algunas de sus consignas, como aquella: “al enemigo ni justicia” que cumplen a rajatabla.
          
Han cancelado la cosa juzgada, han hecho retroactiva la ley penal, han borrado indultos ignorando la ley más benigna, han creado delitos, prejuzgado, e inventado tantos falsos testigos como les vino en gana, etc., etc. Es decir han convertido a los juicios en parodias como demostraron, con autoridad, los miembros de la Asociación de Abogados por la Concordia y la Justicia.
         
Pero todo esto con ser demasiado les pareció poco y entonces dispusieron las más  inhumanas condiciones carcelarias, entre las que incluyeron asistencia médica pero, eso si, asistencia como aquella de los GULAG, o de las prisiones cubanas. O sea  el médico en su nuevo rol de  funcionario del estado totalitario, donde ya no trata de curar, sino que en adelante será disciplinado operador del régimen.
           
Aunque, sería inexacto afirmar que estas cosas suceden tan solo por decisión del estado K. La realidad dice que, salvo alguna honrosa excepción personal, el resto de la estructura partidocrática del país consintió  que estas arbitrarias persecuciones y encarcelamientos y parodias judiciales se llevaran a cabo sin la más mínima objeción.
              
No hay dudas tampoco, que la cosa no hubiese llegado a estos extremos sin las otras dos grandes complicidades. La primera y esencial, de la justicia, partícipe hasta la repugnancia en estas atrocidades y luego los medios que dispusieron que esto fuese cosa juzgada y condenada desde el inicio.
             
En estos días  todos hemos visto un ejemplo más de esta denigrante persecución política a la que llaman justicia. Hemos visto llegar en camilla a la sala de audiencias a Luis Patti con quien se han cometido todas y cada una de las aberraciones legales posibles. Patti quien sufrió un grave accidente cerebrovascular y permanece con secuelas no menos graves; fue en su momento juzgado, absuelto, avalado por la justicia para ocupar cargos públicos, elegido diputado, impedido de asumir por el guardián de la democracia —Bonaso— y por fin encarcelado y vuelto a juzgar por las mismas causas, etc., etc. ¡Todas estas aberraciones fueron posibles por la complicidad de buena parte de los llamados diputados opositores!
            
Santo Tomás enseña que la justicia alejada de la misericordia es cruel. Cuanta más crueldad se manifiesta en este caso donde no sólo hay injusticia sino muy claramente venganza y odio.
           
Ya hay más de cien muertos entre los presos políticos del régimen K y ayer Patti, golpeado duramente por la enfermedad, en una escena estremecedora fue brutalmente obligado a ir a los tribunales.
            
Es que no ocultan nada, son las mismas hienas de siempre que al mismo tiempo que  hablan de derechos humanos, en ese momento —una vez más— atentan  bestialmente contra  la vida.
          
Algo debe estar profundamente degradado, algún esencial vínculo con el honor y la dignidad humana se quebraron en la sociedad argentina, como para permitirnos asistir a ese instante horroroso sin, por lo menos, gritar; o para que contemos los muertos sin detenernos e inclinar la cabeza.
            
Próximo a su fin Wilde escribió aquello de “Donde hay dolor, es lugar sagrado”, los argentinos hemos violado ese lugar  de casi todas las maneras imaginables, pero como decía Belgrano después de la derrota: nos queda la justicia de la causa y la bandera… y no abandono su puesto.
           
Es tiempo de rebelarse, podríamos comenzar hoy 29 de setiembre, rogándole a San Miguel Arcángel en su día “defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad…”
                 
Miguel De Lorenzo
              

1 comentario:

Anónimo dijo...

...y asechanzas de los k, reprimele Dios pedimos suplicantes y tu principe de la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a los k y cia., que andan dispersoso por la argentina para la perdiciòn de la naciòn. amen.