miércoles, 12 de enero de 2011

De pluma ajena

EL GENOCIDIO DE NAGYDOBRONY
         
           
Nagydobrony era una pequeña ciudad húngara de 5.200 habitantes, en la Rutenia subcarpática, región que el Tratado de Trianon de 1920 entregó a Checoeslovaquia y que en 1945 fue anexada por la U.R.S.S., aumentada con la mejor parte del condado de Berzeg —de población exclusivamente húngara— al que pertenecía Nagydobrony.
           
El 17 de julio de 1946, las autoridades soviéticas exigieron la entrega de la totalidad de la cosecha, a lo que se negaron los habitantes de Nagydobrony, ya que habían entregado todas las reservas. Moscú de paso quería aprovechar para obligar a los campesinos a adherirse a la granja colectiva local.
               
Sólo algunos habitantes, por temor a las represalias, obedecieron la orden. Su trigo fue incendiado de inmediato por los otros campesinos.
             
La reacción no se hizo esperar: un batallón soviético rodeó la ciudad rebelde, mientras la aviación comenzó a arrojar sobre ella bombas de fósforo, análogas a las utilizadas por el mantecoso criminal de guerra Winston Churchill para bombardear Dresde, Hamburgo y otras ciudades alemanas.
             
Reproducimos aquí el relato de uno de los pocos testigos:
               
“Nagydobrony está ardiendo. No se puede escapar a las bombas de fósforo. Todo arde. El agua aviva el fuego del fósforo. Te atrapa la pierna —yo lo he visto— y los huesos se prenden fuego, arden cada vez más… Si los rociamos con agua, el fósforo libera el oxígeno del agua y el fuego retoma vigor. El hierro, el acero se derriten como un calor líquido sobre nosotros. Las piedras, el basalto y las rocas explotan en polvo ardiente debajo nuestro…”
             
Fueron arrojadas también bombas explosivas sobre las granjas, que se derrumbaron sobre aquéllos que habían buscado refugio en ellas. Numerosos habitantes murieron asfixiados. Algunos trataron de salvarse bajando a los pozos o sumergiéndose en algunos pantanos.
            
Pero pronto ya no se movió más nada… Tan sólo quedaron nueve sobrevivientes, gravemente quemados, que se esforzaron por alcanzar aún así la frontera húngara, lo cual lograron gracias a un teniente de frontera que pagó con su vida esta ayuda.
          
Se puso precio a la cabeza de los fugitivos. Cada intendente de las localidades vecinas fue obligado a colocar un aviso donde se ofrecía una recompensa de 50.000 rublos por ellos.
                
Hasta el último obispo y demás religiosos de la Rutenia subcarpática fueron deportados, y nunca más se tuvieron noticias de ellos.
             
El ganado que había escapado, por orden militar, tuvo que ser devuelto al territorio controlado.
             
Inclusive, se llegó a efectuar una parodia de censo, y de acuerdo a él, serían deportados tantos húngaros como animales faltasen.
           
Todos los habitantes de los pueblos vecinos contribuyeron así a satisfacer las exigencias del ocupante. Fueron reunidos, y el comandante militar les hizo saber que la destrucción de Nagydobrony debía servir de lección para todos los que tuviesen ganas de rebelarse, pues sufrirían de inmediato la misma suerte.
           
Consumado este verdadero genocidio, en pleno tiempo de paz —a más de un año de finalizada la Segunda Guerra Mundial— las autoridades hicieron sembrar mijo —cereal de rápido crecimiento— en lo que había sido Nagydobrony. Incluso el mismo nombre de la ciudad desapareció de los documentos oficiales y de los mapas.
                  
Hoy se habla de Oradour-sur-Glane, en Francia. Se recuerda a Lídice, ciudad checa que cuenta con un monumento, una película, y hasta un barco bautizado con su nombre. Pero, ¿quién recuerda a Nagydobrony? Muchos húngaros ya olvidaron su existencia.
               
No olvidemos nosotros los crímenes del comunismo.
            
Tomado de: “El Ataque”, año 1, nº 3, abril de 1998
                 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

LA VERDAD OS HARÁ LIBRES...

Es IMPRESCINDIBLE leer: Los Crímenes de los "Buenos" de Joaquín Bochaca y El Holocausto bajo la Lupa de Jürgen Graf.

CabildoAbierto dijo...

Muchas gracias por el aporte. También hay que mencionar a “Derrota mundial”, de Salvador Borrego.
Y algún camarada más seguramente ampliará este listado.

Anónimo dijo...

Recomiendo la monumental obra de Luis Marschalko "Los conquistadores del Mundo", leyendo este te enteras de lo "humanistas" que son los que singuen considerandose pueblo elegido....
Esteban

Fernando José dijo...

Uno mas, y fueron mas de mil, de los crímenes de los "buenos". Seguramente concretado por algún Comisario Político como los que tenemos tantos en Argentina.

Y también para perpetrar el abominable crimen deben haber invocado los derechos humanos. Por supuesto los de los verdaderos vencedores de la GMII.

Aquí todavía no utilizaron las bombas de fósforo, si el gelamón y la amonita (Recordar a Paula Lambruschini y tantas otras victimas). Es cuestión de darles un poco mas de tiempo e impunidad. Menos a ser gente decente y normal a todo se atreven.

Anónimo dijo...

También, es IMPORTANTÍSIMO leer:

1) Supremacismo judío de David Duke.
2) El Holocausto a Debate de Enrique Aynat.
3) Pruebas contra el Holocausto de David Irving.
4) ¿Absolución para Hitler? de Gerd Honsik.
5) Nuremberg o la Tierra Prometida de Maurice Bardèche.
6) La Mentira de Ulises de Paul Rassinier.
7) ¿Quién era Goebbels? de Wilfred von Oven.

Y MUCHOS MÁS.

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