miércoles, 26 de enero de 2011

La ira de Dios

EL PADRE AGUIRRE CONTINÚA
SU PRÉDICA DE CONFUSIÓN
        
          
El  martes 25 de enero de 2011 el citado sacerdote publicó un artículo en “La Voz del Interior” cuya lectura puede provocar dudas en los católicos con respecto a cuando comienza la existencia de las personas. En efecto, sostiene:
         
1) Que las autoridades eclesiásticas no deben “afirmar que Dios infunde el alma espiritual racional para ser persona en el instante de la concepción”.
     
2) Que Pío XII en su encíclica “Humani generis”, “no afirma el momento de tal infusión, ya que el mismo Tomás de Aquino opinaba que «podría ser cuando el feto tuviera forma humana», es decir, probablemente, desde la implantación del embrión”.
    
3) “El Papa actual sólo recomienda que se trate al embrión como si ya fuera persona, en forma pedagógicamente tutelar” (no cita la fuente).
         
Tenemos derecho a deducir que el Padre Aguirre actúa de mala fe, pues omite mencionar el último documento de las autoridades eclesiásticas sobre bioética, que es la Instrucción “Dignitas personae”, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que fuera aprobado expresamente por Benedicto XVI el 20 de junio de 2008.

En el documento mencionado se define con precisión el tema que analiza el Padre Aguirre:
       
“El cuerpo de un ser humano, desde los primeros estadios de su existencia, no se puede reducir al conjunto de sus células. El cuerpo embrionario se desarrolla progresivamente según un «programa» bien definido y con un fin propio, que se manifiesta con el nacimiento de cada niño.
“Conviene aquí recordar el criterio ético fundamental expresado en la Instrucción Donum vitæ para valorar las cuestiones morales en relación a las intervenciones sobre el embrión humano: «El fruto de la generación humana desde el primer momento de su existencia, es decir, desde la constitución del cigoto, exige el respeto incondicionado, que es moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida»”.
        
“Esta afirmación de carácter ético, que la misma razón puede reconocer como verdadera y conforme a la ley moral natural, debería estar en los fundamentos de todo orden jurídico. Presupone, en efecto, una verdad de carácter ontológico, en virtud de cuanto la mencionada Instrucción ha puesto en evidencia acerca de la continuidad del desarrollo del ser humano, teniendo en cuenta los sólidos aportes del campo científico.
“Si la Instrucción «Donum vitæ» no definió que el embrión es una persona, lo hizo para no pronunciarse explícitamente sobre una cuestión de índole filosófica. Sin embargo, puso de relieve que existe un nexo intrínseco entre la dimensión ontológica y el valor específico de todo ser humano. Aunque la presencia de un alma espiritual no se puede reconocer a partir de la observación de ningún dato experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen «una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?». En efecto, la realidad del ser humano, a través de toda su vida, antes y después del nacimiento, no permite que se le atribuya ni un cambio de naturaleza ni una gradación de valor moral, pues muestra una plena cualificación antropológica y ética. El embrión humano, por lo tanto, tiene desde el principio la dignidad propia de la persona”.

         
Es de lamentar que los sacerdotes de Córdoba puedan contradecir públicamente la doctrina católica, sin que las autoridades eclasiásticas adopten ninguna medida al respecto, o, al menos, aclaren a los fieles la recta doctrina.
     

Mario Meneghini
Córdoba, enero de 2011
        

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