jueves, 31 de marzo de 2011

Vidas execrables

                
                    
LAS LLORONAS DE ALFONSÍN
    
    
Sabrá el lector amigo, y aún el que no lo es, todo lo que hemos dicho sobre el gobierno y la persona de Raúl Alfonsín en esos ominosos años que lo tuvieron como presidente o como protagonista principal de la política argentina.
    
Las páginas de “Cabildo” son, al respecto, un testigo insobornable y minucioso de la perversión de aquella época y de aquel hombre funestísimo.
    
Sería ocioso hacer ahora una lista de sus muchas calamidades. Pero nadie en su sano juicio puede olvidar que Alfonsín fue miembro de la Internacional Socialista y abogado defensor de Santucho, ejecutor de una política gramsciana explícitamente anticatólica, y defensor de todos los postulados de la cultura de la muerte, empezando por el divorcio vincular que logró convertir en ley, aclarando expresamente que lo hacía para “meterle una cuña a la Iglesia”, esto es, por odium Christi.
    
Denostador de la guerra justa de Malvinas, cuyo festejo prohibió  y de cuya derrota se valió para encumbrarse; socio y cómplice de la hez liberal-judeo-marxista a la que instaló omnipoderosa, conformando una verdadera sinagoga radical; genuflexo ante los plutócratas nativos y extranjeros, no hubo acción concreta contra Dios y contra la Patria, contra la Verdad y contra el Bien, que no lo tuviera por causa eficiente.
    
No faltaron incluso, bajo su mandato, hechos y sujetos de declarada inspiración satánica, manifestándose impunemente con todo el respaldo oficial.  El llamado destape pornográfico lo tuvo entre sus promotores más insanos. El cercenamiento territorial y soberano lo contó como artífice.
    
Si lo principal, el Reino de Dios y su Justicia, fue profanado a sabiendas por este hombre ruin, tampoco resolvió la añadidura, pues el país se hundió en la demencia de la hiperinflación, viéndose obligado a renunciar y a fugarse del gobierno medio año antes de cumplir su mandato.
    
De ninguno de sus múltiples daños se arrepintió públicamente, como correspondía hacerlo a quien públicamente causó tanto mal. No hubo jamás un sólo gesto público que nos induzca a pensar que la genuina metanoia cristiana le había ganado el alma, ni mucho menos hubo un solo gesto público de alcance rectificador y reparador por tanto agravio infligido a la Fe y a la Nación.
    
Y si es cierto que le pidió a Laguna que le administrara la Extremaunción, más parece el pedido la ratificación de su religiosismo krausista y gnóstico, que el querer asegurarse el  verdadero tránsito al cielo.
    
Nadie de auténtica fe católica le puede pedir a un reconocido heresiarca que le administre los últimos óleos.
    
Ni habrá varón digno que acuda a prelado indigno en sus postrimerías, habiendo para elegir sacerdotes íntegros en la verdadera Iglesia. Todo huele a parodia; excepto, claro, la misericordia del Altísimo, que puede volver de carne hasta el más duro corazón de piedra.
    
Tras su muerte, y como era previsible, la Masonería le rindió homenaje, con comunicados oficiales y sentidos obituarios. Circularon por doquier, de modo que no es el caso probar el aserto sino sencillamente recordarlo.
    
El resto fue el show siniestro que todos padecimos durante tres días y que a nadie puede sorprender. Elevado al procerato y al rango cuasifaraónico de deidad cívica, compitieron en decir sandeces sobre su cadáver, los políticos todos, los medios íntegros, y el ciudadano corriente, víctima de la desmemoria, de la sensiblería y de la ignorancia.
    
Pero no sería ésta la burla mayor que sacudiría nuestra ya fogueada indignación, ni el dolor más hondo infligido por los mendaces apologistas del muerto. Faltaba lo peor.
    
El malvado recibió el elogio de la Jerarquía Eclesiástica —por boca de Monseñor Arancedo— en una solemne Misa de cuerpo presente.  Veintidós Obispos concelebraron en Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán, otra Santa Misa por su alma, reconociéndolo “por lo que hizo y por lo que sufrió”; la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina, le rindió su agradecido tributo y homenaje; un telegrama del Vaticano lo llamó “hombre de altas miras”, y  para servir de remate a tanta desmesura y falacia, Monseñor Estanislao Karlic trazó un largo, cálido y completo panegírico trespunteado en el que le agradeció “su servicio de hermano mayor” (cfr. “El Diario”, Paraná, 4 de abril de 2009).
    
Según Karlic, en el precitado periódico, hay que recordar a Alfonsín “con mucho agradecimiento”, “con mucho respeto y con mucho afecto”, puesto que —entre otras cosas— “fue un hombre que empezó a recitar su fe recitando el preámbulo de la Constitución, y poniendo a Dios como fuente de toda razón y justicia”.
    
Nosotros creíamos que la Fe estaba contenida en el Credo, y que recitándolo se recitaba aquélla; como creemos recordar también —muy nítidamente— que aquel preámbulo voceado con insistencia por el occiso, era intencional y abruptamente cortado precisamente en la parte en la cual el mismo menciona a Dios como “fuente de toda razón y justicia”.
    
Pero ahora sabemos, Karlic mediante, que este Hermano Mayor era un paradigma de conducta, y que las chafalonías alberdianas de 1853 valen más que el Symbolo de Nicea.
    
¡Ay, Cardenal Karllic, tan cerca siempre de la masonería y tan lejos de Cristo Rey!; y ¡ay! del rebaño, cuántas veces perseguido y ultrajado otrora por quien acaba de morir, cuántas veces alzado en buen combate contra sus acechanzas, y recibiendo ahora la insidiosa burla de ver al persecutor encomiado.
    
Dios perdone a Alfonsín sus perrerías diabólicas, que fueron muchas, gruesas y de efectos negros, todavía impagos y vigentes. Le sirvan las Misas y las preces para mover la compasión del Padre. Dios perdone asimismo a esta clerecía escuálida de agallas, preñada de felonías cuanto huera de rectitud doctrinal.
    
Y Dios perdone, al fin, al puñado de clericalistas a quienes encima tenemos que soportar que nos reprochen el que nos toque la pesada tarea de hablar sí, sí; no, no de lo que acontece en la Iglesia. Dolor tras los dolores, no diremos al menos que el Señor no nos escucha cuando le pedimos la gracia de vivir intensamente la Cuaresma.
    
Antonio Caponnetto

Nota: Este artículo apareció en “Cabildo” nº 80, tercera época, año IX, de marzo-abril 2009.
                      

martes, 29 de marzo de 2011

Diálogos (IM)pertinentes

LAS SOCIEDADES ACTUALES
             
                 
El Discípulo: Maestro, leo en “Apostar por la muerte”, el libro de Vittorio Messori que Usted me recomendó…
          
El Maestro: Advirtiéndote que es más bien un libro para viejos. Como lo es el también recomendable “32 de Diciembre” de José María Cabodevilla. Ambos editados por la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos), meritoria empresa.
             
El Discípulo: Lo abordé recordando su advertencia y en efecto veo que tengo que hacer un esfuerzo para interesarme en el tema del libro…
              
El Maestro: Que es la muerte y las postrimerías. Mientras que los viejos no necesitamos hacer ese esfuerzo. Para nosotros la muerte está siempre presente en el pensamiento, como una novia en la juventud.

El Discípulo: Bueno, leyendo el libro de Messori me tropiezo con este párrafo, que le leo: “La realidad es la de sociedades que se distinguen por la prepotencia de ideologías no cristianas. Quien se asoma a la vida, quien no tiene ninguna experiencia y está, por tanto, desarmado por completo, bien difícilmente (desde el punto de vista humano, se entiende) puede hacer frente a esa violencia; porque, además, frecuentemente ésta se esconde tras apariencias deslumbrantes y apetecibles. Sólo después de haber desenvuelto los muchos papeles dorados que envuelven el paquete, se puede descubrir la serpiente que contiene”. Y luego, unas líneas más adelante: “Ahora, para la mayoría, la frágil plantita de la fe, aun cuando prenda, es sofocada a menudo por el incesante bombardeo de señales y de llamadas contrarias”. Me pareció una excelente descripción del mundo que tenemos que afrontar los jóvenes…

El Maestro: A quienes está obviamente dirigida la advertencia: “Quien se asoma a la vida, quien no tiene ninguna experiencia…” Observá que la primera frase se refiere al que es simplemente joven. Una cuestión de cronología. Pero en la segunda, “quien no tiene ninguna experiencia”, ya está hablando de otra cosa. De los jóvenes de hoy que, por haber roto con la tradición, son páginas en blanco, sin ningún principio ni fundamento. En cambio, el muchacho que ha crecido en un buen hogar cristiano sí tiene experiencia. La de sus mayores, que él ha recibido por tradición.

El Discípulo: Maestro, no había llegado a notar esa distinción, que establece una diferencia en las reacciones y los resultados de esa “prepotencia” de la que habla Messori.

El Maestro: Por cierto, pero por lo pronto conviene hacer notar que todos, jóvenes sin formación, jóvenes de buenos hogares cristianos y hombres maduros, todos sin excepción estamos sometidos al bombardeo de señales anticristianas.

El Discípulo: Hasta tal punto que uno se pregunta si todo eso no procede de un plan, de un designio…

El Maestro: Sí, los famosos “Protocolos de los Sabios de Sión” que describirían un ataque concertado contra la sociedad cristiana…

El Discípulo: Maestro, lo dice Usted con un tono que denota poco entusiasmo por esa explicación.

El Maestro: En efecto, más allá de la polémica sobre su autenticidad, me cuesta creer que los autores de un plan que denotaría una  extremada inteligencia cometieran el ingenuo error de ponerlo por escrito.  De todas maneras, “se non è vero, e ben trovato”, es decir que las cosas, sin duda, suceden “como si” hubiera una conspiración.  Pero yo creo más bien en la teología, la filosofía y la sociología…

El Discípulo: No entiendo, Maestro.

El Maestro: Claro, creo en análisis basados en una buena teología, una buena filosofía y una buena sociología, que muestran las fuerzas presentes en el mundo de hoy, fuerzas que actúan sin necesidad de conspiraciones.

El Discípulo: Me asombra la inclusión, entre las claves de comprensión, de la sociología.

El Maestro: Sí, no es común entre nosotros, los católicos tradicionales, utilizar la sociología. O por lo menos confesarlo, pues hay más de uno que hace sociología sin decirlo. Mira, la sociología es una forma de pensamiento de valor menor que la filosofía. Se propone sólo mostrar cómo funcionan las cosas y no tanto lo que estas son. Pero eso no quiere decir que sea mala per se. Puede utilizarse con mucho provecho, especialmente porque es el modo de pensar moderno, que permite dar la impresión de que se escapa a la cuestión de la verdad. Como en las ciencias duras, los resultados se obtienen por descripción más que por análisis.

El Discípulo: Pero, Maestro, eso ¿no abre la puerta al macaneo superficial?

El Maestro: Por cierto.  Y por eso tanta sociología cabe en su definición como “sistematización de lo obvio”. Pero eso no condena toda sociología sino que muestra los límites hasta donde puede llegar e impone un gran cuidado al usarla. Pero —insisto— es un lenguaje con el que se puede llegar a los incrédulos de estos siglos.
                    
                  
EL EXILIO INTERIOR                    
                                
El Discípulo: Bien, volvamos al principio, Maestro. A la situación de los cristianos —especialmente los jóvenes— en el mundo actual.

El Maestro: En efecto, el párrafo de Messori es una buena introducción a ese tema.  Vivimos en una sociedad que nos bombardea diariamente con miles de mensajes dirigidos directamente a destruir nuestra fe. En algunos casos, de manera explícita, es decir denigrando la doctrina y su encarnación en la Iglesia. En otros pintando como si fueran cosas  maravillosas  la falta de ley, de respeto y de fundamentos del mundo actual. Como dice Messori, para captar lo que todo eso significa hay que desenvolver los papeles dorados que envuelven el paquete.

El Discípulo: Bien, Maestro, pero por un poco de egoísmo me interesa por sobre todo de lo que pasa con la gente joven que sale de la protección de su hogar (y a veces, de una buena escuela) y se enfrenta con el mundo moderno tal como es, recibiendo esos mensajes destructivos de la Universidad que frecuenta (aunque a veces lleve el nombre de “católica”), de los medios de difusión y —lo peor— de sus mismos contemporáneos, los compañeros de la facultad y el trabajo.
                                    
El Maestro: Coincidendo contigo, esos jóvenes con una buena formación son, además, los que recibirán nuestras palabras, pues son los que leen “Cabildo”.

El Discípulo: ¡Exacto!  ¿Podremos decirles algo que les resulte útil?

El Maestro: Trataremos de hacerlo. Lo primero será nuestra solidaridad, nuestra comprensión de su tragedia…

El Discípulo: ¿“Tragedia”?

El Maestro: ¿Te parece exagerado? A mí me parece que falta una palabra adecuada para calificar la situación de alguien que se ve obligado a vivir en exilio interior, a vivir de una manera que significa rechazar el  noventa por ciento de los mensajes que recibe de su sociedad. Esta es una situación que no conoce antecedentes. Seguramente en todas las épocas ha habido personas que se sentían incómodas en su sociedad, pero se trataba de casos individuales, de tragedias —quizás—, pero de tragedias personales. Nunca ha habido tanta gente que para sobrevivir haya tenido que abroquelarse en una celda virtual de monje.

El Discípulo: ¿“Para sobrevivir”? Pero por ahora no matan a nadie por no comulgar con los dogmas de la religión moderna.

El Maestro: No, pero la fuerza de la presión que el mundo moderno ejerce sobre cada persona no puede compararse con ninguna otra. Esa fuerza está dada por instrumentos de persuasión infinitamente más poderosos que los que antes existían. Nunca ninguna religión consiguió que sus fieles dedicaran cuatro horas diarias a escuchar sus mensajes. Pero esa es la cantidad de horas que millones de personas pasan diariamente frente al televisor.

El Discípulo: Bueno, pero no todas esas horas son de adoctrinamiento. También hay publicidad, entretenimiento, otras cosas…

El Maestro: Error, querido discípulo. La televisión (y los medios masivos en general) usa estos cuatro métodos: información (un noticiero), incitación (publicidad), opinión (una “mesa redonda”) y diversión (Tinelli). En los cuatro, todo es mensaje, todo tiende a conformar al espectador a imagen y semejanza del medio. No es que “el mensaje es el medio”. La realidad es que el espectador termina siendo lo que es el mensaje del medio. Veamos cada una de las formas del mensaje. La información es selectiva, insiste y destaca todo lo que afirma la mentalidad moderna. En cuanto a la incitación, es incitación al consumo, es decir a colocar en el centro de la vida el tener como fuente de realización y felicidad.

El Discípulo: Pero en las mesas redondas se oye de todo.

El Maestro: Esas mesas no son “redondas” por casualidad. No tienen cabecera. Todas son presentadas como opiniones equivalentes y el propósito no es llegar a establecer una verdad, sino que cada cual pueda opinar. Un cura, un rabino,  una prostituta y un afinador de pianos. Todos los cuales hablan como si supieran del tema que se debate. No te dejes engañar porque de vez en cuando se pueda oír una voz sensata. Son “accidentes” en el sistema, cuya función esencial es hacer que todo sea cuestión opinable.

El Discípulo: No lo había advertido.

El Maestro: Todos los que hacen esos programas coinciden con ese propósito esencial. Lo malo es que hay gente amiga que se presta al juego y sale siempre lamentándose. En cinco minutos no se puede decir nada importante sobre ningún tema. Y menos cuando tu “opinión” va a quedar enredada entre mil hileras de palabras tendientes a confundir.

El Discípulo: Queda lo que Usted llama “diversión”.
                   
 El Maestro: Que es la frutilla de este postre. Tiene mil formas, pero responde a no más de media decena de estereotipos: el primero es el de la pornografía, por eso lo elegimos a Tinelli para ejemplificarlo. Pero la pornografía, como es fácil darse cuenta, no es sólo —ni siquiera principalmente— “diversión”. Lleva un mensaje profundísimo e importantísimo. Es la banalización del sexo, su conversión en una actividad lúdica.

El Discípulo: Darle mucha más importancia de la que tiene.

El Maestro: ¡No! Darle mucha menos importancia de la que tiene. Esta “diversión” le da al sexo mucho más tiempo del que le corresponde en el panorama de una vida en verdad humana. Pero le quita toda su importancia, lo convierte en un objeto de consumo como un auto último modelo o un jabón de tocador. Para qué decir lo que hace con la mujer. Es la única partecita en que es razonable el discurso de las feministas. No hay cultura más denigratoria e injuriosa para la mujer que la del capitalismo tardío. No hacen falta muchas pruebas: basta mirar un día de televisión o contemplar con atención un quiosco de revistas. Decir que la mujer ha sido convertida en un objeto de consumo ya es muy poco decir. Hay que agregar que los objetos de consumo tienen un triste destino inexorable: se gastan, envejecen a velocidad supersónica. La mujer ha corrido el destino del sexo: se ha banalizado, ha permitido comprobar que su anatomía es monótona y ha producido una fatiga impensada. Todas las estadísticas muestran esa actitud de saturación y de cansancio. El sexo, la mujer, están en todos lados, pero mucho menos que antes en la atención del hombre, que sufre una verdadera sobredosis de sexo.

El Discípulo: ¿Y el resto de la diversión?

El Maestro: Participa de los caracteres de la pornografía. Alguna vez he citado un libro de Neill Postman, cuyo título es ya todo un hallazgo: “Amusing ourselves into death”, divirtiéndonos hasta la muerte. En él, Postman muestra a la “diversión” como el elemento de formación de las almas modernas que es. De deformación, habría que decir. Un niño que ha sido sometido desde la más temprana infancia a un régimen de cuatro horas de televisión tiene, en el mejor de los casos, zonas muertas en su espíritu. Ya sólo percibe sensaciones. La Verdad ya no significa nada para él. Aquí viene al caso citar lo de Solyenitsin, el formidable escritor que ha muerto hace un tiempo: “el derecho que tiene el hombre a no saber, el derecho a que no llenen su alma creada por Dios con chismes, habladurías y futilidades”.  Cuando en una sociedad el tema del día es la Tota Santillán y Wanda Nara, hay algo que anda profundamente mal.

El Discípulo: Maestro, lo que no entiendo es cómo, un discurso tan poco importante, tan banal, atrae tanto la atención de los pueblos.

El Maestro: Bien observado, porque —en efecto— nos encontramos frente a una paradoja: la fidelidad del hombre moderno a una religión que ha dejado de darle respuestas. La explicación es sencilla y comprende dos niveles. Por un lado “es lo que hay”, es un conjunto de imbecilidades y necedades sin parangón, pero difundido por medio de una poderosa y eficaz maquinaria. Pero esto no basta: “es lo que hay” quiere decir también que no hay otro mensaje mejor al alcance de la mano.

El Discípulo: Pero ¿y la Iglesia y su mensaje?

El Maestro: Messori, en el libro que comentamos, tiene una comparación de incalculable valor. Dice que el hombre actual es como el hijo pródigo que harto de comer comida de cerdos —la televisión— se vuelve (se debería volver) al Padre y a su mesa cargada de comida exquisita y de bebida que quita la sed para siempre.

El Discípulo: Si, leí la metáfora de Messori y me gustó mucho.

El Maestro: Sí, querido amigo, pero suponte que el hijo pródigo vuelve a casa de su padre y descubre que el que fue su hogar ha cambiado y que en la mesa se sirven, como si fuera comida de príncipes, las mismas bellotas que él arrebataba a los cerdos. Ésta es la trágica situación de nuestro tiempo, querido discípulo. No solamente que la modernidad agotó su discurso, sino que su agotado discurso ha ganado la mente de la clase dirigente clerical.
          
                     
SOCIEDADES ENFERMAS DE SU CULTURA                    
                                          
El Discípulo: ¿Tan negro y cerrado es el panorama?
           
El Maestro: Por cierto que no.  En la Iglesia hay todavía fuerzas de resistencia, hay Obispos valientes, hay pensadores atractivos (como el mismo Messori) y sobre todo hay miles de personas que no se rendirán jamás, que no nos rendiremos jamás. Creo que en ellas pensaba Unamuno cuando propuso “buscar el sepulcro de Dios y rescatarlo de creyentes e incrédulos, de ateos y deístas que lo ocupan y esperar allí dando voces de suprema desesperación, derritiendo el corazón en lágrimas, a que Dios resucite y nos salve de la nada”.

El Discípulo: ¿Dónde escribió tal cosa Unamuno?

El Maestro: En el prólogo a su libro “Vida de Don Quijote y Sancho”. No es párrafo para entregar a teólogos. Es, como todo Unamuno, para tratar de sentir con él su profunda intuición y su auténtico deseo de creer. Lo más importante es la última frase. No tiene Dios que salvarnos del progresismo, que está muerto. De lo que tiene que salvarnos es de la nada. No hay que intentar el rescate de los jóvenes de la ideología moderna, no es de allí de donde hay que sacarlos. Todo eso terminó allí donde Nietzsche dijo que terminaría: en el nihilismo.

El Discípulo: De modo que el peligro no está en la noción moderna del Progreso, ni en la versión cientificista de la Ciencia…

El Maestro: Para nada. En el progreso necesario e indefinido (de eso  trataba el progresismo hasta el siglo XX) , nadie cree hoy. En la versión cientificista de la ciencia, es decir en pedirle que explique todo lo que al hombre le interesa entender, sólo cree el papanatas de Mario Bunge (al que “La Nación” diario le había creado una sección especial para él solito).

El Discípulo: Y al que nuestro amigo, el Ñato S., le ha dedicado una muy buena carta de lectores en “La Nación”. Pero mi pregunta ahora es ésta, Maestro: ¿Toda la cultura actual es detestable? ¿No hay nada rescatable?

El Maestro: Hay una vieja historia referida a la ley de probabilidades: Si ponemos cien mil monos que sepan golpear las teclas de una máquina de escribir (hoy, de una computadora) y les damos tiempo suficiente —digamos, cien millones de años— terminarán por escribir el Quijote que, al fin, no es otra cosa que las letras del alfabeto colocadas en determinadas secuencias, con ciertos blancos (no se olviden que la máquina de escribir —y las computadoras— tienen barra espaciadora). Argumento irrefutable. Lo mismo, sería imposible pensar que en todo lo que se escribe y exhibe hoy no haya algo rescatable. De hecho, entre católicos nos pasamos el dato cuando tropezamos con algo digno de verse o de leerse. Además, la lectura (y también el cine) se conserva, es decir que se pueden leer libros viejos y ver películas antiguas. Ver el cine norteamericano de antes de 1960 es una experiencia notable: se encuentra uno —a pesar de los  pesares— con un universo moral diferente y opuesto al actual. Sobreviven el pudor, la familia, la entereza de carácter, aunque sea en un registro menor.

El Discípulo: Mientras que hoy…

El Maestro: Te invito a hojear cualquier diario en cualquier día del año. Verás que lo que se presenta oscila entre la desvergüenza, el mal gusto y la pura y simple canallada.

El Discípulo: Casualmente, Maestro, aquí tengo unos recortes del diario “La Nación” que pensaba ofrecerle para su análisis.

El Maestro: Bien, les echaremos un vistazo.
            
               
UNA VASTA EMPRESA                    
                                               
El Maestro: Les echaremos un vistazo, pero antes de empezar reconoceremos que tenemos un prejuicio contra los diarios y contra los medios en general. Pensamos que son una vasta empresa de corrupción…
                 
El Discípulo: Pero Maestro, Usted me dijo que no cree en conspiraciones…

El Maestro: Sigo sin creer. Lo que pasa es producto de una convicción muy arraigada en el hombre moderno, de su concepción de la libertad como licencia para pensar y hacer “lo que le venga a uno en ganas”. Una vez que esas ideas dominan el pensamiento de la clase dirigente, no hay necesidad de conspiración explícita. Todos “respiran juntos” y producen las mismas cosas sin necesidad de que se las dicten señores encapuchados.

El Discípulo: Mire esto, Maestro.  En “La Nación” del 14 de junio de 2008 aparece un largo artículo sobre un reciente libro de una francesa, Corinne Maier, titulado “No kids”.

El Maestro: No hace falta mucha perspicacia para entender dos cosas: Primero que la autora es una Mayer de cuyo apellido se cayó la y griega. La segunda para adivinar todo el contenido del libro. Son las elucubraciones del egoísmo llevadas a su nivel de racionalización. El libro se puede reemplazar con un par de frases: “Los hijos son un incordio.  Y además, caros”. Ambas son verdades… a medias. ¿Qué diría Kant ante estos argumentos? Creo que parafrasearía su “imperativo categórico” y aconsejaría: “Mujer, no escribas nada que no pueda ser tomado como norma de conducta universal” porque si lograras convencer a todas las mujeres de tus verdades… la especie humana se terminaría. No vale la pena perder mucho tiempo con féminas como la Mayer. Pero son una excelente muestra de la “oferta cultural” de nuestros días.

El Discípulo: Maestro, el 20 de julio de 2008 “La Nación” nos informa que “Los chicos precoces escandalizan a los adultos italianos”.

El Maestro: ¡Caramba! Grave debe ser lo que pasa porque no es tarea fácil escandalizar a un adulto italiano.

El Discípulo: Sí, parece que Isabella, de once años, se saca fotos desnuda en el baño del Colegio y luego las vende para comprar ropa de marca. Y que Carola, de trece, invita a su novio a la cama matrimonial de sus padres.

El Maestro: ¡Bravo por Isabella y Carola!

El Discípulo: ¿Bravo?

El Maestro: Claro, han entendido correctamente el mensaje de los medios. No hay límites, y sí no los hay, no los hay en ninguna parte, ni en las edades ni en los lugares (la cama de los padres). ¿Ves hacia adónde se encamina la cultura actual?

El Discípulo: Aquí tengo un suelto sobre Tinelli…

El Maestro: No vale la pena leerlo. Sólo agregar que lo peor de Tinelli no es el caño sino el propósito “benefactor” con que lo encubre. No es “bailando” lo malo sino “por un sueño”. Así se enseña que el fin justifica los medios. Es la nueva sociedad —que comercia con el sexo— trayendo al escenario los jirones de la vieja, que conservaba un reflejo solidario.

El Discípulo: Maestro, el 21 de julio “La Nación” titula: “Creatividad y gran despliegue, el sello de las fiestas de quince” y todavía agrega “Una tradición que hoy derrocha glamour”. Y cuenta cosas como que una niña de quince contrató nada menos que una comparsa del carnaval de Gualeguaychú para su fiesta.

El Maestro: Hace tiempo que escribimos que el carnaval de Río creó un paradigma para la diversión. Creo que es sobre todo su aire de desinhibición lo que atrae.

El Discípulo: ¿Qué se debe entender por desinhibición, Maestro?

El Maestro: Ausencia de límites. Pero es gracioso que se ofrezca eso durante los días de carnaval en una sociedad que no tiene límites durante los 365 días del año. Es como los boliches y los conciertos de rock que hacen del descontrol un ritual. Son la liturgia de la religión moderna de la nada. “Agitémonos, movamos con gran entusiasmo el trasero. La nada flota sobre nosotros como un dios benévolo mientras suena el tamboril”.

El Discípulo: Maestro, observo preocupado que nuestras observaciones se refieren principalmente a cuestiones relacionadas con el sexo. Y los izquierdistas nos lo reprochan.

El Maestro: Sí, viejo argumento. Sucede que estas cuestiones “relacionadas con el sexo” están indisolublemente unidas a la familia. Lo que estamos defendiendo no son —como dicen ellos— “tabúes” sexuales sino la solidez de la vida familiar. Un sexo sin límites es destructivo de la familia, porque ésta implica —precisamente— la colocación de lo sexual dentro de un orden. No el rechazo de lo sexual sino su rescate de lo puramente animal y su inserción en un orden humano. Pero hay otro aspecto de la ideología de los medios que conviene destacar. El primer aspecto que acabamos de considerar está vinculado al tema de los géneros y las conductas sexuales que afectan a la familia. El siguiente es el tema de los derechos humanos, al que los medios han otorgado un papel central.

El Discípulo: Pero ¿no hay algo de bueno en esta faceta de la ideología moderna? ¿No es un adelanto que se cuiden los derechos de todos los hombres?

El Maestro: Hay una cuestión decisiva en esto, que es la perspectiva desde la que se plantean los derechos. Veamos, a todo derecho corresponde una obligación. Si yo tengo derecho a transitar, hay una obligación de dejarme hacerlo. El problema comienza cuando yo presento las relaciones humanas exclusivamente desde el ángulo de los derechos. De ese modo convierto al otro en alguien al que debo exigirle el respeto a tales derechos. Si, en cambio, planteo la cuestión del lado de las obligaciones, el otro es alguien al que le debo algo, algo que surge de mi obligación  hacia él.

El Discípulo: ¿Y en qué cambia eso el problema?

El Maestro: El mundo de los derechos es un mundo de ajenos que deben cuidarse de no pisar mis derechos. El mundo de las obligaciones (por ejemplo, los diez mandamientos) es un mundo de preocupados por el otro, al que le debo el cumplimiento de mi deber. El resultado concreto del mundo de los derechos es el refuerzo del individualismo. Cada hombre es una isla pertrechada de derechos.
En la otra tesitura, cada hombre está ligado a todos los otros por su obligación hacia ellos de cumplir con sus deberes. Hay un mandamiento que exige amar. No hay ningún derecho a ser amado.
                 
               
LA EDUCACIÓN, HOY                  
                                                        
El Discípulo: Maestro, nadie puede dudar de que el mensaje principal de los medios, en especial la televisión, es el más crudo hedonismo. ¿Alcanza eso para empujarnos al “exilio interior” del que hablábamos al principio de esta conversación?

El Maestro: Yo creo que sí, alcanza y sobra. Vivir rodeados por el hedonismo como si fuera el aire que respiramos produce esa reacción defensiva de muchos católicos. ¿Todos? No, apenas muchos. Hay católicos que se han acostumbrado a la comida del chiquero y la degustan como si fuera un banquete. Son hijos pródigos incapaces de distinguir entre una cosa y otra. Y como absorben lo contrario a lo que dicen creer terminan creyendo en lo que absorben.

El Discípulo: Pero además, Maestro, ¿en ninguna parte del mundo actual sirven mejores platos?

El Maestro: Toda la cultura actual está penetrada de hedonismo, de individualismo, de superficialidad. Ya te dije antes que siempre hay excepciones pero hay que buscarlas con mucho trabajo. Y ante todo ha de saberse qué es lo que se busca, cosa cada vez más difícil. Te pongo dos pequeños ejemplos: el primero es el de la música clásica, que ha ido perdiendo espacio frente al rock hasta quedar reducida a un hobby como la filatelia.

El Discípulo: Pero cuando se ofrece un  concierto de buena música acuden multitudes.

El Maestro: Sí, pero esos conciertos se realizan una o dos veces al año, mientras el rock suena todos los días en los oídos de la juventud.
               
El Discípulo: ¿Y el otro ejemplo?

El Maestro: Es el de la poesía, a la que los medios masivos siempre han ignorado. Pareciera haber una profunda incompatibilidad entre ambas cosas, poesía y medios. Se ignoran mutuamente. Pero esto exigiría un análisis más largo y cuidadoso.

El Discípulo: ¿Y la enseñanza superior?

El Maestro: Debería ser un oasis en el que pudiera encontrarse el agua fresca de una cultura superior. Y a la larga, esa cultura superior debería descender sobre la cultura de masas. Pasa todo lo contrario. La chabacanería de la cultura inferior penetra en la universidad, pero nada de lo universitario consigue penetrar en los medios masivos. Ya hace veinte años, en agosto de 1987, Julián Marías reconocía que “se estaba llegando en todas partes a una viva preocupación por la enseñanza superior… Confieso que… veo el futuro  de la Universidad con colores muy oscuros… porque se ha pasado la frontera en que se pierde la lucidez. Se ha procedido a una operación que podríamos llamar olvido metódico de la mayor parte de lo original, valioso, creador. Y no se trata solamente de filosofía. La raíz de esta situación es el abandono del pensamiento por parte de una mayoría de intelectuales, profesores, investigadores… Se han introducido recursos que permiten hacer labor «intelectual» con un mínimo de inteligencia. En todo el mundo se está acentuando una crisis cuyo término es la decadencia”.

El Discípulo: Duras palabras.

El Maestro: Marías daba cuenta del proceso de conformación del “pensamiento único” o, para decirlo con más claridad, de la imposición del marxismo como guía intelectual de la enseñanza superior. Su advertencia sobre esos “recursos” que “permiten hacer labor intelectual con un mínimo de inteligencia” coinciden con lo advertido antes por Koestler: “la dialéctica marxista es un método que permite a un idiota parecer notablemente inteligente”.

El Discípulo: ¿Y qué pasa con nosotros, los hijos de hogares cristianos y esta situación?

El Maestro: Tengo una docena de nietos en la Universidad, varios en las del Estado. Sufren horrores por el ataque constante de los profesores a su fe y el discurso marxistoide.

El Discípulo: ¿Por qué “marxistoide”?

El Maestro: Porque el discurso universitario actual es una mezcla de marxismo con lo que Aron llamó “los marxismos imaginarios”. Unas versiones distorsionadas del pensamiento de Marx más las conclusiones de las ideologías de género y de los derechos humanos. El todo es un galimatías que justifica plenamente el análisis de Marías.

El Discípulo: Bueno, pero por lo menos en lo universitario está la alternativa de las Universidades católicas.

El Maestro: Tengo también unos cuantos nietos en ellas. El panorama es mejor sólo en algunas de las unidades académicas. En otras, es igual o peor. Para afirmarlo, contamos además con el testimonio de nuestro buen amigo Augusto Padilla que en su página web “Catapulta” se dedica a denunciar, con tanta valentía como buena información, los desastres de la U.C.A.

El Discípulo: Maestro, no hemos dado mucho consuelo a los que padecen el exilio interno.

El Maestro: Darles mucho consuelo sería engañarlos.  Tendrán que perseguir la verdad con un trabajo que mi generación no tuvo.  Por entonces, cuando yo era joven, lo que venía de la Iglesia y de los pensadores católicos era en un noventa y cinco por ciento confiable.  Hoy las proporciones se han casi invertido.  Del campo católico vienen infinitas líneas de diálogo con la cultura del mundo y muy pocas que afirman la especificidad de nuestro pensamiento.  No son tiempos fáciles ni tiempos para mediocres.
              
Aníbal D’Angelo Rodríguez
              

lunes, 28 de marzo de 2011

Liberación de Madrid

PASAMOS Y PASAREMOS
   
   


    
   
El 28 de marzo de 1939 las tropas nacionales entraron en Madrid. Si bien los “últimos objetivos militares” tardarían aún tres días más en alcanzarse, en aquella mañana luminosa volvía a amanecer en Villa y Corte, liberada ya de la invasión soviética.
Quiera Dios que el Cid, que de camisa azul cabalga sobre los luceros junto a nuestro Caudillo y al Ausente, y junto a tantos guerreros que por Dios y por España vencieron en la Undécima Cruzada, iluminen la ruta a seguir en estos tiempos infames.
   
   
   
NO PASARÁN
   
El slogan es de origen francés y se remonta a la defensa de Verdún por las tropas de Pétain, cuando el gran soldado terminó su proclama al Ejército con esta frase: Ils ne passeront pas! El hecho de que no pasasen dio a la consigna un valor universal y una enorme popularidad.
   
El barniz de cultura gálica que siempre distinguió a nuestros progresistas, menos amantes de la Revolución francesa que de su inmediato derivado, el café de camareras, se puso de manifiesto una vez más al utilizar este slogan, primero en los momentos iniciales del ataque a Madrid, y luego en todas partes. El lema sirvió para carteles, canciones y para cubrir con sus nueve letras todos los muros disponibles. En cierto modo, garantizaba una posición más defensiva que ofensiva, lo cual no deja de ser curioso. Por la costumbre de la requisa y el garbeo, los del Agit-prop atribuyeron la frasecita a la “Pasionaria”. César Falcón, un valet de la gacetilla comunista, escribe en su libro Madrid: “Las palabras de Dolores han quedado fijas para siempre en la consigna «¡No pasarán!». En todas las mentes lucen estas dos palabras con una claridad precisa, radiante, guiando la voluntad de lucha y de victoria. El pueblo tiene desde ahora mismo un norte seguro”.
   
Y por si fuera poco, insiste: “La consigna de «Pasionaria» corre de boca en boca. Se ha convertido en el «santo y seña» del antifascismo. La repiten las patrullas de vigilancia, los que guardan los locales obreros, los que trabajan, los que esperan turno para el combate; hombres y mujeres, niños, cuantos van a defender la libertad de España”.
   
El coplero Tapia tocaba el arpa:
   
¡No pasarán por los llanos!…
¡No pasarán de la Sierra!…
¡No pasarán por el Tajo!…
¡No pasarán de Oropesa!…
¡No pasarán de Mangada!…
¡No pasarán de Perea!…
¡No pasarán de Pinares!…
¡No pasarán de Sigüenza!…
   
¡Qué parapetos dos de ellos!
   
“Trincheras, nidos de ametralladoras, emplazamientos artilleros —escribe Pedro Gómez Aparicio en su excelente crónica de la campaña de Vizcaya, ¡A Bilbao!—, refugios antiaéreos de decenas de metros de profundidad, sólidos edificios de cemento transformados en fortalezas, como el famoso casino de Archanda, del que los rojos trataron de hacer un segundo Alcázar toledano…; nada se olvidó por convertir en realidad posible el «¡No pasarán!» que decoraba las fachadas de todos los domicilios bilbaínos y hasta el último de los caseríos montañeros”.
   
También las tropas nacionales emplearon alguna vez —sur champ— esta consigna, como puede verse en el párrafo que sigue, tomado de Belchite, un relato del capitán De Diego y de los tenientes Quintana y Royo, que allí estuvieron:
   
“Tiembla la pared que les resguarda cuando contestan todos: «¡Arriba!».
“Al último herido le cae un hilillo de sangre que se limpia mezclándola con sus lágrimas.
“El oficial pretende explicar:
“—Para facilitar los bombardeos de nuestra Aviación sin que nos cause bajas, vamos a retirarnos unos metros hacia atrás. Al dejar momentáneamente estas ruinas empapadas de sangre aragonesa, jurad conmigo, de nuevo, ante la horda: ¡NO PASARÁN!
“Y al oír quien mandaba aquellos hombres sus gritos frenéticos, sintió ganas de llorar: de rabia, de emoción, de alegría”.
   
La teórica del no pasarán tuvo, con expresa citación o sin ella, maravillosos ejemplos prácticos en el Alcázar, Oviedo, Quijorna, Villarreal de Álava, el Santuario, Huesca, Teruel, Alcubierre, La Lora, en infinitas posiciones ya olvidadas y sin nombre, y esto independientemente de que se pasase o no. Tampoco faltó su dosis musical, a cargo de un chotis que el maestro Guerrero compuso en San Sebastián y que me parece que se titulaba Ya hemos pasao. En el estribillo se citaba, para el retruque, la dichosa consigna. Calculo que fue en el momento de liberarse Madrid cuando se hizo público, y su primera intérprete fue Celia Gámez.
   
Rafael García Serrano
(Tomado de su “Diccionario para un macuto”)
   

domingo, 27 de marzo de 2011

Meditaciones cuaresmales

ENDURECIMIENTO DEL PECADOR
     
          
a) ¿QUÉ ES UN SER ENDEMONIADO?    
El que tiene el corazón duro. ¿En que consiste esto? San Bernardo, escribiendo al Papa Eugenio, tiene un párrafo clásico. Pecador endurecido “es el que no se rasga con la contrición, ni es ablandado por la piedad, ni movido por los ruegos, ni cede ante las amenazas y se endurece con los castigos.  Ingrato a los beneficios, infiel a los consejos, cruel para los juicios, desvergonzado para las torpezas, arriscado para los peligros, no tiene afecto de hombre y es descomedido para Dios…, ni teme a Dios ni respeta a los hombres”.
    

b) NO SE RASGA CON LA CONTRICIÓN    
Cabrera describe la maldad del pecado. Alejandro, en estado de embriaguez, mató a su amigo Clito y después de saberlo quiso matarse él. “¿Qué debe sentir el que, embriagado de la pasión, ha crucificado con sus pecados a Cristo?”
    
c) NO SE ABLANDA CON LA PIEDAD    
“¿Qué te ha sufrido Dios? ¿Cuánto te ha esperado? ¿Cuántas veces has confesado y propuesto la enmienda, y quebrantado la palabra? Y Dios con su benignidad y paciencia, disimula, espera, regala, te da salud, hacienda, vida; y ¿tanta bondad no te obliga a servirlo? ¡Oh, corazón duro, cómo te aguarda la ira de Dios, pues no te aprovechas de su clemencia! ¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te atrae a penitencia?…” (Romanos, 2, 4).
Acá, para decir que os enojasteis, decís que se os gastó la paciencia. Erais pobre de paciencia, se os acabó presto el caudal. ¡Oh riquezas de bondad, paciencia, longanimidad de Dios, que no ha de agotarse!… Esta piedad desprecia el corazón duro, empeorado con estos plazos y largas.  “Ignoras quoniam benignitas Dei ad poenitentiam te adducit?” (ibid.).
Traidor, ¿ahora ignoras que estas esperas de la misericordia de Dios son para que procures pagar con penitencia su justicia? ¿No sabes que quien espera no suelta, sino recambia? Pero tú, con tu dureza y corazón empedernido, atesoras ira y venganza contra ti para aquel día en que Dios soltará la represa de su ira y hará justo juicio y manifiesto.
¡Qué temerosa contraposición! ¡Dios, tesoro de bondad, y el pecador obstinado hace tesoro de ira y de castigo, con que provoca la ira de Dios! ¡Oh, qué mal tesoro! Riquezas acumuladas por el mal de su dueño…
    
d) NO SE MUEVE CON RUEGOS
    
Villano ruin, que, mientras más le ruegan, más se extiende; que ni bastan inspiraciones del Espíritu Santo, ni llamamiento de Cristo, ni voces de la Iglesia. ¡Qué ruegos tan amorosos del Esposo! Ábreme, hermana mía, paloma mía, esposa mía; que, de estar en la calle toda la noche al sereno, traigo la cabeza mojada del rocío y los rizos de mi melena llenas de la escarcha de la mañana. ¡Qué cuidado de rondar la puerta, pasear la calle, dar aldabadas!
“Ecce sto ad ostium et pulso” (Apocalipsis, 3, 20).  Yo soy el que estoy a la puerta y llamo.  Yo ruego con la paz, con mi amistad… ¡Qué de voces dan los ministros de Dios, que son los terceros que andan haciendo amistades! A Dios no es menester importunarlo. Conmigo acabado está.  “Impietas impii non nocebit ei, in quacumque die conversus fuerit ab impietate sua” (Ezequiel, 33, 12). Negociarlo con el pecador. Van a él, pónenle delante a Cristo, sus llagas, su pasión.  Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!
(II Corintios, 5, 20).
Él nos envía, Él lo ruega; como si le importase vuestra amistad, como si perdiese mucho en perderla. Y con todas estas súplicas, el corazón duro… no quiere salir del mal estado…
    
e) NO SE DOBLA POR AMENAZAS    
¡Qué de veces oye predicar el rigor del juicio, el temor de sus señales, la certeza de la muerte!… Y acabándolas de oír, se va a jugar y reír, y se acuesta en su cama tan quieto como un santo. ¡Desventurado, que no sabes si amanecerás en el infierno!… Y ve el pecador herir a éste hoy y que el otro se murió ayer, y no sabe cuando le enclavarán el corazón, y ¿no huye ni se esconde? Huye una ave del cazador, y un ciervo del ladrido de un perro…, ¿y éste no teme el trueno de las amenazas de la divina justicia ni las saetas de sus castigos?
    
f) SE ENDURECE CON LOS AZOTES
    
Pero ya que las amenazas no atemorizan al malo, ¿hace más por los castigos? No. Más se endurece con los azotes y castigos. Con los trabajos con que otros sanan, enferma él. Con la enfermedad, reniega; con la pérdida, blastema; con la injuria que le hacen, maldice; con la pobreza, perjura, hurta, engaña… ¿Cuántas veces enfermaste y llegaste a morir, que ya tocabas con las plantas de los pies y te perdigabas en las llamas vengadoras? Propusiste la enmienda; Dios te dio salud, y teniéndola volviste como perro al vómito. No fueron paces ni amistades las que hiciste, sino treguas, para tornar a más cruda guerra.
    
g) INGRATO A LOS BENEFICIOS    
Es ingrato a los beneficios, desconocido a las mercedes; ni las estima, ni las engrandece, ni aún las conoce. Conoció el buey a su poseedor, y el jumento al pesebre de su amo; pero Israel no me conoció a mí, y mi pueblo no entendió los bienes que recibía de mi mano…
    
h) INFIEL A LOS CONSEJOS
    
Soberbio, amigo de su parecer. No quiere tomar parecer de otro, y asi se precipita y estrella.
    
i) CRUEL PARA LOS JUICIOS
    
De cuanto para sí es remiso, para los otros es vigoroso… Veréis unos pecadorazos que en su vida y obras no son menos que unos demonios encarnados, y, sabiendo una falta de otro, la encaraman y condenan; jueces impíos que juzgan las intenciones, y todo lo echan a la peor parte.
    
j) DESVERGONZADO PARA LAS TORPEZAS    
No es tanto mal pecar con encogimiento y recato; pero ventilar el pecado como los de Sodoma, hacer gala de la deshonestidad…
Y para decir en breve todos los males de este horrible mal: “yo no temo a Dios ni me importan los hombres” (San Lucas, 18, 4). Mire cada uno su corazón, tome el pulso a su manera de vida; y si hallare alguna de estas malas señales, tome con tiempo el remedio, antes que se acabe de endurecer. No todas las piedras son igualmente duras, aunque todas son piedras.
     

Fray Alonso de Cabrera
(tomado de “Verbum vitæ”)
    

martes, 22 de marzo de 2011

Cinematográficas

            
            

LO QUE NUNCA SE PERDIÓ
 

Compatriotas de Santa María de los Buenos Aires, Neuquén, Rosario y Mendoza:
El 4 de Abril se estrena en todos los cines Village la pelicula “14 de Junio, lo que nunca se perdió”, y es excelente. La produjo el veterano de Malvinas Victor Hugo Rodrigiex, del RI 3.
Sera una función única, en todos los cines de esta cadena: Avellaneda, Recoleta, Caballito, Pilar, y en las ciudades de Mendoza, Neuquen, y Rosario.


Por eso se da inicio al “Operativo Village”:
  • Debido a que es función única, debemos colmar estos cines.
  • La proyección de esta película en las demás carteleras del país depende de todos nosotros.
  • Sólo si el 4 de abril los Village se llenan de espectadores, la van a dstribuir para el gran público.
  • Por eso es una cuestion de Honor ir el 4 de Abril a esos cines llevando a TODOS LOS FAMILIARES, TODOS LOS AMIGOS, TODOS LOS COMPAÑEROS DE TRABAJO.
  • Esta es una oportunidad muy concreta que tenemos de luchar por la Causa Malvinas, contra la desmalvinización. No la desperdiciemos!

¡Viva la Patria!
¡Vivan los Veteranos de Malvinas!
¡Malvinas Argentinas!


SINOPSIS:
14 de Junio: Diez historias de vida distintas, la de un oficial, tres sub-oficiales, y seis soldados, que convergen en un punto en común, al igual que las casi 10.000 realidades que participaron del conflicto: la GUERRA DE MALVINAS La película, muestra la historia de un grupo de soldados de la compañía A Tacuarí del Regimiento Nº 3 del Ejército Argentino Manuel Belgrano, que en 1982 llegó a las Islas y entró en combate el último día de la guerra (14/06/82). A partir de allí, descubrieron el verdadero sentido de las palabras valor y amistad. Es el testimonio de los verdaderos protagonistas. Historias que expresan angustias, miedos, convicciones, orgullo y sensaciones, a través de un hilo conductor por los distintos momentos que compartieron en las Islas: LA LLEGADA, CONVIVENCIA, BATALLA y REGRESO.

NOTA: El documental fue realizado por Artes visuales SA y grabado en alta definición (HD). Para su realización, se contó con el apoyo del Ejército Argentino, quien facilitó personal, vestimenta y armamento, se recrearon situaciones que ilustran los relatos de cada uno de los protagonistas.

       
SOLO EN VILLAGE CINES FUNCIÓN ÚNICA, lunes 04 de abril de 2011

http://www.villagecines.com/peliculas/14-de-junio-lo-que-nunca-se-perdi

domingo, 20 de marzo de 2011

Espiritualidad

NORMAS PARA EL TRATO CON LOS MALOS
      
La mezcla de la cizaña y del trigo nos obliga a estudiar nuestra conducta para con los malos. Entender las razones por las que Dios permite su existencia, es cosa que se nos escapa. Pero, en cambio, podemos observar e imitar cuáles son las normas de la conducta divina para con los pecadores.
      
Dios convive con ellos sólo por la necesidad de su ser, y nosotros debemos tratarlos sólo por la necesidad de nuestro estado. Dios, de su presencia con los pecadores, saca dos bienes, a saber, su propia gloria y la conversión del pecador, que no deja de procurar. Nosotros hemos de obtener algún provecho espiritual nuestro y a la vez beneficiarlos.
      
Dios, presente al pecador por la necesidad de su ser
          
En la Sagrada Escritura vemos unas veces a Dios presente ante el pecador, donde quiera que trate de refugiarse. Otras aparece avergonzándose de haberlo creado y apartándose de él. ¿Cómo unir ambas verdades?
      
El problema resulta sencillo. La necesidad del Ser divino lo obliga a estar presente con los malos, porque, supuesta la creación y el orden de la Providencia, Dios no puede dispensarse de ciertas obligaciones que Él mismo se impuso. Su sabiduría, por ejemplo, le impone la necesidad de gobernar y dirigir prudentemente al mundo, incluso a los pecadores. Pero junto a estas obligaciones generales está el corazón de Dios, y, si pudiéramos entrar dentro de Él, veríamos cómo le repugna el hombre en pecado.
      
Apenas caído el hombre, Dios rompe con él todas las alianzas y lo hace objeto de su odio. Los teólogos, al estudiar esta repugnancia de Dios respecto del pecador, coligen que, si pudiera prescindir del atributo de su inmensidad, todavía seguiría presente a los hombres, pero sólo a los justos, de lo cual San Juan Crisóstomo deduce una idea brillantísima: que la inmensidad, condición nobilísima de Dios, no deja de serle en cierto modo onerosa. Pues bien éste es el ejemplo que se nos da.
      
En primer lugar, debemos tolerar a los malos, pues Dios y los buenos nos han tolerado a nosotros cuando lo fuimos; pero subrayando bien con San Agustín la palabra tolerar, que no consiste en complacernos, sino en soportar con caridad.
      
En segundo término, debemos pensar que Dios no sólo nos permite convivir con los pecadores, sino que nos lo requiere, pues nos ha colocado en un estado que lo exige. Lo contrario nos obligaría a salir de este mundo (I Corintios, 5, 10). Un padre, por ejemplo, debería apartarse de sus hijos licenciosos, y la esposa romper con su marido por la misma causa. Esto es lo que llamamos necesidad del estado, y se corresponde con la necesidad del Ser divino.
      
Motivos para evitar otro trato
            
Pero, fuera de este caso, nunca debemos mantener relaciones frecuentes y mundanas con los malos sólo por complacemos.
      
a) El mandato divino. Ello quebrantaría los mandatos de Dios. En nombre de Nuestro Señor Jesucristo, decía San Pablo, os mandamos apartaros de todo hermano que vive desordenadamente (II Tesalonicenses, 3, 6). David lo convertía en asunto de conciencia: No me siento con los falaces…, aborrezco el consorcio de los malignos (Salmo, 25, 4-5).
      
Debemos mirar a los paganos y a los herejes con horror tan santo como el que Dios inspiró a su pueblo hacia ellos. Quizá hubiera convenido políticamente que los judíos trataran a los pueblos de Canaán y contrajeran matrimonios ventajosos con extranjeras. Sin embargo, les fue rigurosamente vedado. Al sectario… evítalo, manda San Pablo.
      
Y si no fuere pagano ni hereje, sino vicioso, oíd al Apóstol: Lo que os digo es que no os mezcléis con ninguno que, llevando el nombre de hermano, sea adúltero, avaro…; con éstos ni comer (I Corintios, 5, 11).
      
Un bello pensamiento de Guillermo de París nos dice que Dios quiere que, al separarnos de los impíos, nos adelantemos a lo que Él piensa hacer en el juicio, pues su deseo es diferenciar a unos de los otros.
      
b) Es conveniente para la santificación social e individual. Cuando Dios manda matar al sacrilego Acán, dice que santifiquen al pueblo (los. 7,13). Parece como si el separarse de los malos equivaliese a un sacramento de expiación, y, en efecto, a veces no es necesaria otra cosa para santificar una familia, comunidad o corte, porque un ateo en esta última pervierte más gente que un demonio, y una mujer licenciosa contagia a más personas de las que pudieron ser inficionadas por los filósofos del libertinaje. Ésta es la explicación que da Santo Tomás de la excomunión, con la cual, según él, la Iglesia busca dos fines, castigar al culpable y preservar al inocente, separando a aquél de la comunicación con los buenos.
      
c) El honor de Dios. El menosprecio de Dios que supone la amistad con los malos constituye otra razón. ¿Qué juicio se formaría del hijo unido con corazón y afecto a los enemigos que intentaran mancillar el honor de su padre? Leed, como prueba, la severa reprensión de que fue objeto el piadoso Josafat, rey de Judá, por su amistad con Acab. Dice la Escritura que se hizo digno de la ira divina por socorrer al impío y ayudar a los que aborrecen al Señor (II Paralipómenos 19, 2): “Excusaron a Josafat sus buenas obras y la rectitud de su fe. Pero vosotros ¿qué podéis alegar? ¿No es un escándalo veros todos los días acompañados de las personas más sospechosas del pueblo, en reuniones donde parece que el pudor ha sido desterrado… y donde no se observa regla alguna de decencia y modestia?”
      
Peligro contrario de corrupción
             
Por una parte, escandalizáis, y por otra, no es posible que en medio de tal comercio conservéis un corazón puro, por mucho que me lo queráis decir. Si tal presunción fuera cierta, no hubieran hablado con tal rigor los profetas y los santos. Ellos mismos, mucho mejor preparados que tú, huyeron de la posible corrupción, como Ezequiel. ¿Qué temeridad es, pues, la vuestra al arriesgar mucho más que lo que otros, más fuertes que vosotros, no osaron comprometer? ¿Por qué creéis que Dios deseó conservar aislados a los hebreos? Se mezclaron con las gentes y adoptaron sus costumbres, dijo David (Salmo, 105, 35). Por este mismo motivo la Iglesia ha prohibido los matrimonios mixtos, y hasta disuelve el vínculo conyugal cuando uno de los esposos se convierte de la infidelidad y el otro ofrece algún peligro. Al principio repugnará algo la conducta de los enemigos, pero poco a poco la costumbre los hará juzgar normal lo que antes parecía perverso. Un paso más y serán iguales.
Resulta preferible tratar a un pagano que a un pervertido. La causa de tanta disolución en la juventud, tanto desorden en los matrimonios, tanta impiedad en la corte e incluso tanto pecado entre los ministros del altar, es el influjo del mal ejemplo tolerado y hasta sonreído.
      
Fines de la presencia de Dios en los pecadores      
a) Su gloria. Dios no podría tolerar el pecado si no redundara de alguna forma en gloria suya. Tal es la ciencia divina, que hasta parece superior a su omnipotencia, porque ésta crea bienes y aquélla sabe utilizar el mal para conseguir un bien; y como el pecador hace uso de las criaturas buenas para el mal, Dios sabe usar del pecador para lo contrario.
      
Aprovechémonos también nosotros del malo en su trato útil. Por mucho que lo fuere, siempre nos servirá para ejercitar la paciencia, la caridad, la mortificación y la humildad, y para sujetar la ira. ¡Cuánta materia de santificación existe en el trato con los impíos si sabemos aprovecharnos!…
      
Cuando en el tribunal de la penitencia un hombre de mundo se me queja de su condición social, como si con ello quisiera justificar sus extravíos; cuando una mujer llora al decirme que vive sometida a un hombre sin religión, no me lamento en esos casos de una situación que ellos llaman infeliz, y en la que Dios los ha puesto, sino del mal uso que hacen de ella. ¿No es digna de compasión la mujer que padece las incomodidades de una compañía molesta y no sabe aprovecharse del mérito posible?
      
Me dirás: Si yo estuviera en otro estado me santificaría más… No es cierto. Ese es el que Dios te ha deparado y en el que te ayuda. Imposible resistir tanto mal ejemplo… ¡Tampoco! Imposible es si te arrojas en él voluntariamente, pero no si lo utilizas para cumplir las obligaciones de tu estado.
      
El colmo del impío es que en la tierra del bien él hace el mal. La más aquilatada santidad viene a ser la del bueno en medio de los malos. Se asemeja a la de Moisés, que en la corte de Faraón no perdió a Dios nunca de vista, y a la de San Luis, presente siempre ante Él, en medio de las batallas o de las pompas humanas.
      
Abrazaos con Dios en medio de vuestra vida, y os dirá: Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas (San Lucas, 22, 28).
      
b) La conversión del pecador. ¿Hubierais creído que el pecador puede serviros para vuestra santificación? Pues os diré más: vosotros podéis serle útiles para lo mismo.
      
Daniel contempló en visión una donosa disputa entre el ángel de los judíos, que deseaba salieran éstos cuanto antes de Babilonia para que no se corrompieran, y el de los persas, que pedía continuasen allí para santificar a los dominadores con su ejemplo. Es que Dios con su presencia busca la conversión de aquellos mismos a quienes como a pecadores odia, y nosotros debemos obrar a semejanza suya.
      
Monseñor Ángel Herrera Oría
(Tomado de su libro “Verbum Vitæ. La palabra de Cristo”)