martes, 25 de octubre de 2011

Desmalvinización

UN OFICIAL Y CABALLERO
  
“La historia es, pues, ciencia del más riguroso y actual presente” (José Ortega y Gasset)
  
Este artículo podría haberse titulado “De Ratones y Hombres”, mas me ganó de mano John Steinbeck. Pero bien, es bueno recordar algunas palabras, aunque repetidas hasta el hartazgo. Por ejemplo, una parte de una carta de George Canning a lord Granville del 17 de diciembre de 1824: “La cosa está hecha, el clavo ha sido sacado. Hispanoamérica es libre ahora, y si no manejamos tristemente mal nuestros negocios, es nuestra”.
  
También es bueno que recordemos algunos métodos del Imperio utilizados para lograr sus fines: dividir para imperar, no mostrar el poder, emplear una estrategia sin tiempo, de preferencia emplear nativos para llevar adelante sus planes, etc.
  
Esto último fue expresado claramente por el Profesor Federico Daus en “El Subdesarrollo Latinoamericano”, cuyas condiciones estructurales enuncia:
  
a) la desarticulación del aparato económico;
  
b) la inconexión entre los diversos sectores;
  
c) la situación de sometimiento y dependencia;
  
d) la intrusión extranjera, ayudada por sus agentes locales (él los llamaba en su tiempo crípticos).  Consideraba Dauss el subdesarrollo una situación global, y como tal, su solución —decía— sólo se alcanza por medios globales, y cuando no el gobierno, sino todos los habitantes se comprometen a ello.
  
En cuanto a las pretensiones inglesas, algunos datos, (muy pocos), pueden explicarlas, y al final del mini resumen se vería salir nuestro desembarco en Malvinas el dos de abril como la consecuencia natural de la serie, descartando las ideas de locuras y borracheras, como insiste en inculcarnos el sector autóctono adicto a la intrusión, y resultando tan sólo como lo que fue: un adelantarse al desembarco británico, planeado para el 4 de abril (cfr. Laurence Freedman - Virginia Gamba – Stonehouse: “Señales de Guerra”).
  
Recordemos más: poco antes de su muerte en1699, Guillermo III, a través de su ministro Portland sugirió a Francia el reparto de las Indias Occidentales españolas; en 1711, una propuesta es elevada por su autor —anónimo, naturalmente— al conde de Hayley y Mortimer secretario de la reina Ana, titulada “Una Propuesta para humillar a España”, sugiriendo que Buenos Aires es el mejor lugar del mundo para fundar una colonia inglesa.
  
En 1713 obtuvieron por el Tratado de Utrecht, como consecuencia de la guerra de la sucesión española, el “derecho de establecer factorías en el Río de la Plata y privilegios tales como asignación de tierras para sembrar y edificar habitaciones para los factores y demás dependientes del Asiento de Negros”.
  
“En el Tratado Anglo–Español, dice Julio Irazusta, Inglaterra logró por su artículo 8, que Felipe V negara toda franquicia comercial a otros extranjeros”. No hace falta comentar las invasiones de 1806 y 1807, retirándose los intrusos, no sin antes saquear la totalidad del Tesoro de la Real Hacienda, y de lograr que comerciantes británicos permisionarios del Edicto de Libre Comercio de 1809 quedaran en nuestra tierra.
  
No obstante, estos fueron intimados a abandonar el país por orden del Virrey Cisneros del 18 de mayo de 1809, pero a solicitud de los mismos el plazo se extendió hasta el 26 de mayo de 1810, quedando cortado por los hechos del 25. El intento de expulsión, según Andrew Graham-Yool en su obra “La Colonia Perdida”, “pareció un intento de revertir la influencia de los extranjeros sobre la oposición política que hacían los intelectuales criollos al gobierno colonial”.
  
El 2 de febrero de 1825 se firmó el “Tratado de Comercio, Amistad y Navegación”, cuyo artículo 11 dice que en caso de guerra entre Gran Bretaña y La Argentina, los comerciantes “tendrán el privilejio (sic, con j en el original) en su trabajo, y sus propiedades no estarán sujetas a embargo, ni a secuestros, ni a exacción”. Sus artículos VIII y XIII conceden a Gran Bretaña “la cláusula de nación más favorecida”. Este tratado sigue en vigencia: durante la guerra de Malvinas el Banco de Londres continuó trabajando normalmente, ni fue expropiada ninguna propiedad inglesa.
  
El 26 de septiembre de 1826 quedó ratificado por el Congreso de Santa Fe el convenio por el cual la Banda Oriental acepta su separación, con la protesta de los diputados orientales presentes, bajo la influencia del Encargado de Negocios de lord Ponsomby, Mr. Parish, y la inestimable ayuda de Rivadavia y José García, a quien Ponsomby consideraba “un perfecto caballero inglés”.
  
Poco después del Tratado de Roca-Runciman (1 de mayo de 1931) se fundó el Banco Central (1935), cuya Carta Orgánica fue redactada por Sir Otto Niemayer, vicedirector del Banco de Inglaterra.
  
Saltando muchos hechos, hacia atrás y hacia adelante, podríamos detenernos en la Ley de Reforma del Estado, 23.696, dictada 39 días después de asumir Menem la presidencia, la que legalizó la venta-obsequio de casi todo nuestro patrimonio.
  
Pero en fin, sirva esta introducción demasiado larga para comprender mejor el significado del artículo de “Crónica” de Comodoro Rivadavia, del 9 de junio de 2011, que informó del “arresto riguroso por treinta días, ordenado por el ministro de Defensa Arturo Puricelli al Sr. Tcnl Don Víctor Manuel Paz, Jefe del Regimiento de Infantería Mecanizada 25 —RIM 25— de la localidad de Sarmiento, por haber realizado un embanderamiento del Monumento a los Caídos de Malvinas y realizar un homenaje al Contraalmirante Don Carlos Robacio - quien como Jefe del BMI 5 tuvo una destacada actuación en la guerra contra Gran Bretaña y falleció el pasado 29 de mayo, acto en el que habría mencionado al ex Cnl Don Mohamed Alí Seineldín”.
  
Agrega el artículo que “el homenaje pretendió recordar a los Bravos del 25, efectivos que en 1982 fueron los primeros en pisar el suelo malvinense”. Esto le valió la sanción “por exceder sobrada, innecesaria e inconsultamente las atribuciones que le asisten al ordenar y ejecutar un ceremonial militar incorrecto”, que habría “comprometido la imagen institucional del Ejército”, lo que asegura que el comportamiento del Teniente Coronel Paz “afecta su confiabilidad y equilibrio emocional para ejercer su cargo”.
  
En ese orden de “desequilibrios”, el Teniente Coronel Paz, “junto al embanderamiento organizó el izamiento de la bandera a media asta, un toque de diana y hasta un desfile en homenaje a los militares que tuvieron heroico desempeño en defensa de la soberanía”.
  
Precisamente, ésta es la palabra clave. Una vez más: Richard Gardner, embajador en Italia de Jimmy Carter escribió en “Foreing Affairs”, órgano del Council on Foreing Relations, filial del Royal Institute of International Affairs de Londres: “Así llegaremos a destruir las Soberanías Nacionales, corroyéndolas pedazo a pedazo”. Uno de los métodos fundamentales para lograr esto es destruír la fibra, el orgullo y la identidad nacionales, tarea de la Guerra Política de Desinformación, que abarca la diversión, la saturación de consignas, etc., buscando llegar a la apatía ciudadana.
  
Al respecto, Samuel Huntington, Profesor de Harvard (1957), Consultor del Consejo Nacional de Seguridad, miembro del Journal of Democracy, órgano de la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy - NED), en un informe de 1975, donde proponía un “cambio de paradigmas”, manifestaba que “el funcionamiento efectivo de un sistema político democrático requiere por lo general de medidas de apatía y no compromiso por parte de algunos individuos o grupos”.
  
Tergiversar nuestra historia, negar el respeto y homenajes debidos a nuestra gesta y sus héroes facilita enormemente el trabajo de bwana y constituye una injuria hacia aquellos, sus familiares, sus amigos y a todos los que nacimos en esta tierra y la consideramos nuestra.
  
Así, el homenaje tributado por el Teniente Coronel Paz no compromete, sino que exalta la imagen de nuestro Ejército y no “afecta su confiabilidad y necesario equilibrio emocional”, sino que demuestra que su moral está intacta, al enfrentarse al sistema según el precepto sanmartiniano: “al enemigo siempre se lo ve más grande cuando se lo mira de rodillas”.
  
Lo auténticamente inconsulto, y que constituye una vileza, consiste en negar nuestra gratitud y nuestro homenaje —“oportuno o inoportuno”— a los que defendieron nuestra Soberanía contra el usurpador, en especial a aquellos que en silencio, desde las aguas del Atlántico y la turba malvinera, nos están señalando el camino.
  
Luis Antonio Leyro
  

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