jueves, 29 de diciembre de 2011

De pluma ajena

A CONFESIÓN DE PARTE,
RELEVO DE PRUEBAS
  
“Veritas, a quocumque dicitur, a Deo est”
  
Santiago Llach es una pieza clave en la literatura argentina: editor del sello independiente Siesta y del transnacional Emecé, poeta, creador de narradores y eventos. Anduvo recién en Chile con sus dos niñitos. Escribió un cuento acerca de Chile desde la perspectiva fetal: su padre venía al proceso de la Unidad Popular. Los dejo con él, que analiza, sin anestesia, la realidad política argentina, peronismo y kirchnerato incluidos, y de la escena literaria independiente argentina, a la que califica de “patética”.
  
Periodista:  Acabas de publicar en Chile “Muchacha Kirchnerista”. Por favor, trata de dar algunas claves sobre el libro, introducirlo.
  
Llach: [...] “Muchacha kirchnerista” es un poema pensado con relación a una sensación de incomodidad que produce el revival del militantismo setentista, todos estos chicos y chicas que de pronto han sido inducidos a “descubrir” la política a la luz del kirchnerato. Hay un lavado de cabezas que a mí me resulta entre cómico e irritante, sobre todo porque la estructura de sentimientos mía está próxima a ellos. Pero son nenes de treinta años jugando a los soldaditos montoneros, hay chicos de colegios privados que a los treinta y cinco años de pronto se convierten al peronismo. Cuando se produzca una nueva encarnación del peronismo, una encarnación de derecha, me pregunto qué van a decir. A todas esas chicas les canto, casi con angustia. Y en el marco de esa Buenos Aires de 2010 que es muy similar a la de los noventa, aun cuando en todo este clima de ideas revisionistas hay un rechazo bastante papelonero a los años noventa. Se puede leer un poema de los noventa como si hablara de la ciudad de hoy. La única diferencia es que la cocaína es mucho más barata y de mucho peor calidad y su consumo se ha extendido de manera terrible.
  
Periodista: Eres un personaje fundamental en lo que fue la literatura under de los 90. En Argentina circula la literatura independiente, aunque mal editada, eso mantiene viva una hoguera creo yo. Dime cómo ves eso con respecto a los tiempos de ahora…
  
Llach: La escena independiente es patética. Anuncia algo, y es que tener libros publicados no significa nada. Tampoco es una escena under respecto de nada, todo es under, salvo alguna cuestión que vale la pena recordar, que es que el hecho de que el poeta nacional del gran diario de izquierda, Juan Gelman, es un tremendo cínico que refrendó la lucha armada hasta 1979, cuando aquello hacía rato era una carnicería. Este tipo, que cada año nos regala un libro más horrible que el anterior, formó parte de un delirio organizado por los jóvenes de clase media que mató a inocentes propios y ajenos.
Pero lo peor es que los restos de esta banda se ofrecieron como prenda de cambio para la reconciliación nacional, y le sugirieron a Menem que indultara a los generales de la dictadura y a cambio los indultara a ellos. Eso fue en 1990, Gelman ya no estaba en la banda, y la banda sólo administraba sus negocios residuales (como también Gelman había administrado el dinero de los secuestros). Pero este poeta tan tan sentimental tenía procesos penales en su contra y fue indultado por Menem (por supuesto, Gelman salvó la ropa oponiéndose a la compañía de esos militares en la letra del decreto, a la que no lo arrojaron otra cosa que sus propias decisiones políticas). Esa generación setentista e izquierdista odia, sólo odia, y sus poetas están muy sobrestimados.
Por un lado tenemos a esta momia, y por otro lo que yo llamaría la poesía Facebook. La escena poética argentina es un gran grupo de autoayuda […] Me quedo con la poesía Facebook antes que con el hijo de puta de Gelman.
  
Periodista: Uh, directo, ¿eh? bien argentino […] ¿cuál es el balance que haces de la administración de Néstor K y de la de Cristina K?
  
Llach: Partamos de la base de que Argentina es un país donde circuló una foto de un presidente con, literalmente, un pepino en el culo (el “presidente de los seis días”, el gargantuesco Adolfo Rodríguez Saá, que fue objeto de un chantaje en un hotel por horas). Así que Argentina es un país al que, en lo que hace a la política, hay que analizar en clave de sainete, en clave de comedia.
La democracia argentina, además, fue gestada al calor de una mentira. La dictadura desapareció a lo sumo a ocho mil personas, eso lo sabe todo el que esté un poco informado. Pero las organizaciones de derechos humanos tienen el leit motiv de los treinta mil desaparecidos.
Pregúntale a cualquier joven, incluso a personas grandes, y todos creen que la dictadura mató a treinta mil personas. Treinta mil personas no son lo mismo que ocho mil. Y creo que legalmente es difícil argüir que se trató de un genocidio. Además, ¿se supone que el último gobierno de Perón, votado por el 62% de los argentinos, tenía que quedarse de brazos cruzados frente a una banda armada que asaltó un cuartel? Estas cosas no se pueden decir en la Argentina, sólo las dicen los impresentables de derecha. Y creo que desde una posición progresista hay que hacer un esfuerzo por desarticular todos estos mitos de la democracia. Es por estas mentiras y por el odio de la generación setentista y por el militantismo anacrónico que instiló el kirchnerismo que seguimos discutiendo estas cosas en lugar de resolver problemas mucho más urgentes. Esto se relaciona con el peronismo, claro. Antes quiero hacer una aclaración personal.
  
Periodista: Dale.
  
Llach: […] Puedo decir que llevo el peronismo en la sangre. Dicho esto, lo que quiero señalar es que las sucesivas encarnaciones del peronismo son bandas que toman por asalto al Estado para hacer negocios privados en nombre del pueblo y de la ideología de moda.
  
Tomado de “The Clinic”, Santiago de Chile, 12 febrero de 2011.  Fragmento del reportaje realizado por Germán Carrasco.
Cfr. el texto completo en: http://monolingua.blogspot.com/2011/02/santiago-llach-me-quedo-con-la-poesia.html
  

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Testigo por siempre


TESTIGO DE CARGO
  
OTRA VEZ CAPARRÓS
  
Muchas veces nos hemos ocupado de ese monumento a la estulticia que responde al nombre de Martín Caparrós. Podría hacer pierna con don Eco y don Savater y ganar todas las manos del póker intelectual de nuestra era.
En estos últimos años, el prolífico escribidor se las ingenió para prosperar, publicar copiosas novelas, recibir cuantiosos premios y otorgar otros disfrazándose de jurado. En una palabra, un príncipe de las letras argentinas hoy —¡ay¡— tan republicanas. Sus triunfos mundanos se le han subido, parece, a la cabeza. Por ello no vacila en escribir lo que siempre escribió —es decir, sandeces— pero con aire de sabelotodo y talante de autoridad secular. Veamos, si no, lo que decía en el número del 10 de noviembre de 2005 de la revista “Veintitrés”. Enuncia una ley histórica: “Francia es el país más burgués y cómodo del mundo y —al mismo tiempo— cocorito y levantisco. Su reloj biológico funciona así: desde la revolución de 1789 tuvo, cada veinte o treinta años, algún levantamiento”.
  
Ya está dicho. Sólo que se trata de una tesis falsa, que no encuentra sostén en los hechos. ¿Cómo se hace, entonces, para demostrarla? Muy sencillo: llamando “levantamiento” o “revolución” a cualquier cosa y con la impunidad que da el ser uno de los taitas intelectuales del momento, pasa. Continuemos citándolo: “Después de la restauración monárquica de 1815 (aclaremos que la restauración vino por la derrota de Napoleón y que no hubo ni levantamiento ni revolución, con lo cual ya se le fue al tacho la tesis en la primera comprobación) vinieron las revueltas antimonárquicas de 1830 y 1848 y la comuna de París de 1870”.
  
Pare, Caparrós, que se le acabó el argumento. Durante el siglo XIX hubo, en efecto, tres revueltas en Francia, separadas por menos por treinta años. Y se acabó. Cuando iba a seguir ¿por qué no lo pensó mejor y apretó el botón “Supr” de su computadora? Pero no: se empecinó en demostrar que tenía razón y escribió esta preciosura: “Más tarde, tras algunos sobresaltos en la Primera Guerra, el Frente popular de 1936, la Resistencia del 43/44 y Mayo del ´68”.
  
¿Qué me cuenta? Como le decía, para sostener su tesis el Caparrós eleva a revolución unos inéditos “sobresaltos” (?) de la Primera Guerra, el Frente Popular (¿levantamiento?), la Resistencia (¿revolución?) hasta llegar a Mayo del ´68. La verdad es que entre la última revolución del siglo XIX (1870) y la primera del XX (1968) hubo un siglo casi justo. Y desde luego lo del ´68 como Revolución ilustra la conocida frase de Marx: la historia se repite, la primera vez como drama, la segunda como comedia. Los señoritos satisfechos de Nanterre se parecen tanto a los “communards” del ´70 como yo a Julia Roberts. Y Julia Roberts no usa barba.
  
Vamos Caparrós, sea bueno.  ¿Por qué no hace solemne promesa de pensar antes de escribir? Si, ya se que eso significaría el fin de su literatura. Pero sea bueno, pienseló. Y mejor todavía, hagaló.  (Correctores: conservar los acentos en las oes).
  
Aníbal D’Ángelo Rodríguez
  

martes, 27 de diciembre de 2011

Mirando pasar los hechos

DEGRADACIÓN
   
   
DESCONSUELO
      
Signada por tres revolcones, la declinación del año y de la República concluye salpicando tragedia, traición y vergüenza. Con patéticos ejemplos en cada uno de sus peldaños infaustos:
           
1) Tragedia. La espeluznante muerte en Montevideo, de un alto funcionario recién designado por Cristina Fernández Wilhelm; a quien acompañaba alegremente en misión oficial al Mercosur. La víctima es el joven economista Iván Heyn, integrante de la banda “La Cámpora” que  lidera el hijo de la Presidenta. Rodean al deceso indicios vehementes de desviaciones, que inclinan a guardar silenciosa conmiseración frente a las escalofriantes circunstancias de semejante tránsito a la eternidad. No obstante, teniendo presente las apuntaciones del experto periodista del “Informador Público” (del 24 de diciembre de 2011), cabe deplorar una vez más, cierta propensión presidencial a designar en las más altas funciones “a jóvenes de resonante glamour, seductores de mujeres hermosas y conocidas”. Y sin perjuicio del piadoso enfrenamiento, todo impulsa a meditar la drástica fragilidad de los honores, significativamente presente en la cumbre del poder kirchnerista.

                     

2) Traición. Por otro lado,  causa gran sorpresa el relevo del más alto jefe naval, tras su procesamiento por el juez federal Daniel Refecas, a partir de la denuncia de espionaje a políticos y dirigentes sociales  interpuesta por el CELS. Y lo llamativo, por contradictorio, es que en el seno de la Armada nunca cayó bien —así lo dice el articulista— “su alineamiento con la política delineada por la ex ministra de Defensa y actual titular de Seguridad, Nilda Garré, que incluyó el polémico pase a retiro de oficiales navales «por portación de apellido», al mantener lazos de sangre con militares que actuaron en la dictadura (sic)”… (cfr. “La Nación”, 23 de diciembre de 2011).

         

3) Vergüenza. Por último y cerrando las calamidades, el Primer Ministro británico, seguramente riéndose a carcajadas (ante una bravata presidencial y a la vista de nuestro poderío disuasivo) aseguró que nunca entregará las Malvinas (cfr. “La Nación”, 23 de diciembre de 2011).
        
     
CONSUELO
   
Acaso para endulcorar semejantes postrimerías, el RENAR –Registro Nacional de Armas— ha difundido profusamente una propaganda que reconfortará a toda la comunidad delictiva, por momentos marginada de los Derechos Humanos en boga. Se trata del programa nacional de entrega al fisco de armas de fuego. Entrega anónima, sin DNI, resalta el aviso; lo que conduce a pensar que se podrán eliminar comprometedores rastros de delitos, con el incentivo adicional de retribuciones monetarias. El amable gesto hará recordar a los memoriosos la áspera requisa de armas particulares efectuada en España, previamente a la Guerra Civil.
                                            
Casimiro Conasco
Diciembre de 2011
         

lunes, 26 de diciembre de 2011

Económicas

VERIFIQUEMOS EL MODELO
  
  
Hemos insistido machaconamente, señalando que las medidas de política económica —mejor dicho de politiquería electoral en lo económico— eran a todas luces inadecuadas.
  
Principalmente podemos enumerar las siguientes: a) el manejo arbitrario del control de precios, y las restricciones a las exportaciones de productos tradicionales con el afán de disimular un fenómeno inflacionario innegable; b) una política monetaria fundamentada en un tipo de cambio irreal; c) un superávit fiscal obtenido merced a la recaudación de tributos adoptados en la emergencia económica del dos mil y la desviación para atender gastos corrientes de recursos provenientes del sistemas de previsión y seguridad social. Aunque esto no es todo, y aún poco hemos dicho acerca de la utilización discrecional de dineros públicos sin control alguno por parte del Estado, volvemos a señalar que casi nada se ha hecho para fomentar inversiones indispensables, no sólo para encauzar el comienzo del desarrollo de la economía, sino al menos para evitar la crisis energética y de combustibles, crisis que también resulta inocultable y que no servirá ciertamente para paliar el hambre que padece un inmenso número de habitantes.
    
Asimismo dijimos, recordando experiencias recientes de las que da cuenta la historia de la economía nacional, que algunas de estas medidas que venimos objetando pueden haber sido adecuadas o aun necesarias, pero con la condición de que no adquirieran el carácter de permanentes. Prolongar su aplicación en el tiempo, más allá de lo que indica la prudencia siempre ha dados resultados nefastos. Entre ellos, la imposibilidad de reconstruir el sistema de precios relativos indispensable para la toma de decisiones tanto del sector público como de los particulares. En este aspecto estamos peor que antes, pues se ha olvidado que el tipo de cambio es el precio en torno al cual se establecen la infinidad de precios de bienes y servicios que se intercambian en un sistema económico.
   
Infortunadamente debemos puntualizar enfáticamente que se ha desperdiciado una situación de excepción en el marco del comercio exterior dentro del cual se comercializan nuestros productos transables. Esto se traduce en pérdida de confianza y de mercados cuyo costo y tiempo para recuperarlos es imposible de prever.
Otro ejemplo de lo imposible de prever lo proporciona la conducta del Secretario de Comercio el inefable Señor Moreno; se mantiene sugestivamente callado y nada dice respecto de anuncios de precios de productos en alza, como por ejemplo automotores, y otros productos que requieren contar con insumos importados cuyos precios han registrado alzas en sus países de origen. Vale decir que antes de lo previsto se ha podido comprobar la inoperancia del “modelo”. Desafortunadamente venimos teniendo razón en nuestros pronósticos; nada tienen de originales puesto que hace tiempo están en boca de muchos, aun de gran parte de un empresariado cobarde y atemorizado que viene protestando por lo bajo.
    
A esta altura resulta sencillo explicarse las razones del derrumbe del famoso “modelo”. Una política económica que pretenda proyectar a la Nación a un destino de grandeza requiere estadistas que cuenten con ella. Ideólogos mezquinos, cargados de ambiciones personales y a quienes nada les importa el bien común, no sirven ni siquiera para esbozar coherentemente la política que el país reclama.
    
Alejo Tupí
  

domingo, 25 de diciembre de 2011

Meditación de Navidad


SANTA Y FELIZ NAVIDAD

      Factus est Homo qui erat Deus,
accipiendo quod non erat,
non amittendo quod erat:
ita factus est Homo Deus.
   
 
  
Ibi habes aliquid propter infirmitatem tuam ;
ibi habes aliud propter perfectionem tuam.
   
 
Erigat te Christus per id quod Homo est;
ducat te per id quod Deus-Homo est;
perducat te ad id quod Deus est.
   
 
El que era Dios se ha hecho Hombre,
tomando lo que no era,
pero sin perder lo que era,
y de este modo se hizo Hombre.
   
 
Tú tienes en ese misterio lo que responde a tu flaqueza,
y hallas igualmente en él el principio de tu perfección.
   
 
Elévete Cristo por su naturaleza Humana;
guíete por la unión de su Humanidad con la Divinidad;
y condúzcate hasta la misma Divinidad.
    
 
San Agustín
“In Ioannem”, XXIII, 6.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Poesía que promete


LAS COSAS INVISIBLES

“Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso,
creador de todo lo visible e invisible”
(Símbolo de Nicea)


Podían verlo todo, aún a la distancia,
sin confundir el blanco del vellón o el granizo,
distinguir entre el verde marchito de una acacia,
la retama amarilla y el olivar cobrizo.

Podían ver el tramo final de cada noche,
agazapando sueños bajo una luna fría,
los rebaños ajenos, iguales y distintos,
cada cual con su nombre, su cencerro y su guía.

Eran pastores diestros, podían asimismo,
ver en cada horizonte como en cada cayado,
el porvenir del tiempo, la luz de la madera,
el próximo torrente donde unir al ganado.

Los valles o las cimas no guardaban secretos,
para sus ojos hechos a contornos posibles,
pero un día inefable les fue dada la gracia
de contemplar silentes las cosas invisibles.

Un Ángel fue primero, heraldo del pesebre,
de la impar teofanía custodio y pregonero,
un Angel señalado para que el siglo sepa
que el Verbo se hizo carne y refulge el lucero.

Mas después, tras el Ángel, se dejó ver arriba,
una recia milicia celeste que alababa,
dando gloria al Nacido y paz para los hombres
de voluntad maciza como una antigua aljaba.

Oyeron viejos himnos, salmodias milenarias
hosannas y loores. Al fin todo calló.
Se cumplió la Escritura cuando entre sombras claras
notaron que era aquello lo que oído no oyó.

Danos Señor la gracia de poner la mirada,
en las cosas eternas que no solemos ver,
en las imperceptibles, incorpóreas, perennes,
brotadas al Principio de tu divino ser.

Concede a quienes pueblan esta patria de llantos,
la ciencia de saber que no sólo has creado
lo que pesa, se mide, se calcula o se vende,
sino la Cruz que supo dar nombre a lo fundado.

Haz que el mundo visible se rinda ante tu cuna,
así la sangre abraza dolorida a la llaga,
que la materia entera se convierta en vestigio
de la vez que dijiste: ¡Que la tierra se haga!

Vuélvenos pastoriles los oídos cansados
de escuchar estridencias más oscuras que el lodo,
que nuestra vista sea la de esos mayorales:
diáfana y ascendente para mirarlo Todo.

Antonio Caponnetto


viernes, 23 de diciembre de 2011

Editorial

EL PESEBRE EN LLAMAS

El pasado 20 de diciembre, un revoltijo inmundo de agrupaciones comunistas se dio cita en la Plaza de Mayo para recordar la caída del funesto delarruismo, y la serie de oscuros episodios que envolvió a aquella infeliz jornada.

En tales circunstancias se quemó impunemente un pesebre y un árbol navideño, amén de consumarse las consabidas pintadas agraviantes sobre el frente de la Catedral. Las imágenes del Nacimiento estaban bendecidas, y habían sido hechas por las piadosas manos de unas ex alumnas del Colegio María Auxiliadora. En cuanto al árbol, y mas allá de la vulgarización comercial que de él se ha hecho, no deja de ser un símbolo tradicional del lignum vitae, del leño de la vida, prefiguración del de la Cruz.

Nada cuesta deducir que el  hecho tiene todos los caracteres de un sacrilegio y de una profanación.

Es cierto que aquellos manifestantes blasfemos expresaron su oposición al actual gobierno. Pero también es cierto que coinciden con él en lo sustantivo; esto es, en la subversión cultural, espiritual y moral, en virtud de la cual, unos y otros viven para ultrajar al Decálogo cada día.

Acaso como un símbolo procaz de lo que decimos, Fernando Esteche, uno de los visibles responsables de la manada agresora, es al mismo tiempo profesor en la Universidad Nacional de La Plata, y en carácter de tal ocupó el palco oficial con que las autoridades educativas kirchneristas premiaron a Hugo Chávez el 29 de marzo de 2011. La libertad de la que goza para consumar reiterados desmanes y delitos a la vista del público, es la prueba ilevantable de su condición de compañero de ruta de los actuales dueños del poder.
El Gobierno, pues, no es ajeno a este vejamen. No sólo porque no hace nada para contener el salvajismo o para castigarlo después, sino porque lo engendra y alimenta, lo acompaña y cultiva, toda vez que el desprecio a las enseñanzas de la Fe Católica es política de Estado.

El Ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Diego Santili, se quejó por los ciento cincuenta mil pesos que costó reparar el daño al espacio público. ¡Insensato crapuloso! Como si la ofensa al Verbo Encarnado fuera una cuestión presupuestaria o una alteración del paisaje.

El Jefe de Gabinete macrista, Horacio Rodríguez Larreta, twitteó “lamentar muchísimo que  volviera a vivirse lo que justamente se estaba repudiando”. ¡Imbécil consumado! Como si diez años atrás las masas se hubieran movilizado para repudiar la persecución a la Iglesia. Como si no hubiera un solo y único hilo conductor entre la gimnasia revolucionaria del marxismo, otrora y ahora, década mediante.

La DAIA condenó la afrenta “a un símbolo de la grey cristiana, representativo del espíritu de paz y armonía que las fiestas encarnan”, reafirmando “sus principios permanentes de respeto a los símbolos de todos los credos, de fortalecer los valores de promoción de la diversidad y la armónica convivencia de todos quienes conformamos el mosaico multicolor del tejido social argentino”.

¡Hipócritas! ¡Sepulcros blanqueados! Como si fueran equivalente el Misterio de la Encarnación y los falsos cultos, la Religión Verdadera con las mendaces, la manifestación de Cristo con los tenebrosos enredos sectarios, el horrísono Talmud con el Santo Evangelio, la Natividad del Redentor y las maquinaciones de los deicidas.  Como si no fuera la causa de tanto estropicio “la promoción de la diversidad”, eufemismo vil utilizado para encubrir a los  peores degenerados. Como si “el mosaico multicolor” no fuera otra elipsis para justificar la lenidad absoluta de cuanto pervertido ande suelto.

Cristina y su séquito peronoide, que parlan en cadena a cada instante para inaugurar una cloaca con el nombre de “él”, o comunicarle al país los últimos estertores de su rencor indigno, callaron ante tamaña irreverencia. ¡Miserable ella, de mil maneras merecedora de ser llamada estulta, irreligiosa e infame. Antítesis de la mujer cristiana, deshonor para sus congéneres y encarnadura penosa de arrogancia y maldad. Heredera política al fin de aquel cínico impar que incendiaba los templos, enmandilaba sus leyes, judaizaba sus programas de gobierno y declaraba a la vez su pertenencia a la grey católica.

Los obispos, por supuesto, también callaron. El Arzobispado de Buenos Aires  repone el pesebre, vuelve a bendecir las imágenes, llama a la convivencia pacífica, a la construcción de una sociedad plural, al ecumenismo irrestricto de todas las creencias, y todo sigue su curso. ¡Ciegos que guían a otros ciegos! ¡Pastores devenidos en lobos! ¿Qué más tiene que suceder para que tomen conciencia de la tragedia que estamos viviendo? ¿Qué nueva conducta endemoniada tienen que presenciar para que escudriñen y vean con claridad lo que está sucediendo, para que reaccionen con firmeza, para que luchen con varonía, para que llamen a la resistencia activa y ardiente en defensa de la Cruz? ¿En que momento crucial de sus carreras eclesiásticas fueron emasculados de consuno, para que nadie quiera quebrar la colegialidad cobarde, llamando al combate frontal contra los enemigos de Dios y de la Patria?

En cuanto a los incendiarios, llegan tarde y en vano al festín del demonio. El Cristo que adviene ha derrotado al furente Herodes y ha dado cumplimiento a las profecías. Nace en la próxima, en las anteriores, en las futuras y en las eternas Nochebuenas. Él es el fuego, la lumbre, la llama, la brasa y el ardor.

Contra su ígnea divinidad se estrellan los Caifás y el Sanedrín en pleno. Contra su rostro irrefragable se tumban las teas de los caínes y los judas. Sobre su pecho manso y viril habita el cirio de la Pascua Nueva, las candelas lumínicas de María Santísima, el blandón de José, la promesa intacta de venir a la tierra a arrojar fuego (Lc. 12, 49), y a desear que su combustión amorosa y salvífica se extienda victoriosa sobre todas las naciones de la tierra. 

Antonio Caponnetto
        

jueves, 22 de diciembre de 2011

Históricas

JAPÓN Y LA IGUALDAD RACIAL
  
  
Desde varios números atrás venimos siguiendo con atención los artículos del Sr. Don Carlos García publicados por “Cabildo”, en los que con solvencia se estudian las atrocidades de los vencedores de la segunda gran conflagración mundial. Se plantean las mayores razones que permiten afirmar que los llamados “criminales de guerra” sentenciados por los “Tribunales” al estilo Nüremberg, fueron víctimas de una farsa  de la justicia, algo así como un “Hamlet sin el Príncipe de Dinamarca”.
  
Con verdadero interés al leer la excelente página titulada “Los odios raciales de Franklin Delano Roosevelt”, nos ha parecido pertinente intervenir en el tema. Nuestro objetivo es el de penetrar el escalpelo en los acontecimientos previos sucedidos en París en 1919 durante la llamada Conferencia de Paz.
  
Por otra parte, nuestro deseo es poder agregar algún dato sobre las raíces de las decisiones del nefasto Delano. Personaje de triste fama, por siempre en la  ensangrentada memoria colectiva, dada su culpabilidad en la provocación de Pearl Harbor para entrar en guerra y salvar a la URSS (en diciembre de 1941) amén del criminal acto que fue la entrega, junto a Churchill, de la mitad del mundo a Stalin (en Yalta, febrero de 1945). A lo antedicho no debemos dejar en el olvido, su cínica prepotencia para que, esta América hija de España, declarara las hostilidades contra el Eje que, ya vencido, intentaba detener a los bolcheviques derramándose como muerte roja por Europa (febrero-marzo de 1945).
  
Nos ocupábamos del tema cuando, un querido amigo, nos dio aviso de la  aparición reciente de un  trabajo referido a lo que estudiábamos. Cuando llegó a nosotros, y lo leímos tomamos conciencia de lo excelente del estudio. Éste se encuentra en un tomo de 694 páginas impreso por la Editorial Tusquets de Barcelona (2011) y su título: “París 1919.  Seis meses que cambiaron el mundo”. Su autora es Margaret Mac Millan, de la Universidad de Toronto. Vamos entonces a nuestro tema teniendo a mano derecha el citado trabajo.
  
París en 1919, se había convertido en la capital de los vencedores.  Allí estaban los Tres Grandes: Woodrow Wilson, David Lloyd George y George Clemenceau, dispuestos a levantar la Torre de Babel que pondría orden y paz para siempre en el mundo.  Junto a ellos, sus consejeros.  Wilson con Brandeis y Edward House, Clemenceau con varios personajes de ancestros franceses muy recientes.  Aquí van: Monsieur Lucien Klotz, Monsieur Brandeis y Jeroboam Rotschild con el nombre de Georges Mandel a secas. El otro “príncipe de la paz”, llamábase David Lloyd George con sus “Caballeros de la Round Table”: Mr. Isaac Kerr y Sir Philip Sasoon. Con muy poca seguridad los suponemos de pura cepa anglo normanda.
  
En una atmósfera de “Convento Masónico” “a fin de estar en familia”, dice el francés Jean Lombard Coeurderoy, fue excluido el representante de la Santa Sede, tal como había exigido el Barón Sidney Sonnino, protestante (?) descendiente de sefaradíes, nacido en Egipto y sin embargo, ex representante del Reino de Italia en Londres.
  
En cambio, se aceptó una delegación sionista encabezada por el rabino Stephen Wise.
  
Antes de entrar en el tema, creemos conveniente decir algo, referente a cómo se veían entre ellos los apóstoles del mundo democrático liberal. Comencemos por Wilson, paladín de la democracia, quien llegó a París (13 de diciembre de 1918) llevando a los mejores expertos, algo así, como un “Trust de Cerebros” (el banquero Bernard Baruch entre otros) que, como se vio con el correr de los meses, dispondrían de la suerte del mundo en secreto de gabinete.
  
Era el mismo personaje que en 1913 ya Presidente de los Estados Unidos declaró rotundamente que los norteamericanos “jamás añadirían un pie cuadrado por conquista a su territorio”. Tres años después el mismo Woodrow Wilson  rapiñaba a Nicaragua la zona de un posible nuevo canal, dos islas y una bahía. Antes de esto, y también en el período wilsoniano, “los rubios del norte” intervinieron en Haití, la República Dominicana y México. En esos momentos así pensaba: “Voy a enseñar a los hispanoamericanos a elegir buenos gobiernos”. Insulto a nuestra dignidad que mostró la soberbia del  profesor de cachiporra, con sus treinta y dos enormes dientes postizos.
  
Se llegó al extremo de un desembarco en Veracruz, mientras los periódicos de la “libérrima” cadena Hearst estampaban en gruesos caracteres “Todo México para la Unión”. Argentina, junto a Brasil con Chile, y el desarrollo de la Guerra, hicieron el milagro de frenar los cañones del matón virginiano. En 1917 Wilson derramó lágrimas por el “Lusitania” que la Casa Blanca aceptó fuera hundido en 1915 para hacerlo “casus belli”, tal como probamos con documentos, en una nota que se publicó en esta Revista. Su Secretario y amigo, el coronel Mandel House, escribió en su Diario sobre “los arranques de mal genio, sus inconsecuencias, la torpeza en las negociaciones y su mentalidad estrecha” (Biblioteca de la Universidad de Yale - “Papeles de House”).
  
Ahora veamos algunos apuntes biográficos de George Clemenceau, el otro gran personaje de aquellos años locos en los que se sembraron por Europa y el mundo las bombas que estallarían veinte años después.  Había Nacido en La Vendeé (1841) pero a pesar de su cuna en una tierra martirizada por su lealtad a Cristo Rey, fue un republicano radical y anticatólico acérrimo. Vivió en los Estados Unidos en los últimos años de la década de 1860. Allí contrajo con enlace Mary Plummer. De ese matrimonio nacieron tres niños a los que, junto a su  madre, abandonó en Francia.
  
Colaboró con Emilio Zola en la reapertura del “Caso Dreyfuss” en momentos en que la persecución anticatólica arreciaba y dividía a Francia. El asunto de las listas de los Oficiales del Ejército que, por profesar el catolicismo, había que trabar sus ascensos, deja bien  a las claras el odio jacobino que impregnaba, como de costumbre, al antiteo sistema democrático.
  
Su vida fue un turbión oscuro donde se encontraban  vinculaciones con el “Affaire Panamá” de fines de siglo XIX, sumadas a “demasiadas mujeres de dudosa reputación y acreedores”. Inmoral en su actuación se dijo de él que estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de ganar el mínimo pleito. “Procede de una familia de lobos” expresó alguien que le conocía bien (Mac Millan, citando a F. Stevenson, pág. 112).
  
David Lloyd George en el quinto volumen de sus “Memorias de Guerra” descarga este lapidario juicio: “Amaba a Francia pero odiaba a los franceses”.
  
Su período de esplendor comenzó el 14 de noviembre de 1917 cuando fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros.  “Mi misión —dijo a las Cámaras— es ser vencedor… Yo no os haré promesas. Haré la guerra. Eso es todo”. “Los sospechosos fueron detenidos, encarcelados y ejecutados” (Malet e Isaac: “Historia Contemporánea”, Editorial Hachette, 1949). Se renovó la guerra en todos los frentes… Consiguió entonces una popularidad inmensa que aumentó con la solicitud del Imperio Alemán para firmar un armisticio, el que se concretó el 11 de noviembre de 1918 después de la gigantesca segunda batalla del Marne.
  
Digamos ahora algo sobre David Lloyd George, premier inglés nacido en Gales en 1863. Hijo de un pobre maestro de escuela, su  infancia penosa y casi miserable lo llevó, por resentimiento, a las posiciones extremas de la siniestra. En 1892 debutó en política como diputado, sentándose entre los radicales de izquierda.
  
Pero su fama comenzó cuando, en diciembre del año 1900, como joven abogado, formuló ante la Cámara una denuncia que hizo temblar los fundamentos de la sociedad británica. De acuerdo con sus investigaciones —dijo— acusaba al Clan Chamberlain integrado por el Ministro de Colonias y Diputado Joseph Chamberlain, con su hijo Austen Secretario de Finanzas, de ser accionistas de fuertes empresas bélicas. Esos grupos excluyendo toda competencia, debido a la ley de “Government Contractors”, habían logrado obtener enormes ganancias en la entonces reciente Guerra con los Boers. Asimismo puso en la picota a Neville (segundo hijo del Ministro de Colonias) quien a la cabeza de Elliot Metal Co., empresa también armamentista estaba vinculado a los contratos con el Almirantazgo. Mr. Neville (el mismo que declaró la guerra a Hitler en 1939) fue acusado, años después, ante el Parlamento por idénticas corrupciones: derivar los pedidos bélicos del Gobierno hacia sus fábricas.
  
Desde la época victoriana el pequeño grupo de la sociedad inglesa no aceptó jamás que nadie tuviese una posición crítica frente a la vieja práctica de entremezclar negocios con política. La excepción fue Lloyd George, durante la guerra de 1914, cuya presencia en el gabinete se prestó para servir los intereses de la casta. Cumplía con humildad un servicio porque era necesario no intranquilizar al pueblo,  que  en definitiva soportaba las cargas impositivas de la guerra.
  
Estas fueron las marionetas en el “Grand Guignol” del París orgiástico de 1919. Dediquemos ahora unos párrafos al asunto del Japón, el motivo clave de estas cuartillas.
  
El Imperio del Sol Naciente participó en la  Conferencia de Versalles pero con perfil  bajo.  El jefe de la delegación era el Príncipe Saionji, hombre sutilísimo de brillante inteligencia, que se había recibido de abogado en La Sorbonne y Licenciado en filosofía y literatura de Occidente. Sus hombres de primera fila lo eran el Barón Makino y el Vizconde Chindo, quienes demostraban ser orientales: “silenciosos, fríos y vigilantes”.
  
El Japón era una novedad en la escena mundial. Durante más de doscientos años los Emperadores no habían sido más que figuras decorativas. Virtualmente, eran prisioneros de los Tokugawa, integrantes de los Shogún (Señores de la Aristocracia Militar) los que, por siglos, habían cerrado el Japón a toda vinculación con el exterior.
  
Esto cambió radicalmente luego que el Comodoro Mattew Perry en 1853, con sus “naves negras”, obligara a los Shogunes, a abrir los puertos con las balas de su artillería. Fue “el gran salto adelante”. El Emperador Meiji y luego Taisho vencieron a los Señores pasando a residir en Tokio. El misterioso Japón de otrora, en poco tiempo se transformó, con fundiciones siderúrgicas, sextuplicando las manufacturas y con ferrocarriles en creciente desarrollo. Un Ejército a la prusiana, y una Marina, cuarta en el mundo, coronaba el potencial.
  
El avance del Mikado preocupó mucho a los Estados Unidos que en 1898 con la Guerra de Cuba se adueñaron de Filipinas y de la base de Guam, anexándose  las islas Hawaii. Teddy Roosevelt con su democrática “política del garrote” comenzó la fortificación de Pearl Harbor impulsando una poderosísima marina la que, con el Canal de Panamá detentado por los yankees, se denominó de “dos océanos”. Los objetivos clarísimos: continuar  la expansión en las regiones del “día después”. El Imperio japonés, mientras tanto, vencía a China anexándose Formosa y luego Corea en 1910.
  
En 1904 sorprendió al mundo destruyendo dos flotas rusas y obligando al Imperio del Zar a solicitar la paz (1905), con la que obtuvo Port Arthur. El “peligro amarillo”, fue lanzado como arma para el “apartheid” en el masónico Estados Unidos de América. De esta manera describe  la situación la autora canadiense Mac Millan: “En los años anteriores al conflicto mundial los hombres de negocios japoneses se quejaban de las humillaciones. En California los nipones perdieron el derecho de comprar tierras, luego el de arrendarlas y finalmente de traer a sus esposas. En 1906 el Consejo Escolar de San Francisco, enviaba a los niños chinos o japoneses a clases separadas. A los inmigrantes chinos y japoneses les costaba cada vez más entrar en Canadá y Estados Unidos y les era imposible en el caso de Australia incluso, durante la guerra, cuando los nipones eran aliados del Imperio Británico”.
  
Pese a todo, el Japón de 1914 entró en la contienda y ocupó Shantung, estratégica zona germano-china que controlaba el flanco sur de Pekín, jaqueando el río Amarillo y el Gran Canal que comunicaba  norte y sur, en el Celeste Imperio. En el Océano Pacífico, se posesionaron de las islas Marshall, las Marianas y las Carolinas, junto con los atolones y arrecifes desde Hawaii a las Filipinas. La importancia radicaba en que esos islotes estaban en el camino directo de los Estados Unidos hacia Filipinas.
  
La movilización y gastos bélicos hicieron que el Emperador Taisho exigiera una “Cláusula de Igualdad Racial” en base a los “principios  wilsonianos”. Todo empezó a tambalear porque el Paladín de la Democracia, Mr. Woodrow Wilson, “no era un liberal cuando se trataba de la raza” (Mac Millan, obra citada, página 408).
  
Finalmente la Comisión de la Sociedad de Naciones votó favorablemente la discutida cláusula. Sin embargo, la misma, fue vetada por Wilson en base “a que las grandes objeciones impedían aceptarla” (Mac Millan, obra citada, pág. 410). El falso profeta quedó desnudo ante el mundo, mostrando impúdicamente su fariseísmo. El camino testamentario de Wilson, como criminal de guerra, llegó a los horrores atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Sus albaceas, con honores, gozaron de impunidad total y se llamaron: Salomón Truman, Winston Churchill y José Stalin.
  
Luis Alfredo Andregnette Capurro
   

lunes, 19 de diciembre de 2011

Los crímenes de los jueces de Nüremberg

EL CALVARIO
DEL PUEBLO ALEMÁN
  
  
El bombardeo estratégico —también llamado “de saturación” o “de terror”— sobre Alemania, se convirtió en el principal y a veces exclusivo recurso de la ofensiva británica.
  
Las palabras del propio Winston Churchill, en sus “Memorias”, nos relevarán de profundizar en el tema: “El horrible método de bombardear ciudades abiertas desde el aire, iniciado por los alemanas, fue repetido —y veinte veces superado— por las fuerzas siempre en aumento de los aliados, y encontró su culminación en el uso de las bombas atómicas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki”.
  
Falsea la verdad el primer ministro inglés. No fue Alemania la que empezó con los bombardeos sobre la población civil. En 1939 Chamberlain dispuso el primer bombardeo y en  mayo de 1940, Churchill ordenó el bombardeo sobre el Ruhr.
  
Así lo sostiene también el célebre crítico militar inglés Fuller: “El 11 de mayo de 1940 —Churchill— ordenó bombardear la ciudad de Freiburg. Pero Hitler no devolvió el golpe, aunque no cabe la menor duda de que estos ataques contra Freiburg y otras ciudades alemanas lo impulsaron, a su vez, a pasar al ataque” (cfr. “The conduct of War”).
  
El Subsecretario del Ministerio del Aire británico, J. M. Spaight, es categórico en la materia. Reconoce sin ambigüedad que: “empezamos a bombardear las ciudades alemanas antes de que el enemigo procediera de igual forma contra las nuestras. Es éste un hecho histórico que debe ser públicamente admitido. Pero como teníamos dudas respecto del efecto psicológico de la desviación propagandística de que habíamos sido nosotros quienes habíamos empezado la ofensiva de bombardeos estratégicos, nos abstuvimos de dar la publicidad que merecía a nuestra gran decisión del 11 de mayo de 1940” (cfr. “Bombing Vindicated”).
  
Por si alguna duda pudiera albergarse sobre la cronología de los ataques, aclara Spaight: “Hitler comenzó a contestar contra los bombardeos a ciudades más de tres meses después de que la Royal Air Force los hubiera iniciado y siempre estuvo dispuesto, en cualquier momento, a suspender esta clase de guerra. Desde luego, Hitler no quería que continuase el mutuo bombardeo” (ídem anterior).
  
Recuerda Rassinier que es Churchill en sus “Memorias” quien escribe que el instigador de los bombardeos fue Lord Cherwell. ¿Quién era Lord Cherwell?, se pregunta el autor: “Era un tal profesor Lindemann, un hebreo emigrado de Alemania en 1935. Ese noble lord era el Presidente del Bomber Command” y dependía exclusivamente de Churchill (cfr. Churchill, “Su hora más gloriosa”, pág 349).  Siendo civil, tenía autoridad sobre los jefes militares del Comando de Bombardeo.
  
En el informe que confeccionó Lindemann, asistido por David Bensussa y Salomón Zuckerman, aconseja bombardear masivamente “para zapar la moral del enemigo, dirigidos contra zonas obreras de las cincuenta y ocho ciudades alemanas cuya población supere los cien mil habitantes…”
  
Continúa Rassinier recordando que “El conocido escritor y hombre de ciencia Charles Snow publicó en Londres en 1961, el libro «Science and Govemment», en el que afirma: «El Plan Lindemann fue adoptado bajo la presión conjugada de los jefes de la aviación inglesa y, naturalmente, los medios Judíos tan poderosos entonces en el gobierno»”.
  
Quizás el caso emblemático sea el bombardeo sobre Dresden. El francés Faverjon, en “Mentiras de la Segunda Guerra Mundial”, recuerda que: “El informe del jefe de policía de Dresden del 20 de marzo de 1946 indicaba que se habían identificado 202.000 cadáveres y estimaba que el número total de víctimas era de 250.000. (Contra las cuatrocientas de Coventry, mayor  registro de bajas inglesas en un bombardeo alemán). El jefe de Estado Mayor del sector defensivo de la ciudad confirmó estas cifras porque tuvo acceso al informe definitivo de la policía, fechado a fines de abril. En cuanto a los daños materiales, en seguida se ve que fueron terribles: veinte kilómetros de la ciudad habían sido arrasados (o sea un 75% de su radio de influencia); de las doscientos mil viviendas, unas noventa mil no eran más que un montón de ruinas humeantes. Para llegar a tal paroxismo de destrucción (recordemos que los bombardeos de Dresden produjeron el doble de muertos que la explosión atómica que, literalmente, hizo desaparecer a Hiroshima), los Aliados pusieron en marcha lo que en ese momento se llamó un «bombardeo extensivo sobre zona»”.
  
Según Santiago Mata, en “Holocausto estratégico. Bombardeos en la Segunda Guerra Mundial”, sólo los norteamericanos, entre 1942 y 1945, arrojaron un total de 1.463.423 toneladas de bombas sobre el teatro europeo.
  
Durante el conflicto habían producido 7.431.001 bombas, de las cuales 1.151.885 eran incendiarias. Los británicos, que fabricaban a razón de sesenta mil bombas incendiarias por semana, arrojaron sobre Alemania un total de ochenta millones durante toda la guerra. Los Aliados mataron a 2.050.000 personas y dejaron sin casa a siete millones y medio de alemanes. Por su parte los alemanes, en toda la extensión de la guerra, mataron a 60.595 ingleses como consecuencia de sus bombardeos con aviones y bombas teledirigidas.
  
A los fines específicos de estos bombardeos, los americanos habían encomendado al científico de Harvard, Louis Fieser, jefe de la sección explosivos del National Defense Research Committee, estudiar la fuerza explosiva e inflamabilidad del divinilacetileno.
  
Fieser descubrió que en su contacto con el aire, esta sustancia producía geles inflamables, fue así como nació la tristemente célebre “napalm”. Estos geles se inflamaban por sí, con el impacto propio de la bomba, o a través del agregado de fósforo blanco, alcanzando una temperatura superior a los dos mil grados centígrados, generando la temida “tormenta de fuego” que era suficiente para calcinar toda vida existente en su amplio radio de acción. Esta terrible combinación incendiaria fue la utilizada por los Aliados en sus ataques contra Alemania.
  
A su turno, los británicos habían diseñado la bomba explosiva de alta capacidad, de dos mil y cuatro mil libras, pensadas para los bombardeos estratégicos. La característica principal de este artefacto era que explotaba sobre la superficie y no al incrustarse en ella.
  
Tal circunstancia aseguraba la destrucción de los edificios que recibían plenamente su poder explosivo, el que no se menguaba por la amortiguación que naturalmente produce el cráter.
  
Otra de las ciudades alemanas que se vio sometida a incesantes bombardeos fue Colonia. En la noche del 30 de mayo de 1942 que recibió 1450 toneladas de bombas, de las cuales 957 fueron incendiarias. El daño fue significativo, cerca de quinientos habitantes muertos y aproximadamente trece mil edificios destruidos.
  
En la noche del 28 de junio de 1943, seiscientos ocho bombarderos dejaron más de cuatro mil muertos y a doscientas treinta mil personas sin hogares. Recuerda Mata que “A petición de los católicos de la ciudad, el arzobispo concedió que, en caso de bombardeo, se pudiera lograr indulgencia plenaria rezando una simple oración: «Señor Jesús, misericordia»”.
  
El terror también se apoderó de Hamburgo donde fueron virtualmente barridos varios barrios y las iglesias reducidas a ruinas. El ataque de los ingleses y los norteamericanos se reiteró sobre una ciudad que se hallaba indefensa: cayeron 4.491 toneladas de bombas explosivas y 4.192 toneladas de bombas incendiarias. Recuerda Mata: “Los múltiples fuegos agrupados provocaron una tormenta de fuego, con vientos de succión huracanados que dejaban sin oxígeno a cuantos estaban dentro o cerca de ella: en su perímetro la temperatura era de ochocientos grados centígrados. Casi un  tercio de los edificios habitación y el 56% de los pisos quedaron destruidos. Con seguridad hubo más de cuarenta y un mil muertos… novecientas mil personas huyeron de la ciudad. La mayoría de ellos pensaba que había llegado el fin de la guerra, sino el fin del mundo”. La destrucción y muerte sembrada en Hamburgo no tuvo incidencia alguna en el curso de la guerra. Fue simplemente el terror por el terror mismo.
  
Podríamos seguir citando casos y casos de bombardeos que sólo aportarían nuevos testimonios de horror. Basta recordar Schweinfurt (24 de octubre de 1943), donde se arrojaron 459 bombas explosivas de mil libras, 663 de quinientas libras y 1.751 incendiarias; de Berlín, que sólo entre agosto de 1943 y marzo de 1944 recibió 17.000 toneladas de bombas explosivas y 16.000 de incendiarias, con un saldo de 9.390 civiles muertos; de Essen, que en marzo de 1943 recibió 172 bombardeos y perdió el 7,7% (6.384) de su población civil y 60.000 de los 65.000 edificios que la conformaban; de Kassel, que el 4 octubre de 1943 perdió a 414 civiles, entre los que se contaron noventa niños y quince empleadas del hospital infantil de la Gagernstrabe y posteriormente recibió 416.000 bombas incendiarias —cuyo blanco era la plaza y, como ya era común, la iglesia— con un saldo de diez mil muertos; de Bremen, que en la noche del 18 de agosto de 1944 recibió una tormenta de fuego con 68 minas, 10.800 bombas de fósforo y 108.000 incendiarias, lo que arrojó un saldo 1.054 muertos.
  
A esta lista podrían también sumarse Stuttgart, Darmstadt, Nüremberg, etc., etc., todos testimonios de uno de los más feroces holocaustos que pueda recordar la memoria humana.
  
En una ironía macabra, afirma el brigadier general Wallace que “…Hitler había dicho una sola verdad en su vida, cuando expresó al subir al poder: «¡Dejadme a Alemania por diez años, y al término de ese tiempo, no seréis capaces de reconocerla!». Más tarde, cuando personalmente observamos la destrucción y la devastación de las ciudades alemanas, producidas por nuestras fuerzas aéreas y nuestra artillería, comprobamos el verdadero sentido de esta cínica declaración”.
  
¡Qué extraño juicio el del general Wallace! En él califica como cínico a su oponente, pero nada dice, ni esboza arrepentimiento o condena alguna, frente a quienes arrasaron ciudades enteras sin ninguna necesidad y en la más franca oposición a todas las normas de la guerra aceptadas por las sociedades civilizadas.
  
Carlos García
  

viernes, 16 de diciembre de 2011

Judiciales


SITUACIÓN ACTUAL DE LOS
PRISIONEROS DE GUERRA


En la ciudad de La Plata, el pasado martes 20 de septiembre, el Dr. Alberto Solanet pronunció una clase magistral sobre la Guerra Revolucionaria en la Argentina, y la actual situación de los prisioneros de guerra. Por razones de espacio sólo podemos publicar los siguientes fragmentos. Sepa el lector aprovechar tan valientes, oportunos y justicieros conceptos.

 
Amigos: […]
    
Ante el estupor de muchos que así lo consideraban, e impulsada por motivaciones ideológicas y resentimientos, la confrontación resurgió, y, con auspicio del presidente Kirchner, se forjó una visión asimétrica y unilateral del último medio siglo, según la cual los militares e integrantes de las fuerzas de seguridad fueron considerados malvados asesinos que persiguieron a jóvenes idealistas que sólo querían procurar el bien de las clases más humildes. Se ha predicado a tiempo y a destiempo, el odio y el resentimiento contra un solo sector de la contienda, como si la guerra se hubiera desatado sin que nadie la hubiere provocado […]
       
El impulso y presiones del poder político kirchnerista sobre el Congreso y la Justicia han llevado a que ésta actúe por encima de los principios que deben regirla y que nunca debieron abandonarse. La anulación de las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final rompió con el precepto legislativo de que las leyes no se anulan sino que se derogan o se modifican. A partir de allí y con la complicidad de la Corte Suprema, quedaron arrasados los principios de legalidad, de irretroactividad de la ley penal, cosa juzgada, aplicación de la ley penal más benigna etc… De esta forma cientos de militares con destacados servicios y carreras impecables, luego de haber permanecido sin objeciones en sus respectivas fuerzas, ascendidos a jerarquías superiores en plena democracia, algunos de ellos condecorados por el Congreso como héroes en la guerra de Malvinas, comenzaron a ser imputados por la justicia por hechos ocurridos casi treinta años atrás, detenidos y sometidos a un largo encarcelamiento sin pena ni juicio.
       
El mismo Estado que durante un gobierno constitucional les encomendó aniquilar las fuerzas irregulares que sumieron al país en la violencia de una guerra revolucionaria, el mismo que dictó las leyes que significaron tres amnistías sucesivas, el mismo que revisó prolijamente sus casos y luego los mantuvo en actividad durante mas de quince años sin cuestionamiento alguno, ese mismo Estado modificó radicalmente su postura e instaló una persecución implacable e ilegal.
      
Este mismo Estado se ha llevado a prisión a más de mil miembros de las fuerzas armadas y de seguridad, mientras esta misma justicia no ha alcanzado a los terroristas que estas fuerzas combatieron. Se trata entonces, de presos políticos entre los que debemos contabilizar, hasta ahora, ciento cuarenta y cinco muertos en cautiverio. Digo hasta ahora, por cuanto el propósito de los ideólogos que hoy rodean el poder, es materializar el odio y la venganza con la muerte de todos […]
    
La cuestión no es ya meramente jurídica sino de naturaleza moral. No es el horror de la guerra lo que está bajo examen sino la opción sistemática por alternativas que, transcurridos casi cuarenta años desde que comenzara la etapa más violenta de la contienda, alientan el odio y la desintegración social, empujando a los más extremados a reacciones graves e imprevisibles. Están presos por haber cumplido con su deber, por haber peleado en defensa de la Nación. […]
     
Una de las peores sensaciones, es asumir que las respectivas fuerzas a las que pertenecen, y que oportunamente les ordenaron combatir, hoy los han dejado a merced del enemigo […]. Muchos de los jueces, responsables de los detenidos, someten a estos a verdaderos tormentos, como es soportar la cárcel cuando ya son ancianos o están seriamente enfermos. Esta gente está condenada a muerte, pero a una muerte lenta […]
        
Los propios jueces que condenaron a las Juntas han manifestado su desacuerdo con este enfadoso desvío de la justicia. Así se expresaron en el reportaje publicado en el suplemento “Enfoques” de “La Nación” del 15 de agosto de 2010, al Dr. Strassera: “este gobierno quiere prolongar estos juicios como forma de agitar la banderita de los derechos humanos”. A su vez, el Dr. Ledesma: “Nosotros en 1985 no juzgamos a las Juntas por delitos de lesa humanidad, juzgamos por delitos comunes”, y agrega: “yo creo que si se admite la imprescriptibilidad, que acabo de decir que viola el principio de legalidad, también debían ser juzgados hoy en día los líderes de la subversión” y finaliza afirmando que “creo que el principio de legalidad no puede ser derogado por nada porque es uno de los logros más importantes de la civilización”. El Dr. Torlasco por su parte dijo: “Aquí en este momento se están juzgando hechos que normalmente hubieran estado prescriptos de acuerdo con el artículo 18 de la Constitución. Se está juzgando por la aplicación retroactiva la convención sobre imprescriptibilidad de delitos de lesa humanidad”. Finalmente, el Dr. Moreno Ocampo opinó: “Yo creo que la objeción de Ledesma de que los crímenes de lesa humanidad, si no se utilizaron en el juicios, no se pueden utilizar para la prescripción, es válida. Aquí hay un problema grave de prescripción”.
         
Rechazaríamos, también por razones morales, que se cometan las mismas aberraciones jurídicas con quienes ayer agredieron a la Nación y hoy gozan de los favores oficiales y desempeñan altísimos cargos en los tres poderes del Estado Nacional. Las acciones penales contra todos los contendientes están irreversiblemente extinguidas y así deberán declararlo en algún momento los jueces, si la Justicia es finalmente restablecida. Porque, como lo ha declarado la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales en su dictamen del 25 de agosto de 2005, descalificando la línea jurisprudencial iniciada a partir del año 2004, “los principios de legalidad, irretroactividad de la ley penal, ley penal más benigna, cosa juzgada, derechos adquiridos, no sólo están en el texto de la Constitución Nacional, sino en su espíritu y, más aún, constituyen la esencia del constitucionalismo clásico de los siglos XVIII y XIX, principios que no han sido modificados por las etapas posteriores del constitucionalismo, que tienen varios siglos de vigencia y que nunca han sido cuestionados”.
       
Desde el poder, con un cinismo insoportable, se exaltan los derechos humanos a través de genuinos intérpretes de una concepción groseramente restringida de tales derechos, opuesta a la nota esencial de universalidad que debe caracterizarlos. Es una concepción viciosa, que hoy, para un sector importante de los argentinos, sustituye a la legalidad, y para otros sirve de marco de impunidad para cometer cualquier clase de delitos y realizar pingues negocios. Ya no rigen ni las garantías constitucionales ni el Código Penal para aquellos que han sido fulminados por la acusación de haber cometido delitos de “lesa humanidad”.
       
Los agresores de la sociedad civil, ahora son apañados y se los destaca como personalidades ejemplares, además de ocupar altos cargos en el Gobierno. A los causahabientes de quienes se alzaron en armas contra el Estado se les pagaron abultadas indemnizaciones. Los “derechos humanos”, han sido utilizados por el kirchnerismo como herramienta política, para conseguir el poder que no tenían, además, como ya dije, y está a la vista, al servicio de un pingue y obscuro negocio, del que nosotros, a través de una acción de amparo que interpusimos, solo podremos sacar a la luz una pequeña punta del iceberg.
          
En efecto, luego de una minuciosa investigación, llevada a cabo por uno de nuestros abogados, el Dr. Oscar Vigliani, se pudo acreditar que sesenta y ocho personas que figuran como desaparecidas, cuyos causahabientes cobraron, por ese motivo, más de doscientos mil dólares por cada uno, en realidad eran guerrilleros que participaron y fueron muertos en combate, en los ataques al Regimiento 29 de Infantería de Monte, en Formosa; los cuarteles de Azul, Villa María, Fray Luis Beltrán y Monte Chingolo.  Todo ello con anterioridad al 24 de marzo de 1976, en plena vigencia de gobiernos de iure. Es decir, estamos ante el absurdo que el propio estado indemnizó a parientes de quienes se alzaron en armas en su contra. Como dije, ésta es solo la punta de una gigantesca defraudación, obra de una banda de desaprensivos funcionarios, que le ha costado millones de dólares al Estado, millones de dólares a los argentinos, se estima entre 1.500 a 1700 millones de dólares, que han ido a parar sin control alguno vaya uno a saber a cuantos obscuros intermediarios y funcionarios que han medrado, nada menos que a través de la muerte de otros, que, si bien profundamente equivocados, jugaron su vida por ideales que estos depredadores dicen sostener, pero que en la guerra no movieron un dedo, sino que se dedicaron, al menos los Kirchner, a los negocios en Santa Cruz. Puedo adelantarles que el Ministerio de Justicia ha reconocido que efectivamente, los familiares de treinta de los denunciados en nuestra acción de amparo, recibieron las indemnizaciones previstas para los desaparecidos. Como se ve, es la punta del iceberg.
        
Me imagino que los llamados “jóvenes idealistas”, que en ese entonces se alzaron en armas contra el Estado argentino, poniendo en juego sus vidas, de ninguna manera habrían sospechado que su lucha iba a concluir en este descomunal negociado.  Resulta que ahora los derechos humanos son fuente de negocios.  Derechos Humanos S.A., como los llamamos […]
         
Parece que tamaña corrupción no conmueve a nadie. Sobre esto nadie habla, la sociedad guarda silencio, en general por ignorancia y la dirigencia política también guarda silencio, pero este silencio sí es doloso.
         
Como dije, a instancias del Poder Ejecutivo, el Congreso resolvió anular los indultos que habían sido homologados por la Corte Suprema y las leyes de obediencia debida y punto final que habían extinguido las acciones penales, leyes de amnistía que fueron declaradas constitucionales por el mismo alto Tribunal.  Luego, la Corte Suprema a través de distintos fallos, dócil a las órdenes del Poder Ejecutivo, posibilitó la reapertura de los procesos, vulnerando la garantía de la cosa juzgada, violando de modo manifiesto el principio de legalidad, aplicando retroactivamente normas penales, desnaturalizando la forma republicana de gobierno, desconociendo la presunción de inocencia que tienen todos los procesados, negando la detención domiciliaria a quienes en derecho les correspondía, excediendo en muchos años los límites impuestos a la prisión preventiva por la Convención Americana sobre Derechos Humanos y su ley reglamentaria, y ejecutando un amplio abanico de medidas persecutorias que sólo sirven para profundizar la discordia y frustrar la necesaria unión nacional.
         
La Convención Reformadora de 1994, en la misma sesión plenaria que aprobó la redacción del actual artículo 75 inciso 22 y otorgó jerarquía constitucional a varios convenios internacionales, rechazó la pretensión de que los delitos de lesa humanidad fueran imprescriptibles y no susceptibles de amnistía, indulto o conmutación. ¿Cómo es posible que ahora se reclame que los jueces juzguen y condenen rápidamente a quienes ya han sido amnistiados o indultados por delitos que, además, se encuentran prescriptos?
        
Señores, nosotros no nos agrupamos para reivindicar el llamado Proceso. Sin embargo somos concientes que en los años setenta hubo una guerra, y que la subversión marxista agresora, fue derrotada en el terreno de las armas, por esas Fuerzas Armadas que combatieron en defensa de la Nación. Cambió el campo de batalla de la antigua guerra sucia de los años setenta entre terroristas que atacaban y militares que defendían.  Ha sido ahora reanudada, después de años de olvido y de tranquilidad, en este nuevo campo de acción: el ámbito judicial, a través de juicios plagados de irregularidades y arbitrariedades contra los imputados.
          
Somos consientes de que se cometieron torpezas en medio de la guerra. Pero somos igualmente conscientes de que hoy, en tiempos de paz, tanto el poder político, en el que muchos de los terroristas de entonces se han encaramado, y los jueces prevaricadores que le son funcionales, llevan adelante este plan perverso de odio y venganza, que, además demolió las Fuerzas Armadas y de Seguridad, dejando, hoy, a la Nación absolutamente indefensa ante la región y el mundo.
Estos jueces deberán responder por la responsabilidad que les cabe. Hoy podemos afirmar, con inmensa preocupación, que respecto de un importante sector de la ciudadanía, la legalidad y el derecho, han sido sustituidos por un esquema ambiguo y difuso denominado “política de derechos humanos”.
           
En agosto del año pasado, en una elocuentísima demostración de la decadencia que vivimos, el presidente de la Corte, Dr. Lorenzetti, acompañado de varios ministros y políticos, absolvió posiciones ante las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y frente al prevaricador Garzón, quien tuvo la osadía de visitarnos, para fiscalizar la conducta de estos jueces serviles y prevaricadores como él.  En esa oportunidad y ante semejante auditorio, el Presidente del máximo Tribunal de la República, declaró que “no habrá marcha atrás en los juicios de derechos humanos”, y agregó que el avance de estas causas no sólo es el resultado de una decisión política, sino del involucramiento de todos los poderes, y en especial, enfatizó, del poder judicial. Continuó manifestando que “el avance de los juicios por derechos humanos son el resultado del esfuerzo institucional de los tres poderes del Estado”, y afirmó que valoraba la decisión del Congreso de anular las leyes de punto final y de obediencia debida como la de la propia Corte de declarar imprescriptibles los delitos de lesa humanidad. Como broche de oro, dijo que habían creado una comisión interpoderes para llevar adelante esa “política de Derechos Humanos” como una política de Estado. Para colmo, acaba de editar un libro: “Derechos humanos: justicia y reparación”, en el que ratifica con clara contumacia estos desvaríos y será presentado, con bombos y platillos el 27 de este mes en la Facultad de Derecho del UBA. El marco, será el de siempre, Madres de Plaza de Mayo, Abuelas, y demás acólitos de la izquierda revolucionaría. No quiero imaginar cuantos dirigentes políticos se sumaran a la demostración. En un anticipo publicado en la revista “Noticias”, el Dr. Lorenzetti manifestó que “los juicios de lesa humanidad forman parte del contrato social de los argentinos y constituyen una decisión colectiva, un consenso que va mas allá de cada dirigente, que no tiene dueño y que nadie puede ya impedir”.
        
Señores, me extendí en estas manifestaciones del Presidente de la Corte, por cuanto considero que son de una gravedad extrema.  Se acabó la República por cuanto hace tabla rasa con la división de poderes, comete un grosero prejuzgamiento, reitera el gigantesco prevaricato en el que incurrió la Corte, evidencia que se ha operado la sustitución del Código Penal, por una difusa “política de derechos humanos” y, al declarar que esta injusta política es una política de Estado, está descartando la posibilidad de la reconciliación de los argentinos. El desprecio por los grandes principios del derecho y el abandono de la legalidad significan la destrucción del sistema civilizado de convivencia.  Ningún ciudadano debiera consentirlo y ningún hombre de derecho dejar de denunciarlo. Creo que hay mérito suficiente para pedirle el juicio político […]
           
Todo esto configura un verdadero desvarío jurídico que incrementa el rencor y el resentimiento, y, como dijo Recondo, ex-presidente de la Asociación de Magistrados, “el desapego a la ley en defensa de intereses facciosos, ha tocado fondo en la argentina” […]
         
La sociedad en general, la dirigencia política y empresaria dan vuelta la cara ante esta ominosa realidad. No es políticamente correcto hablar del asunto. Esta ponzoña, que envenena el alma de nuestros ciudadanos desde su más tierna infancia, no ha merecido, que yo sepa, salvo contadas excepciones, la más mínima condena. En estos tiempos de campaña electoral los dirigentes políticos, nos hartan con sus peroratas vacías, en las que ignoran dolosamente los hechos apuntados, sobre todo algunos que no se cansan de hablar de la moral y los valores. No se sabe de que moral y que valores, ya que, cuando les tocó como diputados, votaron por el matrimonio homosexual, o le hicieron “una verónica” como expresó con un cinismo insoportable una de las candidatas a la presidencia […]
          
Esta realidad que hoy denunciamos está en sintonía con el formidable avance de una implacable revolución cultural que, aunque originada en el mundo, antes de ahora, ha cobrado en estos últimos tiempos una inusitada gravedad en nuestra patria, afectando severamente el orden social y especialmente a la institución de la familia, con leyes como la del matrimonio homosexual, ahora acompañada con la posibilidad de cambiar el sexo, y el aborto, estas últimas a las puertas de ser sancionadas.  Ello se suma a la destrucción de las Fuerzas Armadas, a la persecución que padece la Iglesia Católica, cuya influencia y ascendiente en la sociedad argentina se intenta reducir a la mínima expresión, empujándola a recluirse en el secreto de sus templos y a desertar de su misión providencial de formar a los hombres para la construcción de una sociedad justa. La cizaña ha crecido mucho en nuestra patria, pero no desesperemos, todavía queda trigo bueno y en algún momento llegará el tiempo de la siega.
  
Hemos denunciado, y no nos cansaremos de hacerlo, que el avasallamiento de los principios más básicos del derecho, empezando por el principio de legalidad, origina que cualquier ciudadano argentino esté en libertad condicional, sujeto al capricho del poder político. Esto no es una presunción retórica.  Hemos visto como, desde la Presidencia de la República, se impulsó el procesamiento y encarcelamiento de conocidos empresarios, vinculados a los medios mas importantes de la prensa escrita, a Jueces, a quienes considera hostiles a los fines del Gobierno, acusándolos de absurdos delitos de “lesa humanidad”. Les decimos a quienes hasta ahora se han mantenido indiferentes ante esta lacerante realidad, que pueden ir por ellos y por sus bienes. La persecución no tiene límites.
     
La paz social, la verdadera paz, definida por San Agustín como “la tranquilidad en el orden” es una condición indispensable para cualquier gobierno que se proponga un mejor futuro. La confrontación no debiera ser un instrumento de poder. Es imprescindible volcar los esfuerzos y las esperanzas hacia un futuro que debería construirse con todos y para todos los argentinos. Por ello, se hace necesaria la pacificación y reconciliación. Que Dios nos ayude.
  
Alberto Solanet