viernes, 20 de enero de 2012

Defensa de la vida


REPUDIO A LOS ABORTISTAS
  
  
Ante la bestial tentativa del crimen del aborto que en estos días se ha conocido, reproducimos una antigua declaración del Centro de Investigaciones de la Problemática Familiar (CIDEPROF), con sede en San Rafael y presidido por el Dr. Ricardo S. Curutchet, que nos place hacer nuestra, adhiriendo a todos y a cada uno de sus vigorosos términos.
  
  
El crimen del aborto es el asesinato más vil y repugnante, pues se perpetra en perjuicio de la persona más inocente y, por añadidura, de la persona más dependiente de protección.
  
En los recientes casos de La Plata y de Mendoza, los hechos, cometidos en perjuicio de dos personas inocentes y absolutamente indefensas, por quienes tienen a su cargo el velar por ellos y por su salud, como son su madre y sus parientes más próximos, los médicos y las autoridades, violan escandalosamente la ley y el orden natural y la Constitución Nacional, los Tratados internacionales incorporados a ella y las leyes vigentes.
  
Violan primeramente la ley natural, que es la ley de Dios impresa en la mente de los hombres y en virtud de la cual éstos pueden discernir el bien y el mal, ya que nunca, bajo ningún pretexto, es lícito matar a una persona inocente. Violentan el orden natural porque quienes tienen principalmente el deber de custodia y cuidado —la madre, primero que todos, y sus representantes si ella es incapaz— son quienes practican a quienes deben proteger el mayor daño posible, privándolos de la vida.
  
Violan la Constitución Nacional que ha incorporado a su texto normas que expresamente mandan la tutela del niño desde el momento de su concepción. Violan las leyes, entre ellas las mismas sancionadas por este Gobierno, como la Ley 26.061, de abril de este año, que encomiendan a las autoridades la protección integral de los derechos de los niños y que, en caso de omisión de la observancia de esos deberes por parte de los órganos del Estado, habilitan a todo ciudadano a interponer las acciones administrativas y judiciales a fin de restaurar el ejercicio y goce de tales derechos, a través de medidas expeditas y eficaces. Los jueces no sólo no han procurado la tutela de esos niños sino que han negado legitimación a quienes han actuado en su defensa.
  
Los asesinatos son particularmente escandalosos y comprometen nuestra responsabilidad como pueblo y como Nación, desde que han sido promovidos y facilitados por las autoridades que nos representan y gobiernan.  Estos crímenes se acumularán y pesarán sobre sus cabezas, estos crímenes claman contra ellos hasta el cielo.
  
No se trata de unos crímenes más, de los tantos que se perpetran en nuestros días. En estos abortos recientes hay algo que trasciende los alcances de un delito individual, de un asesinato particular, de un acto de cobardía, de acciones personales originadas en la miseria humana y en nuestra condición pecadora.
  
Son actos públicos, impulsados, promovidos y financiados por el Estado y por organizaciones que crecen al cobijo del Estado; actos que comprometen a toda la Nación y por los que toda la Nación debe reparar. Son actos ejecutados por el concierto de las autoridades de la Patria y que —bajo el pretexto hipócrita de humanitarismo sentimentalista— están inspirados en un profundo odio a la Fe, a la Religión, a la Moral y a la Iglesia; actos que directa e intencionalmente atacan el orden natural; acciones cuyo fin último es degradar a la sociedad, hacerla cómplice y partícipe del mal, actos contra la Verdad y la Vida hechos ex-profeso buscando conculcarlas y no sólo obtener las mezquinas y supuestas ventajas de un acto individual; actos, en definitiva, diabólicos, cuya inspiración y origen vienen del Homicida y Padre de la Mentira.
  
Por eso, no sólo se debe actuar sino reparar, porque está toda la Nación comprometida ya que, en todos los órdenes y poderes, son sus autoridades, —es decir, quienes nos representan y encabezan— las que explícitamente y con la confesada intención de apartarse de la ley de Dios y del orden por Él impuesto a las cosas, las responsables primeras o principales de estos crímenes que desafían el Poder de Dios y que claman al cielo.
  
Nosotros como argentinos debemos reparar por los actos de nuestros gobernantes, por nuestros pecados que nos han hecho merecedores de ellos y por nuestras omisiones. Y desagraviar, porque es el Autor de la vida y la Vida misma el primer ofendido. Y debemos actuar.
  
Estos crímenes publicitados y alabados desde las más altas esferas del Gobierno, hasta el punto de que el Ministro de Salud (¡precisamente él!) ha declarado que al practicarse estos homicidios ¡se ha cumplido con la ley!, son el globo de ensayo de una política tendiente a introducir el aborto como una práctica lícita y como una opción válida para la regulación de la natalidad.
  
No perdamos de vista los actos legislativos ya consumados o a punto de consumarse: la ley de esterilización quirúrgica, que tiende a despojar al sexo de su principal objeto, que es la procreación, para dejarlo como un mero instrumento de placer; y la ley de educación sexual que avanza sobre el derecho de la familia y que impondrá, como ya puede verse en los contenidos publicados y repartidos desde el Estado, una concepción puramente genital del sexo, despojado de todo sentido moral y de toda relación con el amor, como acto de donación y de dación de vida.
  
Y todo lo demás que se cocina en las marmitas del poder instalado en la Argentina y cuyo tufo hediondo ya se percibe. Los gobiernos que dictan, sancionan, ejecutan o aplican leyes inicuas, y éstas son leyes inicuas, pierden su legitimidad y los ciudadanos no están obligados a obedecerlos. Es más, los ciudadanos están obligados en conciencia a oponerse y a no cumplir las leyes que violan la moral. Aún a costa de la propia vida.
  
Los niños asesinados son los nuevos y verdaderos desaparecidos, como señala una justa e indignada publicación: “Llevados con vida a la muerte.  Asesinados por orden del Estado (jueces, ministros y legisladores). Muertos en centros clandestinos, sin posibilidad de defenderse, mediante el anonimato de sus verdugos. Ocultados sus cadáveres”. Preguntamos con ella: ¿Su gobierno es derecho y humano, Dr. Kirchner? ¿Habrá CONADEP para ellos?
  
Sin embargo y con seguridad, porque han sido muertos en estas circunstancias, en medio y por causa del odio a la Fe, a la Iglesia y a su Fundador y Maestro, ellos alcanzaron la suerte de los Santos Inocentes y están contemplando cara a cara la gloria de Dios y gozando de la dicha de los bienaventurados. Ellos intercederán por nosotros ante la Misericordia del Dios Vivo y rogarán por sus madres y sus asesinos ante la Omnipotencia Suplicante de la Madre de Dios.
  
A nosotros nos toca velar y luchar para que esos crímenes no se cobijen bajo la tutela de las leyes y de los jueces de nuestra Patria; para que los médicos no traicionen su misión y trastroquen su arte en el arte de la muerte; para que las familias sean el santuario de la vida y en ellas y desde ella crezcan para el futuro, para el bien de la Patria y la gloria de Dios, hombres y mujeres sanos e íntegros en el cuerpo pero, sobre todo, en el alma.
  
El Centro de Investigaciones de la Problemática Familiar, a la vez que condena enérgicamente estos crímenes y —sin eludir la propia responsabilidad por su omisión, desidia o inoperancia— hace responsable de estos crímenes a las autoridades nacionales y provinciales que los hicieron posibles; y convoca al combate, en el frente que sea, en defensa de la vida y de los inocentes, de los débiles y de los desvalidos; y en defensa de las leyes y los derechos de Dios.
  
Para ello recurrimos a Su protección y auxilio y a la mediación de la Santísima Virgen María, nuestra Madre y nuestra Reina, elevando sin temor y con gozosa esperanza el estandarte del glorioso Arcángel San Miguel: ¡Quién como Dios!
  
Ricardo S. Curutchet, Presidente
Ricardo Prado, Vicepresidente
  

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