viernes, 28 de junio de 2013

Reforma del Poder Judicial


LA DEMOCRACIA
ESTÁ ACABANDO CON LA REPÚBLICA
  
  
El Gobierno ha vuelto a sorprender a todos al concretar una iniciativa, ya anunciada tiempo atrás, de reforma del sistema judicial bajo el rótulo de “democratización de la justicia”. Apresurémonos a decir que se trata de un rótulo correcto: en efecto, de aprobarse en el Parlamento —y todo hace prever que se aprobará por un mero trámite sin debate ni consulta alguna— el proyecto de ley oficialista, la Justicia argentina quedará sujeta, como los otros dos pretendidos “poderes” del Estado, al juego de las mayorías democráticas, esto es, bajo el dominio omnímodo de las grandes maquinarias partidarias y electorales con toda la secuela de perversión que cabe imaginar.

Para la mentalidad democrática y populista, el Poder Judicial resulta un insoportable residuo de un lejano republicanismo de cuño señorial ligado a una cierta aristocracia intelectual (recordamos que hubo, otrora, jueces que redactaban sus sentencias en verso o acudían profusamente al latín).  Cuando en 1853 se implantó la República liberal algunas cosas quedaron en pie y permanecieron a modo de restos del Ancien Régime. Así, la misma Constitución de inspiración liberal mantuvo, por ejemplo, la obligación de pertenecer al culto católico para ejercer la Presidencia de la Nación y las Senadurías de las Provincias e incluyó entre las funciones del Congreso la promoción de la conversión de los indios al catolicismo. También, para mal, permanecieron algunas secuelas del viejo regalismo hispánico. Pues bien, entre esos restos sobrevivió el Poder Judicial con la inmovilidad de los jueces, el estricto cursus honorum para acceder a las magistraturas, las exigencias éticas impuestas a la conducta pública y aún privada de los magistrados, la absoluta lejanía de los silenciosos estrados judiciales (presididos siempre por la Cruz de Cristo) respecto del ruido de la plaza pública y, sobre todo, un áurea de respetabilidad, casi mítica, con la que la sociedad rodeó siempre a los encargados de administrar justicia.

Esta situación de nuestro Poder Judicial se mantuvo, con sus altibajos, a lo largo de mucho tiempo. No estamos, entiéndase bien, idealizando al Poder Judicial ni negando sus muchas y nada veniales falencias. Sólo nos interesa destacar que, en franco contraste con los otros dos poderes, logró permanecer indemne, hasta cierto punto, en medio de la sucesión de los sobresaltos democráticos y las autocracias castrenses.  Pero a partir de 1983 en que esa secuencia se interrumpe y la democracia se instala sin alternancias, la Justicia sufre un rápido y sostenido deterioro: no sólo es puesta al servicio del Nuevo Derecho y su ideología de los derechos humanos, con la quiebra consecuente del orden jurídico y la destrucción del Derecho de Gentes, sino que aquella impronta republicana y aún aristocrática que la había caracterizado es sustituida por una gradual y sostenida democratización entendida en estrictos términos de abajamiento de la calidad ética y política de las magistraturas. Ahora, en la culminación de este proceso, el Gobierno kirchnerista se apresta a asestarle el golpe de muerte.

Pero más allá de la iniciativa gubernamental que comentamos y de lo que finalmente resulte de ella (si logrará imponerse o sufrirá algún freno por vía de una eventual declaración de inconstitucionalidad), el hecho en sí mismo actualiza un tema central de la Ciencia Política del que casi nadie quiere hacerse cargo. Nos referimos a la Democracia como régimen político corrupto en oposición a la República entendida como régimen político legítimo. Es que la Democracia en sí misma —y sin mengua de algunas necesarias matizaciones que ahora no podemos hacer— es el gobierno de las pasiones y de los apetitos en oposición a la República que es el gobierno de la ley.

Esta oposición, tan magistralmente desarrollada por los clásicos, resulta de hecho ajena al pensamiento político moderno; y esto por una razón muy sencilla: el pensamiento político moderno ha vaciado a la Política de su substancia ética al eliminar del horizonte de la Polis la noción de bien común sustituyéndola por la de poder. Es una cuestión ardua y compleja muy difícil de resumir en las líneas de una nota periodística. Tal como lo plantea Leo Strauss, la Modernidad ha ido estrechando gradualmente el horizonte de la Polis: de aquella eudaimonía política de Aristóteles, con su ideal de vida buena, de vida virtuosa, hemos venido a dar al Estado moderno, mero garante de la seguridad, los intereses o los caprichos del individuo. Pues bien, vaciada la Política de su substancia ética aquella distinción entre regímenes políticos legítimos y sus respectivas versiones espurias fue perdiendo sentido y vigencia hasta hoy en que no se considera otra fuente de legitimidad política por fuera de la voluntad de las mayorías.

El variopinto espectro ideológico que conforma nuestra dirigencia política, particularmente la que juega de opositora, no puede entender esta cuestión porque carece de los instrumentos conceptuales adecuados. Por eso sólo atina, y es el caso de los llamados opositores, a aferrase a una ficción, esto es, una democracia que intenta redefinirse a sí misma, y aún adjetivarse como republicana, pero sin abandonar ninguno de sus presupuestos ideológicos sobre todo aquella voluntad general (consagrada por la misma Constitución que en su Preámbulo proclama a Dios “fuente de toda razón y justicia”) convertida en fundamento único de todo bien y de todo derecho. De aquí la perplejidad de nuestros políticos y la contradicción en la que viven: se rinden ante la Democracia pero no están dispuestos a aceptar sus frutos. No terminan de entender que si la ley natural es recusada y si se niega a la razón humana la capacidad de conocer esa ley, la República se asentará sobre las arenas movedizas del relativismo y la voluntad cambiante de las mayorías. Esta fue la falla de la generación liberal del ‘53: levantó una República cuyos cimientos eran tan endebles y sus muros tan frágiles que, en pocas décadas, todo cedió a la marea populista. Vieja historia, se dirá. Pero es la historia que hoy vuelve porque es hoy que la Democracia se lleva los últimos restos de la República y con ellos las últimas y escasas certezas de nuestra vida, hacienda, libertad y fama.

Será, pues, el caso de volver a proclamar, aunque sea desde la soledad, que no hay salida posible mientras no seamos capaces de levantar nuestra Ciudad no en las nubes de las ideologías sino, al decir de San Pío X, sobre sus cimientos naturales y aún sobrenaturales.
  
Mario Caponnetto
  

jueves, 27 de junio de 2013

Aviso


  
Como alguien tiene que decir la Verdad
   
Salió CABILDO
   
Por la Nación contra el caos
   
— se ruega difundir —
  

miércoles, 26 de junio de 2013

Respuesta a Monseñor Taussig


EL DÉSPOTA INDOCTO

Por Antonio Caponnetto

“Una grande ignominia origínase fácilmente de una gran vanidad”
Manuel Tamayo y Baus, Los hombres de bien.

I.- ¿Quién es Monseñor Taussig?

         1º.- Monseñor Eduardo María Taussig es un hombre de formación católico-liberal. De sobra queda probado tanto por su trayectoria personal y familiar, como por el elogio que suele prodigarle a la acción de las figuras del liberalismo católico en la Argentina.

         Están para corroborarlo, entre otros testimonios, su propias homilías en las efemérides nacionales, y el módico opúsculo El Te Deum y otros aportes en camino al Bicentenario (Buenos Aires, Ágape, 2009), presentado en marzo de 2010 en la Universidad Nacional de Cuyo, con la asistencia de despreciables figuras políticas del oficialismo, como Omar Félix, y la aquiescencia de la Intendenta del Departamento, Cristina Dal Dat (cfr. Alsurinforma.com 15-3-2010). Si al susodicho Félix, que co-presentó el texticulillo, lo veremos aprobando leyes como la de la fertilización asistida, contraria a las enseñanzas de la Iglesia (http://www.parlamentario.com/noticia-54666.html), a la damisela la vimos, junto a otros varios de su laya, avalando la marcha del orgullo homosexual en San Rafael, ejecutada el pasado 29 de marzo de 2012, puesto que —según dijo entonces— “todos los ciudadanos tienen derecho a reclamar por sus derechos” y es adecuado “apoyar toda manifestación democrática porque vivimos en libertad” (cfr. Diario Uno, San Rafael, 29-1-2012).


         Ahora bien; justo es recordar que el liberalismo católico fue llamado “peste perniciosísima”, “verdadera calamidad”, “pacto entre la justicia y la iniquidad”, “virus oculto y error insidioso y solapado”, por el Beato Pío IX; y condenado enérgicamente por San Pío X, aún desde antes de subir a la silla petrina, cuando el 5 de septiembre de 1894 tildó a los católicos liberales “lobos cubiertos con piel de corderos”; instando en consecuencia a “los verdaderos sacerdotes” a que prevengan al pueblo “sobre sus peligrosas asechanzas y sus malos objetivos”.

         2º.- Monseñor Eduardo María Taussig no ha trepidado en concurrir a entidades masónicas, como el CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales), al que asistió, por ejemplo, en carácter de disertante el 12 de abril de 2012. Compartió entonces la misma sesión académica con Jorge Castro, analista político internacional, funcionario menemista, quien habría sido condenado en ese mismo año 2012 por el Tribunal Oral Federal Nº 2 a un año y medio de prisión en suspenso e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos por haber intentado el delito de defraudar a la administración pública (Cfr. http://www.gacetamercantil.com/notas/17753/ ).

         El masonismo del CARI —nunca disimulado por sus gestores— ha sido documentado en no pocas ocasiones como para ignorar el dato. Entre nosotros, por ejemplo, pueden leerse las siguientes obras: Francisco Pastrana, Trilateralismo, Buenos Aires, Cuatro Espadas, 1981; Alan Jones, Cómo funciona realmente el mundo, Buenos Aires, Segunda Independencia, 1996 y Horacio Ricciardelli-Luis Schmid, Los protocolos de la Corona Británica, Buenos Aires, Struhart, 2004.

         El CARI, en suma, es una de las típicas estructuras del Poder Internacional del Dinero —en acertada definición de Pío XI— instalado en nuestro país y en muchos otros, como avanzada de la Revolución Mundial Anticristiana.

         Tampoco vaciló en homenajear públicamente a Raul Alfonsín, masón y socialista convicto y confeso, abogado de asesinos guerrilleros y enemigo declarado de la Iglesia Católica, contra la cual blasonó de haberle infligido el daño irreparable de la Ley del Divorcio durante su nefasto gobierno.

         El homenaje tuvo lugar en San Rafael, el 31 de marzo de 2010, al cumplirse un año de la muerte del precitado crápula, y en aquella ocasión “Monseñor Taussig dijo unas palabras en las que destacó la honestidad de ese dirigente, y su lucha por la paz dando como ejemplo su oposición a la Guerra de Malvinas” (cfr.  http://www.alsurinforma.com/31/03/2010/realizaron-homenaje-a-un-ano-de-la-muerte-de-raul-alfonsin/ ).

         No es casualidad que elogios similares o mayores le prodigara su gran referente eclesiástico, Monseñor Karlic, uno de los prelados consagrantes que eligiera Taussig para su asunción como obispo sanrafaelino, en octubre de 2004. Karlic —sirva recordarlo— ha tenido, no uno, sino sobrados y diversos gestos de confraternización con los masones, como su encuentro público en Paraná, el 12 de abril de 2000, con la plana mayor de la tenebrosa organización. (Cfr. mi La Iglesia traicionada, Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2010, págs. 123 y ss).

         Cuando en diciembre de 2012, Jorge Clavero, Gran Maestre de la Masonería Argentina, visitó San Rafael para inaugurar la logia Hypatia de Alejandría, dijo textualmente: yo soy católico como el resto de mi familia pero la religión debe estar relegada al fuero íntimo de cada persona” (cfr. http://m.unosanrafael.com.ar/mobile/bb/nota.html?id=Y29udGVuaWRvcy8yMDEyLzEyLzE1L25vdGljaWFfMDAxMC5odG1s Ninguna palabra condenatoria o preventiva salió públicamente de la boca del obispo ante el insolente desembarco masónico en su diócesis. Nada consideró pertinente advertirle a su rebaño y a los hombres de bien ante la doble aberración de Clavero: declararse católico y masón y profanar la memoria de San Cirilo de Alejandría, al acusarlo del asesinato de la mujer cuyo nombre patrocinaba la nueva logia.

         Tómese nota de que aún existe el canon 1374 del Código de Derecho Canónico, en el que se sancionan los connubios católico-masónicos; como existe una Declaración sobre la vigencia de dichas penas, emitida por la Sagrada Congregación Para la Doctrina de la Fe, el 26 de noviembre de 1983, con las rúbricas de Juan Pablo II y el entonces Cardenal Ratzinger, Prefecto de la precitada Congregación.

         3º.- Monseñor Eduardo María Taussig viajó expresamente a Buenos Aires para hacerse presente en la asunción del nuevo Arzobispo, Monseñor Víctor Manuel Fernández, el pasado 15 de junio de 2013, cargo con que fuera designado  por el Papa Francisco.  Es que Fernández fue uno de los amigos de Taussig, que se involucró en la presentación de su precitado ensayo “El Tedeum y otros aportes. Camino al Bicentenario” (Cfr. UCA. Actualidad, nº 136, Buenos Aires, 2010, págs. 10-11).

         El pequeño detalle es que el susodicho Fernández, en su carácter de Rector de la UCA, ha sido el principal apologista y justificador del rabino Skorka, cuando dicha casa de estudios, bajo la desatinada moción del entonces Cardenal Bergoglio, lo nombró Dr. Honoris Causa. Ya hemos dado prolija cuenta del manifiesto grotescamente sionista, anticatólico y negador de la divinidad de Jesucristo que en tan aciaga oportunidad pronunciara el rabino Skorka (cfr. Antonio Caponnetto, Un capítulo más de La Iglesia Traicionada, http://pagina-catolica.blogspot.com.ar/2012/11/rabino-ofende-la-iglesia-en-la-uca.html

         No se conoce ninguna línea del obispo sanrafaelino lamentando y condenado este episodio vergonzoso, que lo tuvo al actual Pontífice por causa eficiente, a Fernández por cómplice activo, y a la divinidad y mesianidad de Nuestro Señor como principales materias de ultraje. Por el contrario, lo que se conoce, es que todos ellos tienen una cordial vinculación. Significativo resulta en tal contexto que el patronímico Taussig aparezca repetido en no pocas personas e instituciones hebreas.

        
         4º- Monseñor Eduardo María Taussig celebró el Tedeum del 25 de mayo de 2007, en la ciudad de Mendoza, con la asistencia del matrimonio Kirchner. En tales circunstancias hizo de sonriente y majadero cicerone de la dupla siniestra y su séquito de ladrones y terroristas. Las fotos de la jornada lo muestran a los besos y apretones de manos con la yunta malévola. Ignoramos si los Kirchner se hubieran mostrado tan complacientes de saber que el prelado que  tan afablemente los trataba es el hijo de un funcionario del Proceso (Subsecretario General del Ministerio de Cultura y Educación, Decreto 02664/78, B.O 78/11/10)

         Taussig pidió “la fidelidad a la democracia”, hizo el elogio de la soberanía del pueblo  y del sufragio universal, y consideró oportuno “dar gracias a Dios por estar a la puerta de nuevas elecciones [esperando que], con los logros y dificultades que hemos experimentado estos años, consolidemos la vida sana de la república como un anhelo común”.

         La soberanía del pueblo forma parte de los errores político-sociales del liberalismo condenados por el Magisterio Tradicional de la Iglesia. El sufragio universal es la mentira universal”, según lo declarara el Beato Pío IX (Maxima quidem, 9 de junio de 1862); y la omisión de la verdad necesaria ante los poderosos, por temor a la represalia de los mismos, es temor servil y constituye un vulgar pecado de pusilanimidad.

          La misma pusilanimidad con la que confundió, entristeció y  escandalizó
a la grey católica, cuando en febrero del 2011 sancionó la gallarda actitud del Padre Jorge Pato Gómez y “pidió disculpas a quienes pudieron sentirse afectados” por él (cfr. AICA, 11-1-2011); esto es, a los degenerados vilipendiadores del Orden Sagrado.

         He aquí en prieta pero sustantiva síntesis la figura de Monseñor Eduardo María Taussig: liberal,pro masón, cripto sionista, impugnador alfonsínico de la guerra justa de Malvinas, manso anfitrión de la mafia kirchnerista, oportunista político y cobarde.


II.- Yo sé quién soy

         5º.- Se verá porqué era necesario este introito breve. El sujeto que así queda verazmente descripto, ha emitido un COMUNICADO (Prot. 119/ 13), fechado el 18 de junio de 2013, en el cual, con evidente abuso de poder clerical (pasible de penalidades canónicas y civiles),y tras una serie de falacias enunciadas sin fundamento alguno, resuelve “desaconsejar asistir a sus conferencias [las del Dr. Antonio Caponnetto] y desalentar su difusión en los ámbitos católicos  y de hombres de bien” (par. 4).

         Los ámbitos católicos y los hombres de bien, ya saben de sobra quién es este desquiciado pastor. Y como se lo dijera Don Quijote a su vecino Pedro Alonso: “yo sé quien soy”.

         A) Sé que es mentira que mis “tomas de posición y juicios [...] sobre los últimos Sumos Pontífices”, han significado “escarnio de la Iglesia y escándalo o desconcierto para sus hijos fieles”, como sostiene audazmente el Comunicado. Puedo exhibir con orgullo una holgada cantidad y calidad de testimonios en sentido contrario.

         Desde el Pastor en adelante, por encima o por debajo de su autoridad, quien quiera seguir sosteniendo la bajeza de que lo mío es “insidia” (Comunicado, par. 3) —esto es, engaño a sabiendas para dañar a terceros— queda invitado a la confrontación, en el terreno que elija. De  relieve quedará entonces lo único que importa considerar y que el Comunicado escamotea: quién defiende la Verdad y quién la conculca.

         El escarnio y el escándalo, en cambio, es ignorar culposa y ladinamente que mi obra —tenga el valor que tuviere— está signada,ante todo y de modo constante, por la fidelidad ininterrumpida a la Cátedra de Pedro. Que como parte de esa misma obra, me asiste el deber y el derecho, en tanto súbdito católico, de protestar filial y responsablemente contra los errores en “las enseñanzas y en las medidas de gobierno” que pudieran protagonizar y penosamente protagonizan las más altas jerarquías.

         Si callara, pecaría. Pecaría contra ese “espíritu de filial obsequio”, cuya conjetural ausencia se me reprocha (Comunicado, par. 1); y entonces sí —sólo entonces— me haría acreedor al teresiano desprecio por haberme dormido cuando no hay paz  sobre  la tierra.

          “El escarnio de la Iglesia y el escándalo o desconcierto para sus hijos fieles”, no lo constituyen ni provocan esas legítimas reacciones mías desde la soledad y el llano, sino los dichos y los hechos públicos marcadamente heterodoxos de quienes conducen la Barca, multiplicados dolorosamente en estos últimos tiempos; en ocasiones, hasta el límite mismo del plebeyismo.

          El escarnio y el escándalo es que, desde Roma —amén de las cotidianas perplejidades doctrinales que para nuestra angustia nos llegan— se nombren o se mantengan en sus sillas episcopales a obispos perseguidores de católicos, entremetidos en connubios humanos con la hez ideológica del cuerpo social y llenos de pródiga hospitalidad para con los enemigos declarados de la Cruz. Cuando no a obispos que ni siquiera son másculos.

          El escarnio y el escándalo, al fin, es que Monseñor Taussig —predicador de la fidelidad a la democracia pero practicante del totalitarismo clerical; apologista del pluralismo pero verdugo de quienes no adhieren a sus brumosos criterios; representante del espíritu conciliar abierto a la libertad irrestricta del laicado, pero censor del mismo— se haya tomado el trabajo de protocolizar un Comunicado para impedir que los fieles me escuchen, cuando no se registra ningún antecedente de recaudos similares para aquellos que asisten a las disertaciones de los más aborrecibles expositores. Aborrecibles expositores, a quienes, en no pocos casos, se les abren de par en par las mismas puertas eclesiales que ahora expresamente se me cierran.

          En el año 2010, verbigracia, se le abrieron las instalaciones de la parroquia San Maximiliano Kolbe al Lic. Simón Bestani, Presidente Honorario de la Fundación Contemporánea. Ni el uno ni la otra pueden exhibir entre sus títulos el de proclamarse apóstoles de Cristo Rey. Más bien andan apareados y en torvos maridajes con politicastros de la peor laya, nativa e internacional; sin que falten inquietantes contactos con la II International Relations World Conference, el Centro de Estudios Estratégicos de Relaciones Internacionales (CEERI) o el International Relations World Institute. Ninguna de las cuales son precisamente órdenes mendicantes o monasterios de clausura.

         El escarnio y el escándalo, por último, es que este déspota obsesivo no pueda desplegar el más mínimo argumento racional ni la más elemental disputatio para probar mis supuestos errores,ante los cuales se tornaría necesario impedir a la feligresía que me escuche. Lo espera Juan XVIII, 23 para increparlo con palabras del Señor: “Si he hablado mal dime en qué; y si no, ¿por qué me pegas?”

         Es imposible no aplicar lo que Chesterton pone en boca del Padre Brown, cuando este descubre que el criminal Flambeau era un falso sacerdote. “¿Y qué fue aquello que lo convenció de que era yo un impostor?”, le pregunta, rendido, el delincuente. A lo que responde el gran prete: “Es que Usted atacó la razón; y eso es de mala teología”.

         Si el Papa Francisco aclaró oportunamente que él no es un príncipe renacentista, bien le vendría aclarar al Ordinario de San Rafael que él no es un representante del Despotismo Ilustrado. No; por cierto. Lo suyo es el despotismo indocto, insipiente y rústico.

         B) Sé que también es mentira lo que sostiene el punto tercero del Comunicado: que mi “oratoria y mi pluma, tantas veces refulgente y fogosa, sirva para generar insidia y desconfianza en jóvenes y laicos que, atraídos por el brillo de las formas, pueden resultar confundidos, entristecidos y escandalizados en su visión de la Iglesia”.

         Monseñor Taussig —del que podría aseverar que ni me escucha ni me lee, sino que me juzga apriorísticamente o por terceros— debe saber que ni  yo tengo el oficio de flautista, ni vivimos en Hamelín. La supuesta fogosidad o el hipotético brillo de un discurso pueden explicar el aplauso furtivo de una noche. Difícil que explique un discipulado fiel de casi ocho lustros. Es ese discipulado —o mejor aún: esa amicalidad y camaradería— sembrados por la gracia de Dios hacia los cuatro puntos cardinales, dentro y fuera del país, el que desmiente la ignominia del obispo.

          Porque quienes integran el pequeño rebaño de mi docencia o de mi apostolado intelectual ni resultan confundidos, ni deambulan tristes o escandalizados por mi causa. Aunque va de suyo que ni ellos ni yo estamos exentos de sendos pesares o humanas limitaciones, la verdad es que se los ve en las antípodas del retrato fúnebre trazado por el pastor. Andan firmes y dignos, alegres y confiados, con ansias y con bagajes suficientes para librar el buen combate paulino. Basta para probarlo la saludable reacción que ha provocado en ellos este acto tiránico e irracional.

         No podría decir lo mismo de los seguidores del obispo, cuya confusión es lamentable. Consultado su vocero sobre los alcances del Comunicado, sostuvo que mi error es que [Antonio Caponnetto] “dudó de la ortodoxia y valentía de los últimos tres Papas” (cfr. Diario San Rafael, 21-6-2013). Semejante duda —y algo más aún— sobre otros tantos Pontífices de la historia, la tuvieron San Pablo respecto de San Pedro y santos de la talla de Atanasio o Catalina de Siena, respecto de los papas de su tiempo. Y lo peor es que tenían razón los dubitativos o los acusadores.

         Ante la vista de estos frutos, Monseñor Taussig debe preguntarse seriamente quiénes son los que necesitan que se les “esclarezca las conciencias alteradas” (cfr. Comunicado, par. 6). Y sobre todo, en dónde está “la llamativa carencia de humildad” (Comunicado, par. 1). Porque aquí sí, y no a destiempo, cabe mentar a Teresa de Ávila: la humildad es la verdad, y deja de existir en la falsía y en la incongruencia.

         C) Sé asimismo que es mentira que deba retractarme, haciendo “una pública rectificación” de mis supuestos “juicios desatinados” (Comunicado, par. 5) Entre otras cosas porque jamás se especifican cuáles serían tales desatinos, escapándole permanentemente el obispo a todo intento de refutación académica de mis clases o escritos.

         Pero es curioso. El Papa Francisco ha recibido con alborozo el pasado 6 de junio a lo dirigentes de la CLAR —no caracterizados precisamente por su apego a la ortodoxia— y les ha dicho textualmente: Se van a equivocar, van a meter la pata, ¡eso pasa! Quizá hasta les va a llegar una carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe diciendo que dijeron tal o cual cosa. Pero no se preocupen. Expliquen lo que tengan que explicar, pero sigan adelante. Abran puertas, hagan algo ahí donde la vida clama. Prefiero una Iglesia que se equivoca por hacer algo que una que se enferma por quedarse encerrada” (cfr. http://www.reflexionyliberacion.cl/articulo/2729/papa-francisco-dialoga-como-un-hermano-mas-con-la-clar.html ).

         Monseñor Taussig debería interrogarse severamente si con su Comunicado —y específicamente con su cláusula exigitiva de rectificaciones— no entra en clara colisión con el actual Pontífice, y en desobediencia manifiesta con su neo-dogmática de una Iglesia Que Mete La Pata ,hasta el extremo de poder subestimar los dictámenes de la Sagrada Congregación Para la Doctrina de la Fe...

 III.- Epílogo

         Al cierre de estas líneas, sólo agregaré cuatro breves afirmaciones.
       
         Tengo por la primera que repudio enérgicamente el contenido injustísimo y agraviante de este Comunicado, negándole a su emisor toda aptitud intelectual y moral para juzgar mi ortodoxia católica, puesto que ha dado penosas pruebas de no poseerla ni practicarla ni amarla.

         La segunda, consecuencia de la primera, que revierto los términos de su corolario, alentando y aconsejando a los hombres de bien que —de acuerdo con las enseñanzas del Evangelio— sepan distinguir los pastores fieles de los mercenarios. Y que recen intensamente por la conversión de los lobos en genuinos corderos, para que sepan ser figura del Cordero.
        
         La tercera, que me llena de un gozo indescriptible e inefable el saberme en la mira persecutoria de estos déspotas indoctos. Mala señal sería lo contrario. No incurriré en el pésimo gusto de exhibir mis cicatrices por elegir una vida al servicio de la Verdad. Sólo diré que, en recompensa a mi trayectoria católica, nunca fui invitado a homenajear al abogado de Santucho, ni a abjurar de la sangre heroica derramada en las Malvinas. Tampoco se me premiaron servicios ofreciéndoseme los estrados de logiadas instituciones.
        
         La cuarta, que se me podrá negar el permiso para “hablar en ningún ámbito de la diócesis de San Rafael, sean parroquias, colegios o cualquier institución que guarde la comunión con este obispado” (Comunicado, par. 2). Tendrán que hacer algo más para acallarme. Tendrán que prohibir el desierto y a la voz que clama estentóreamente en él.

         Y no hay potestad de ningún obispo felón que pueda coronar tamaña demencia. Ni siquiera quienes como Taussig, al decir del Padre García Vieyra, han hecho de la religión un capítulo de la psiquiatría.

         No estamos mal precedidos todos aquellos a quienes se les cierran las puertas oficiales u oficiosas. Algo análogo sucedió hace más de veinte siglos, y nos obligó a los bautizados fieles a aprender a vivir pesebremente. “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (San Lucas, 9, 57-62).

            No; no estamos mal precedidos, si podemos espetarles a los tiranos, lo que virilmente les decía San Atanasio en su Carta del 356: “Vosotros tenéis los templos, nosotros tenemos la Fe. La Fe es más importante que los templos”.

            Ha sido don Manuel Machado, en su bellísimo poema Castilla, el que pintó las peripecias del destierro del Cid Campeador, puesto que el duro castigo incluía —entre otras crueles penalidades— la de no poder ser alojado en sitio alguno durante su travesía al exilio.

            Cansado de las fatigas, el buen Cid pide asilo para él y los suyos en un modesto mesón. La niñita que sale a su encuentro —“es toda ojos azules y en los ojos lágrimas”— le ruega que se retire para no ser objeto de las represalias del mal rey.

            Es entonces, cuando en la conciencia de la soledad, de la persecución y del abandono más pavorosos, Don Rodrigo saca fuerzas de su pecho y de su temple, alza los pendones, traza enhiesta la Cruz, yerge la espada, y con “voz inflexible” les imparte a sus leales que lo siguen con arrojo, esta lacónica y suficiente orden: “¡En marcha!”.

            ¡En marcha!, escucho yo mismo la consigna, me la impongo y la comparto. Precisamente con los hombres de bien.

            Con los que me acompañaron en las “desaconsejadas” conferencias sanrafaelinas de los días 24 y 25 de junio de este 2013, con un fervor y  un entusiasmo que no terminaré jamás de agradecer. Jóvenes, veteranos, adultos, familias enteras, madrazas con sus pequeños, matrimonios fieles; y muy especialmente a ese puñado corajudo de curas, que haciendo de sus hábitos uniformes, como quería el Padre Ezcurra, demostraron que se puede ser sacerdote sin renunciar a la inteligencia ni al honor.

            Les llegue mi gratitud con palabras del gran Enrique V: “Nos pocos, nos felices pocos, nos, bando de hermanos”.

            ¡En marcha! Por Dios, por la Iglesia, por la Patria.

            ¡Viva Cristo Rey!

lunes, 24 de junio de 2013

Actualidad

LOS LADRONES,
LOS POBRES Y LA VIGILIA
 
¡Alarma! Es voz que proviene de ¡Al arma!, aviso o señal que se da para que se prepare inmediatamente la defensa o el combate.
 
¿Y cuál es nuestra defensa y el consiguiente combate? La de nuestra Religión, la Católica, Apostólica y Romana, la de la Tradición que heredamos de nuestros padres. La de Cristo y su Iglesia. La que sufre una pavorosa embestida de sus enemigos. Los de afuera y los de adentro. La quintacolumna hoy opera más activa que nunca.
 
Caifás y el diabólico Sanhedrín han prosperado. Antes en sus malvados propósitos solo tuvieron la ayuda del Iscariote, el sórdido traidor procedente de Cariot en Judea. Hoy tienen múltiples colaboracionistas que provienen de los lugares más lejanos del mundo. Todos recogieron el ejemplo de Judas cuando increpó a Jesús: “¿Por qué no fue vendido este perfume por trescientos denarios y dado a los pobres?” (San Juan, 12, 5), es decir la falsa preocupación por los pobres que sagazmente San Juan descubre como propia de los ladrones que algo se quieren robar, la de los que no creen en nada ni en nadie, solo simulan.
 
Hoy vemos dos vertientes de ladrones, los de la seudo teología de la liberación, marxistas y materialistas hasta la médula y los profetas del “humildismo”, demagogos y plebeyos. ¿Y qué nos quieren robar? Nuestra religión. En épocas más felices Santa Teresa exhortaba a “todos los que militáis debajo esta bandera” a no dormir. Hoy ya no basta con ello ya que ahora no tenemos una Iglesia Militante sino Dialogante y Democrática. ¡Cuidado con el diálogo, no se puede dialogar con Lucifer! ¡Cuidado con la democracia y las visiones antropocéntricas! Nuestro centro es Dios, uno y trino a la vez, Padre, Hijo y Espíritu Santo y tenemos vocación de primogénitos y no de secundones.
 
Debemos tener una vigilia completa, permanente vigilia… es decir vigilante. No en vano ambas palabras tienen la misma raíz latina. Nuestra razón es Cristo, que es Dios. Cuidémonos mucho de idolatrizar hombres, que por mas altos que parezcan sus cargos son solo eso: hombres. Y aquí la palabra ídolo (Eidolon) importa en su mas prístino significado: falsa imagen. ¡Cuidémonos de los que cultivan una falsa imagen, una imagen a placer y semejanza de los amos del mundo y sus asechanzas! Los seguidores de Jesucristo nunca recibieron las alabanzas de Caifás ni de la sinagoga. Por el contrario, fueron denigrados y perseguidos.
 
“Ya no durmáis, ya no durmáis, pues Dios falta de la Tierra… No haya ningún cobarde…” No dejemos que los ladrones vacíen nuestra religión y nos la roben.
 
Fernando José Ares
 

jueves, 20 de junio de 2013

martes, 11 de junio de 2013

La historia se repite

¿QUÉ JUSTICIA QUERÍAN LOS QUE CONDENARON A RUDOLF HESS?
  
Un caso especial de los tratados por los mercaderes de Nüremberg fue el de Rudolf Hess. Para él, cita la acusación el documento USA 474 y afirma: “Yendo a la página 8 de esta publicación, en la línea 2 tenemos el nombre de «Hess, Rudolf», seguido de la nota «Por autorización del Führer, con derecho a vestir el uniforme de Obergruppenführer de las SS»”. O sea, para poder enlazar a Hess tuvieron que imputarle ¡“el derecho al uso de uniforme”!, ya que Hess estuvo prisionero de los británicos prácticamente durante toda la guerra, al volar a Escocia el 10 de mayo de 1941, para intentar un acuerdo que pusiera fin a la guerra entre Alemania y el Reino Unido. De modo que estuvo ausente de su país durante el período más cruento de la contienda. Hoy diríamos que Hess fue condenado por “portación de autorización para el uso de uniforme”, delito grave, si los hay. Nada dice la acusación acerca del objetivo de la misión de Hess, ningún crimen concreto se le atribuye. A la fecha del vuelo no había “cámaras de gas”, “cámaras diesel”, “cámaras eléctricas”, “máquina rompe nucas”, “mini bomba atómica”; nada del arsenal conque la acusación deslumbró al tribunal.
  
El juicio a Hess fue patético.  Sufría una manifiesta amnesia y síntomas paranoicos que hubieran impedido llevarlo a juicio. Se intentó presentar a Hess como un farsante y decir que su dolencia era simulada; ello a fin de validar el juicio llevado adelante en tan irregulares condiciones. Sin embargo, todos los estudios psiquiátricos coincidieron en la existencia real de la patología. De hecho, a instancias de la defensa, el tribunal determinó tres pericias médicas sobre el imputado: una por los médicos británicos, otra por los americanos y finalmente, una por los rusos.
  
Conforme lo explica el inglés J. Bernard Hutton, en su obra “Hess, el hombre y su misión”, los médicos ingleses sostuvieron: “…Su pérdida de memoria… afectará a su capacidad para defenderse y para comprender detalles del pasado que surjan durante el proceso… Firmado: Drs. Moran, J. R. Rees y George Riddoch”. Los americanos afirmaron: “…la naturaleza de esta pérdida de memoria… afectará a sus respuestas a preguntas relacionadas con su pasado y también al desarrollo de su defensa… Firmado: Drs. Ewen Cameron, Jean Delay, Paul L. Schroeder y Nolan E. C. Lewis”. A su turno, los rusos confirmaron: “…Su amnesia afectará a su capacidad para desarrollar su defensa y para comprender detalles del pasado que aparezcan como datos de hecho”. Nada de esto fue tenido en cuenta; el tribunal determinó que Rudolf Hess se encontraba en condiciones de atender su defensa y el juicio prosiguió en su contra.
  
Airey Neave, oficial inglés a cuyo cargo estuvo la entrega del acta de acusación a Hess, refiere: “Los veredictos fueron pronunciados, por turno, el 30 de septiembre de 1946 por los jueces de las Cuatro Potencias. El de Hess fue leído por el general Nikitchenko, el juez ruso. El tribunal… halló a Hess culpable de crímenes contra la paz y no culpable de crímenes de guerra ni de crímenes contra la humanidad. En algún momento del intervalo de veinticuatro horas que medió entre este veredicto y la pronunciación de la sentencia, el Gobierno soviético, posiblemente el propio Stalin, intervino y expresó su más violenta oposición. El 1º de octubre, Nikitchenko, abochornado, leyó un fallo disidente, aludiendo al trato dispensado a los polacos en territorio ocupado y declarando a Hess culpable de «crímenes contra la humanidad». La pena debía ser de muerte. Se produjo un atónito silencio en la sala del Tribunal de Nüremberg. Nadie dudaba de que este cambio había sido ordenado por Moscú. Constituía una burla a las concepciones occidentales  de un «proceso justo».  Desde aquel día los rusos han mantenido su implacable odio a Hess como un elemento de su política internacional”.
  
Cita Hutton un comentario hecho al respecto por Winston Churchill: “Al reflexionar sobre este asunto, me alegra de no ser responsable de la forma en que Hess ha sido y está siendo tratado.  Cualquiera que sea la culpabilidad moral de un alemán que se mantuvo al lado de Hitler, Hess, en mi opinión, la había expiado con su acto de total entrega y el fanatismo de su lunática buena intención. Vino a nosotros por su propia y libre voluntad y, aunque no facultado para ello, poseía en cierto modo la calidad de un enviado. Era un caso médico, no un caso criminal, y como tal debería ser considerado. Winston Churchill”. Sin embargo, mister Churchill, el juez inglés, que no era ajeno a sus directivas, no se hesitó al firmar la condena.
  
Aun con sus padecimientos, al tiempo de hacer uso de la palabra por última vez en Nüremberg, tuvo Hess la lucidez necesaria para pasar lista a muchos de los hechos vergonzosos que había anticipado: “Algunos de mis camaradas aquí presentes pueden confirmar el hecho de que, ya en los comienzos del proceso, predije lo siguiente: 1) Aparecerían testigos que prestarían bajo juramento declaraciones falsas y, al mismo tiempo, podrían crear una impresión de absoluta veracidad y serían tenidos en muy alta estima. 2) Era de esperar que el Tribunal recibiera declaraciones falsas formuladas por escrito bajo juramento. 3) Los acusados se verían asombrados y sorprendidos por algunos de los testigos alemanes. 4) Algunos de los acusados se comportarían de forma extraña. Harían desvergonzadas manifestaciones sobre el Führer, se incriminarían unos a otros y falsamente. Quizás, incluso, se incriminarían a sí mismo y falsamente. Todas estas predicciones se han cumplido, por lo que a los testigos y a las declaraciones escritas se refiere, en docenas de casos; casos en los que las declaraciones bajo juramento de los acusados se encuentran en oposición con las anteriormente juradas por ellos… No me arrepiento de nada. Si hubiera de empezar de nuevo, actuaría como he actuado, aunque supiera que al final tendría que correr el riesgo de una muerte despiadada. No importa lo que cualquier hombre pueda hacer; algún día compareceré ante el Eterno para ser juzgado.  Yo le responderé a Él, ¡y sé que Él me declarará inocente!”
  
Hess fue condenado a prisión perpetua, nadie creyó en el ámbito del tribunal que la pena tendría esa extensión efectiva, la conciencia de los jueces necesitaba expiarse con un indulto o conmutación de pena.  Sin embargo, nada ocurrió. Todos los intentos por que Hess fuera liberado, uno de ellos encabezado por el mismo oficial inglés que le impusiera de la acusación, fueron sistemáticamente desoídos.
  
El 17 de agosto de 1987, autoridades aliadas anunciaron que Rudolf Hess había muerto en la prisión de Spandau, la cual sólo se encontraba abierta para alojar al anciano alemán de 93 años. Al día siguiente se dijo que se había estrangulado con un cable, lo cual no fue confirmado. El cirujano británico Hugh Thomas afirmó que Hess fue asesinado y que la autopsia practicada por el médico James Cameron revelaba que había muerto de asfixia, pero no mencionaba en su dictamen la palabra “suicidio”.  Había sido asesinado un hombre que, pudiendo perseverar en una cuestionada insania, prefirió dar testimonio de su integridad hasta el último momento de su vida.
  
Carlos García
  

miércoles, 5 de junio de 2013

Crítica


EL “ESPÍRITU CRÍTICO”
DE LA CULTURA OCCIDENTAL
  
  
Es notable lo que se puede aprender, de la necedad de los agnósticos.
  
Vargas Llosa no es, él, un necio, pero lo hace necio su agnosticismo. Y lo mismo de su impugnado Niall Ferguson, en el artículo de “La Nación” del 14 de enero de 2013, “Apogeo y Decadencia de Occidente”.
  
Parece que el tal Ferguson expone la opinión, —en “Civilización: Occidente y el resto”—, poco original, sin duda, de que Occidente declina y, previsiblemente, Asia, encabezada por China, se prepara para tomar el relevo en su liderazgo global. (El “Ocaso de Occidente” de Spengler, va ahora en serio.)
  
Vargas Llosa reconoce la cosa, pero niega que Occidente vaya a declinar del todo. Es más, según dice, la cultura occidental tiene fuelle para rato. ¿Cuál es la razón? Ésta: que la base de la cultura occidental ha sido el “sentido crítico”, que Occidente conserva y los orientales no tienen.
  
Lo cual se puede decir que es verdad, en cierto modo. ¿En qué modo? En el de que el “espíritu crítico” es un aspecto fundamental de la ciencia y el desarrollo tecnológico. Constituye el alma de la cultura racional, filosófico científica, que impregna la cultura occidental, desde Grecia.
  
Pero no es en ese sentido en que lo hace valer Vargas Llosa. O, si lo hace, es jugando con un equívoco. Porque alega que se preserva en Occidente el “espíritu crítico” con un ejemplo enteramente necio: estúpido. Hace valer una experiencia americana reciente: la de la condena de la opinión yanqui mediatizada —en una función de cine contestatario— contra los modos duros del Estado yankee. (Por supuesto, los “modos duros” condenados son, en el caso, abominables: las torturas de los terroristas islámicos y los asesinatos selectivos.  Pero esa es otra cuestión.)
  
Y bien: ese “sentido crítico” no tiene nada que ver con la superioridad de la cultura occidental. Tiene que ver, al contrario, con su declinación. La “mala conciencia” en el ejercicio del poder y la supremacía es lo que ha sido inducido en Occidente  para que decline. Esta es la necedad de Vargas Llosa.
  
La necedad de su impugnado no es tan manifiesta. Pero no es para nada original. Es una necedad por cortedad de miras, pero que tiene una ya larga tradición  en la ideología moderna. Por cortedad de miras, digo, porque cuenta con una verificación evidente, aunque mal interpretada. Es la opinión según la cual la potencia expansiva moderna de la cultura occidental le vino de la revolución industrial y del capitalismo, que se desarrollaron en los países anglosajones, por influjo de la religión protestante-calvinista. Esto es evidente, y Weber dio las razones. (Y Vargas Llosa, a quien se le ha dado últimamente por reconocer algunos valores al catolicismo, insinúa un “descargo” de este último, aduciendo un muy discutible papel de los países católicos en el desarrollo del capitalismo).
  
Pero, como digo, “cortedad de miras”. Porque no se computa el hecho de que ningún desarrollo tecnológico-científico ni económico-capitalista hubiera sido posible, sin el antecedente de siglos de cultura intelectual, filosófica y teológica, que floreció, no en medios anglosajones-calvinistas, sino católicos europeos: latinos y, también, anglosajones y germánicos. Fue la gran cultura universitaria, greco latina y católica: aquella en la que se nutrió, precisamente, el “espíritu crítico” científico y creador. Ese que resplandece con rigor y autenticidad inigualable, por ejemplo, en la “Suma Teológica” y en las “Cuestiones Disputadas” de Santo Tomás.
  
Sin eso, no hubiera sido posible el portentoso desarrollo científico-tecnológico y económico que avaló la expansión universal, sin antecedentes históricos, de la cultura occidental. Y es que, esto último, no fue sino el fruto práctico del espíritu crítico plasmado en el ámbito especulativo. Y que se dio cuando el hombre occidental, cansado de mirar “para arriba”, aplicó su entrenamiento científico a labrar el “Regnum hominis super terram”, con Bacon de Verulam, y profanó su espíritu religioso en la “ascética intramundana” del capitalismo calvinista.
  
Este es, pues, el “espíritu crítico” que explica la superioridad de la cultura occidental, el espíritu crítico científico-racional.
  
¿Y qué del otro? ¿Qué del espíritu crítico alegado por Vargas Llosa como base del poder expansivo de la cultura occidental, la auto-crítica democrática, la “objeción de conciencia” y la “cola de paja” en el ejercicio del poder?
  
Una cosa es evidente: no hay atisbos de él, a la hora de la expansión imperialista de esa misma cultura occidental. No la hubo, sin duda, en los súbditos del Imperio Británico cuando Kipling, su inspirado poeta, cantaba sus glorias. No la hubo, entre los ciudadanos de los Estados Unidos del “destino manifiesto”, cuando sus jefes masacraron a los pieles rojas y se robaron la mitad de México. Si se quiere atribuir la superioridad de la cultura occidental a esta su expresión “fáustica” moderna, no se olvide que ella fue acompañada de la más rotunda ignorancia de algún “espíritu crítico” en el sentido de Vargas Llosa. Sino más bien al contrario, de la más a-crítica seguridad de su propia superioridad sobre cualquier otra cultura.
  
El “espíritu crítico” que dice Vargas Llosa, este que inspirara el film neoyorquino, “ferozmente autocrítico”, “aplaudido a rabiar por los espectadores que «repletaban» (sic) la sala”, y que le hace pensar que la “cultura occidental tiene fuelle para rato” es, en realidad, el que preside la terminal decadencia político-cultural de Occidente. Y aunque tiene una lejana relación con el otro, como su derivación morbosa, es algo inducido en el espíritu del Occidente moderno por sus enemigos internos.
  
Vargas Llosa ve también lo obvio: que el vertiginoso avance tecnológico y económico de los gigantes de Oriente, heredado de Occidente, no se acompaña de los modos políticos democráticos ni de la autocrítica del último. Se acompaña, al contrario, del autoritarismo político y del fundamentalismo. Pero tiene fe en que allí también se “abrirá camino la democracia”… ¡La inocencia te valga, ingenuo! Porque, ahora, el turno del “destino manifiesto” le ha llegado… a China.
  
Occidente —y sus enemigos internos— han puesto en mano de los orientales su inmenso potencial tecnológico y bélico, efecto práctico de la inteligencia crítica en el primer sentido, al tiempo que nacía en él el espíritu crítico en el segundo sentido: la mala conciencia y el complejo de culpa. Pero los beneficiarios de esta herencia no sufren de una cosa ni de la otra: son dogmáticos y fundamentalistas. ¿Se privarán de ejercer su supremacía, cuando Occidente, que antes los tuvo sometidos, se encuentra corroído por las lacras del escepticismo y el hedonismo?
  
A mil setecientos años de distancia, un cristiano —y no de los más sabios— supo anticipar lo que nos está pasando, o a punto de pasarnos, mucho mejor que estos nuestros “inteligentudos” agnósticos actuales: “El nombre romano será borrado de la tierra, y el imperio volverá al Asia. Y entonces, Oriente dominará y Occidente servirá” (Lactancio: “Inst. Div.”, 6, 5).
  
Federico Mihura Seeber