jueves, 28 de agosto de 2014

Nuevo Orden


LA CASA POR LA VENTANA
 
 
“Nadie tenía seriamente derecho a esperar de nuestros políticos un alto sentido de la moralidad, ni una gran complejidad intelectual, ni siquiera ese amor, ese respeto hacia los gobiernos que es la virtud mínima de los hombres de Estado”
(José Ortega y Gasset)

Decía Raúl Scalabrini Ortiz en “Política Británica en el Río de la Plata”, que “una de las características más temibles de la diplomacia inglesa, porque dificulta enormemente el inducir en qué dirección está trabajando, es la de operar a largo plazo”. Y en otra parte: “Inglaterra no teme a los hombres inteligentes, teme a los dirigentes probos”.
 
Veamos: según Julio Irazusta (“Influencia Económica Británica en el Río de la Plata”), Guillermo III “sugirió a Francia el reparto de las Indias Españolas”. Éste había usurpado el trono, cuando “ya no existía una monarquía efectiva”, y tras “la exitosa extirpación de la fe católica”. En 1711, además, el autor de “Una Propuesta para Humillar a España” proponía: “Buenos Aires es el mejor lugar del mundo para fundar una colonia inglesa”.
 
El frustrado intento de 1806, nos dejó, antes de retirarse, a sus mercaderes, pero, de paso, se llevó la totalidad del Tesoro de la Real Hacienda. Saltemos a 1945; en Yalta, Winston Churchill expresó: “No dejen que la Argentina se convierta en potencia. Arrastrará consigo a toda América Latina”. Más de lo mismo; pero atención que —como vemos— viene de lejos.
 
Por otra parte, José Ortega y Gasset citó (en una conferencia en 1914) el libro de un filósofo alemán, Otto Seek: “Historia de la Caída del Mundo Antiguo”, particularmente el capítulo titulado “La destrucción de los Mejores, el Aniquilamiento de los Mejores”, un fragmento donde se refiere así al Imperio Romano: “Todo el que tuvo osadía bastante para exponerse políticamente fue trucidado; sólo se dejó vivir a los cobardes, a los temperamentos de compromiso. Esta terrible cobardía instintiva les impedía todo acto enérgico y toda palabra sincera”.
 
Aclara Ortega más adelante que “como en toda otra decadencia profunda que ofrezca la historia, ha consistido la receta en este ir aniquilando a los mejores”, y que, “para ello no son necesarios brutales crímenes”, que pueden “sustituirse por tortuosos e hipócritas procedimientos, con cobardes abusos de apariencia legales, con blasfemas apelaciones a la opinión pública, con una precisa, perversa táctica para ir tapando todos los resquicios donde puedan escaparse y resonar las voces sanas y las acciones nobles; sustituid, en una palabra, los puñales por alfileres y las proscripciones por simples destituciones, y tendréis un esquema del terrible mecanismo que opera insistente, eficaz, omnímodo sobre la pobre vitalidad española”.
 
Hemos festejado “treinta años de democracia” en los cuales resultan más admirables sus logros por la celeridad con que fueron obtenidos, la sincronización de la acción de los sucesivos gobiernos y por los ejecutivos de lujo que produjo: uno que “resignó” el poder para traspasárselo a otro que fue condenado por contrabando de armas; éste a otro juzgado por coimas en el senado, sin despreciar lo presente, que hizo todo lo necesario para ser juzgado por infame traición a la Patria, según el artículo 29 de la Constitución Nacional.
 
Recordemos una vez más la visita de Albert Einstein al país en el año 1929, cuando se asombró al enterarse de que en la Universidad de La Plata se enseñó por primera vez en Sudamérica su Teoría de la Relatividad y las ideas de Max Plank, y por la capacidad de nuestros docentes y rigor científico. Y la opinión de reconocidos economistas que nos ubicaban entre los primeros puestos en el concierto mundial.
 
Comparemos estos recuerdos con nuestro puesto actual, bastante parejo con los puestos ocupados por nuestros alumnos de quince años en las pruebas PISA, particularmente en lectura (59 de 65, entre los siete peores), declinando desde el 2003.
 
Para no hablar de la Deuda Externa, a diciembre de 2012 de 209.000 millones de dólares, según informe del Ministerio de Economía, después de haber pagado 170.000 millones durante la década ganada. Interesante es tener en cuenta que sus principales responsables supervivientes, están todos libres y a cubierto de cualquier acción judicial. Menem y Cavallo, por citar dos cuadrúpedos.
 
Y hablando de destituciones, cabe señalar la actuación del ex Ministro de Seguridad, Arturo Puricelli, quien nos aseguró que nuestras fronteras no pueden ser defendidas por su extensión, el que logró, siendo Ministro de Defensa sancionar y destituir al Sr. TCnl D. Víctor Paz, Jefe del Regimiento de Infantería Mecanizada 25, por recordar al Sr. Cnl. D. Mohamed Alí Seineldín, durante un homenaje a la Gesta del 2 de Abril.
 
Este último había advertido, estando aún en actividad (antes del 3 de diciembre de 1990), acerca de la transformación de nuestro país de uno de simple paso en otro de gran consumo e instalación del narcotráfico a gran orquesta, y de la responsabilidad de la organización internacional y de lavado de dinero sucio en todo el mundo por el Royal Institute of International Affairs, con sede en Chatham House, en St. James Square, en Londres.
 
También advirtió acerca de la desjerarquización de las misiones de nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad, pasando a ser la de las primeras, de salvaguardar los más altos intereses de la Nación a participar en misiones de las Naciones Unidas, según nuestro canciller Di Tella —el de los ositos— las de la Gendarmería de cuidar nuestras fronteras a cuidar supermercados y las de las Policías a la de espectadores expuestos a traumatismos varios. Pero, claro, como era Seineldín quien decía estas cosas, nadie le llevaba el apunte.  Era un “destituyente” y listo.
 
Acaso para que pudiéramos “reanimar nuestra pobre vitalidad”, como ha dicho alguien, haya que aplicar este consejo de Ortega: “Platón quería que gobernasen los filósofos; no pidamos tanto, reduzcamos al mínimum nuestro deseo, pidamos que no nos gobiernen analfabetos. Y peor aún, señores, que los analfabetos intelectuales son los que practican el analfabetismo moral”.
 
En fin, creo que el hecho de festejar sólo treinta años de democracia constituye una ingratitud histórica, al olvidar a aquellos otros de preparación de la misma por “jóvenes idealistas” que, sin ayuda, se organizaron, entrenaron, armaron y financiaron de la nada; y a los “bravos muchachos” de Mrs. Thatcher y el ex ministro David Steel, que la hicieron posible.
 
Bueno, se festejó la democracia con su charanga acostumbrada y bailecitos de rigor, amenizada la fiesta con diversos desmanes, saqueos y algunos funerales. Sigamos alzando alegremente nuestras copas, en la confianza de que en la vieja casona de St. James Square se unirán entusiastamente a nuestro júbilo.
 
Luis Antonio Leyro
 

lunes, 25 de agosto de 2014

Mirando pasar los hechos


EL CUENTO DE LA ABUELA

Colorín

La presidenta de las “Abuelas de Plaza de Mayo”, que según sus antiguas confidencias nunca pudo ser abuela de aquel sitio –ni de lado alguno– festeja ahora el encuentro con el retoño imposible. Para aumento de sus grandes honores –doctora honoris causa, aspirante al premio Nobel– y con toda seguridad de proficuos etcéteras; incluso predicando por atractivos lugares del mundo. Alguna vez protagonista de escenas conmovedoras, como por ejemplo al pasear por Alemania. Donde para deslindarse de un escándalo del momento – “Pesadillas Compartidas” – supo exaltar su modesta clase, ajena a derroches en maquillajes lujosos, al decir galanamente: “Yo barro la vereda y me pongo ruleros” (cfr. “La Nación”, 24.6.11).
Bastante más tarde concurrió a Roma y dice la crónica que le pidió al Papa –recién elegido– que ayudara a encontrar los 400 nietos “que siguen faltando, a través de la apertura de los archivos de la Iglesia en la Argentina y del mismo en el Vaticano” (sic).
Después del coloquio facilitado por el Sumo Pontífice, sostuvo una conferencia de prensa en la casa del embajador ante el Vaticano. Y frente a preguntas sobre sus pasadas críticas a la Alta figura, no retrocedió, recalcando por el contrario: “La historia no se borra, él nunca habló de nuestros nietos y había dolor en nosotras, las abuelas, simplemente porque no habló”.
Además denunció a la cúpula de la Iglesia argentina, que “fue cómplice (sic) de la dictadura” y a “otros que son responsables por omisión”… “No pedimos que nos pidan perdón, sino que nos ayuden a encontrar nuestros nietos, que son 400. Las abuelas no queremos morirnos sin encontrarlos”, sostuvo apostando su vida a lo imposible. Pero acaso aguijoneada por la propia contumacia, se animó a insistir “que se abran los registros de la Iglesia en la Argentina, porque ahí debe haber información y que los curas que saben algo y no nos importan sus nombres, que hablen”. Para terminar con la terrible amenaza: “Si es necesario, volveremos al Vaticano por si necesitan que colaboremos con nuestras estrategias” (sic).

Colorado

Sorprendida por la nota gráfica, según parece a la salida del coiffeur, precisamente junto a la máxima expresión rulera:



Este cuento se ha acabado…

Casimiro Conasco

sábado, 16 de agosto de 2014

Análisis


DILEMA MORTAL:
FICCIÓN O REALIDAD,
DEMOCRACIA O POLÍTICA
 
 
Nuestra humana capacidad cognoscitiva (la inteligencia, e incluso los sentidos) es un insondable misterio. Es la que nos puede hacer bucear en profundidades invisibles, pero es también la que podría lograr que, aún teniendo delante la evidencia, no veamos. Es, en fin, la protagonista de la mística pero también del ilusionismo.
 
Hoy nuestra Patria (y tal vez el mundo entero), más allá del patente derrumbe moral, está inmersa en un inédito oscurecimiento de la inteligencia. Somos —o estamos— trágicamente estultos.
 
Se trata de un programado y sostenido “problema gnoseológico” o —dicho de modo más simple— de lisa y llana deformación doctrinaria. La inteligencia, que debiera ser testigo insobornable de la verdad, está permanentemente distraída, engañada, ebria. Algo así como una arquitectura mental de idiotas, lo cual —entre otros resultados— conduce a renegar de los dogmas y de la fe, a favor de un escepticismo que no se sustenta y que se defiende —vaya paradoja— dogmáticamente.
 
Inmersos en esta contracultura, qué sea opinión y qué dogma de fe ha llegado al límite de lo inimaginable. Es que forma parte de los frutos podridos de la revolución cultural: cuando se relativiza lo absoluto, se termina absolutizando lo relativo.
 
Dios ha sido expulsado tanto de la vida social como individual, y la verdad bastardeada. ¿Quién dictamina entonces qué es lo opinable y qué lo dogmático? La democracia. Este dios multiforme sobre lo cual nada existe, a cuya sola mención debe reclinar la cabeza todo viviente. Pero no perdamos tiempo y vayamos a lo esencial: ¿qué es la democracia? Es el gobierno del anonimato, la ley del número, la manipulación por parte del poder internacional, la trágica soberanía del pueblo, la tiranía de la partidocracia, la primacía de la propaganda, el arte de alcanzar el poder —como sea— y permanecer en él —a cualquier costo—. Hoy no hace falta ser católico nacionalista para certificar esta definición. Tal vez sí haga falta serlo para llegar a las verdaderas raíces del problema.
 
Pero parece que, contra los principios y contra la misma evidencia, la fiesta debe continuar.
 
¿Cuál es la legitimidad de la voluntad popular, cuando todos sabemos que es una caricatura de la participación orgánica y de la responsabilidad cívica —además de constituir en primer lugar una grave afrenta a la autoridad divina—?
 
¿Qué es la supuesta representación política de los partidos, cuando no hay nada más distante de la búsqueda del bien común que los intereses de las partes?
 
¿Qué es el sufragio universal y el criterio de la mayoría, cuando es escandaloso el “mapa estratégico” que diseñan las usinas del poder para rejuntar boletas y convocar sufragantes (sabios e ignorantes, aptos e ineptos, probos y pervertidos e incluso vivos y muertos, todos sin ninguna distinción)? ¿Decimos algo novedoso al recordar que las elecciones se ganan en zonas claves, donde con premura se realizan dádivas unos días antes de los anhelados comicios?
 
La democracia no se cura con más democracia, porque a la enfermedad corresponde un antídoto. Para comprometerse en serio en la búsqueda conjunta del bien común hay que desenmascarar el sufragio universal y la soberanía popular. En este caso, como en tantísimos más, los ejemplos sobran: para repartir beneficios y prebendas, son selectivos y “aristocráticos”; para promover la falacia de las urnas como sacrosanto deber cívico, son universales e igualitarios.
 
¿Qué pasa cuando se exacerba el anonimato, la demagogia, la cuantofrenia? Pasa lo que hoy tenemos.
 
Pero volvamos al “problema gnoseológico”. Estamos subvertidos. ¿Cuáles son entonces los dogmas de la democracia? Son ideas-fuerza y números, de fácil acceso y memorización por parte del “pueblo”: nadie tiene la verdad, todo es plebiscitable, ser “democrático” es la mayor bondad que pueden tener los seres, todos pueden aprender (maravilloso decreto del ministerio de educación que ha cambiado de raíz la cultura de la nación… en sus estadísticas), treinta mil, 54% (número talismán si los hay), etc. Por el contrario, ¿qué es opinable?: el asesinato de inocentes, la gravedad de una profanación, la necesidad de Dios en los hombres y los pueblos, las muestras blasfemas, el falso ecumenismo, la constitución de la familia, que un maricón pueda impartir justicia, que un político ladrón deba pagar un delito, y un larguísimo etcétera.
 
El dogma democrático se ha convertido en una especie de anteojera encarnada que garantiza la estupidez del ciudadano.
 
Pregunto: ¿habrá posibilidad de ver y pensar las cosas a la luz de otra categoría que no sea este sempiterno mito del sistema? ¿Se podrá utilizar el sentido común, la vista y la sesera sin partir del gran apriorismo de la modernidad?
 
¿No es sospechoso que se pueda objetar todo, absolutamente todo —la legitimidad del aborto, la autoridad paterna, la inocencia de los niños, el celibato sacerdotal— menos un supuesto modo de gobierno —en el mejor de los casos, porque así planteado ni siquiera es tal—?
 
Aún los bienintencionados se han acostumbrado a combatir aceptando el lenguaje y los presupuestos falaces del enemigo. ¿Quién no ha oído al pasar la nostalgia de “una Patria mejor”? Hasta acá estamos de acuerdo. Pero en lo inmediato comienza el virus mental: se puede discutir si esa “Patria mejor” será cristiana o agnóstica, si será soberana o plebeya, respetuosa del orden natural o positivista. Pero eso sí: no se puede discutir deberá ser democrática. Como si la democracia fuera al orden social más íntimo que los trascendentales del ser a la realidad. Qué fino trabajo han hecho en nuestras cabezas. Como decía Chesterton: “todos nos damos cuenta de la locura nacional, pero ¿cuál es la cordura nacional?” No estar en condiciones de responder forma parte de la revolución cultural. Hace ya casi cuarenta años, con voz clara, dolorida y profética, decía nuestro Jordán Bruno Genta:
 
“La falsificación liberal y masónica de la historia nos hace perder el sentido verdadero de la Patria y nos precipita en su confusión jacobina con la democracia; servir a la Patria es servir a la democracia; esto es, a la soberanía popular, a las mayorías accidentales, al poder ciego del número abstracto y vacío”.
 
Para las leyes y medidas del sistema, para avanzar en la tiranía con maquillaje liberal en la que estamos sumidos, se ha desestimado el sentido común, la evidencia empírica, el dato científico, el buen gusto, la Santa Religión, la cuestión moral. Todas y cada una de estas categorías han sido burladas.Todo se ha pisoteado, todo menos el sistema, todo menos el entramado maquiavélico que se ha convertido, a simple vista, en el verdugo de la Patria. No nos pueden correr con falsas disyuntivas, ni con un lenguaje anfibológico, ni con la inquisición reinante. Estamos inmersos en una pesadilla y la terapéutica inicial es despertarse.
 
Lo virtual es la democracia y los presupuestos falaces sobre los cuales se asienta. Por eso, el estado no gobierna. Hace propaganda. No arregla las calles ni soluciona los verdaderos problemas —ni los chicos ni los grandes—, sólo pega afiches y diseña cortos publicitarios. Porque eso es la democracia. ¡Si tan sólo volviéramos a la Concepción católica de la política, del querido padre Julio Meinvielle!
 
¿Qué es lo real? Lo real es el saqueo, la injusticia distributiva y la usura, las leyes infames y que los terroristas siguen en el poder. Ciertamente, no se trata de reducir la comprensión a un mero empirismo fenomenológico y menos aún de ceder a la validación del pragmatismo en la política. Pero difícilmente podremos llegar a conclusiones realistas y completas si el inicio, que es la simple observación del hecho, está falseado. Dicho para los jóvenes en lenguaje cibernético: el sistema es un mundo virtual engañoso (una parodia de la autoridad, del servicio, de la participación, de la justicia) pergeñado por perversos (en permanente perfeccionamiento maquiavélico) con fines perversos.
 
A los más chicos podríamos reclamarles que pierden demasiado tiempo con los celulares, computadoras y demás artificios que los sumen en un mundo de dudosa solidez ontológica. A los adultos, por su parte, les reprochamos estar trágicamente ligados a conceptos que no tienen más entidad que el ruido al pronunciarlos: soberanía del pueblo, consenso social, voluntad popular, convivencia democrática.
 
El dogma democrático —como toda ideología— es una pesadilla, un espejismo, una ilusión, un desquicio, una farsa. Hay que oponerse a la ideología con acciones reales, y no con más ficción. Estamos desquiciados, pero esta alienación no es una alteración ni un desmadre, no es un traspié del sistema: es el fruto natural de la ideología reinante. Los argentinos hemos perdido la noción de realidad y hemos aceptado el espejismo y lo virtual como morada.
 
El seudo realismo del sistema y de la dupla KK es el histrionismo de las lágrimas, la devoción por las estadísticas, el control obsesionado por los medios de comunicación. El realismo del nacionalismo católico debe seguir siendo en su ideario el testimonio con la palabra, las obras y la sangre.
 
Como un misterioso juego de opuestos, como símbolos a contrapunto, hasta en las dos muertes paradigmáticas, en una misma fecha, se puede ver este antagonismo: en torno al sorpresivo final de Néstor K todo es turbio —como su vida—, oculto, dudoso, encriptado. Sólo sospechas y suposiciones. Hasta el extremo de haber quedado en la sociedad la extraña inquietud de no haber sido víctima —ante las imágenes fúnebres— de una estafa más.
 
En las antípodas, el martirio de Jordán Bruno Genta fue sereno presentimiento, cristiano anuncio y patriótico legado. Fueron balazos en el pecho, a la luz del día. Fue persignación y rostro en tierra, en vísperas de la Santa Misa. Así de opuestos, así de incompatibles. Así es la democracia. Así es la vocación política.
 
No creo en el sistema, por dos motivos: primero porque no me merece ninguna credibilidad.  Y segundo, porque se cree lo que no se puede ver, y acá no estamos ante un misterio ni ante un dogma de fe (mal que le pese a los custodios de lo políticamente correcto). Tenemos motivos para creer que en la Patria volverá a reír la primavera, no por nuestro eventual voluntarismo sino por la intervención divina, por la acción de la gracia, por el milagro.
 
Cuando la Patria renazca, el nacionalismo católico tendrá la alegría de recordar que no aceptó el silencio cómplice ni rindió pleitesía al pensamiento único. Que el Señor de las Victorias decida nuestros destinos, y que por su gracia, cuando nos llame, nos encuentre combatiendo.
 
Jordán Abud
 

lunes, 11 de agosto de 2014

Aviso - invitación

    
Martes 12 de Agosto, 19:00.

 

Día de la Defensa y Reconquista

de la ciudad de la Santísima Trinidad

y puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires

(Rendiremos Homenaje)


 

Presentación del libro
de Cristián Rodrigo Iturralde

 

“1492, Fin de la barbarie, comienzo

de la Civilización en América”

 


Oradores:

Dr. Antonio Caponnetto

Prof. Cristián Rodrigo Iturralde

 Lugar:
Colegio de Abogados de la Capital Federal 
Montevideo  Nº  640  -  CABA

sábado, 9 de agosto de 2014

Ni en sueños

PERÓN VUELVE 
    
“Pensaba que era locura, pero empiezo a temer que sea ignominia”

(R. L. Stevenson)   
     

Desde ha­cía tiem­po el ge­ne­ral ve­nía en fal­sa es­cua­dra, y era evi­den­te có­mo día a día, se en­tre­ve­ra­ba más en el pe­lo­tón K.  Has­ta que fi­nal­men­te, el ge­ne­ral aban­do­nó las úl­ti­mas lí­neas y pe­ne­tró con in­sig­nias y uni­for­me en te­rri­to­rio ene­mi­go.
  
El pro­pó­si­to no era dia­lo­gar, me­nos aún ayu­dar la re­con­ci­lia­ción en­tre los ar­gen­ti­nos, no, Cé­sar Ge­rar­do del Co­ra­zón de Je­sús, anun­cia­ba ur­bi et or­bi a to­das y to­dos, que a par­tir de ese mo­men­to, for­ma­ba par­te —ya ofi­cial­men­te— de la ba­rra bra­va K.
 
Y en es­te mun­do en el que la ima­gen pre­va­le­ce, que me­jor rú­bri­ca de es­ta tras­fe­ren­cia ideo­ló­gi­ca, que la fo­to, del afec­tuo­so ge­ne­ral, con la afec­tuo­sa He­be.
 
De mu­chas ma­ne­ras, el re­tra­to ex­pli­ci­ta lo que de­ci­mos, por ejem­plo na­die ig­no­ra que He­be con­fir­ma to­dos los días, su po­si­ción pro te­rro­ris­mo re­vo­lu­cio­na­rio, y su con­sig­na es: “ni un pa­so atrás”, si es­to es así, po­cas du­das ca­ben acer­ca de que no es ella la re­ne­ga­da de ese en­cuen­tro.
 
Es de­cir que el ge­ne­ral, co­mo los ju­ga­do­res de fut­bol, anun­ció ofi­cial­men­te el pa­se, cam­bió de equi­po, que es cam­biar de ca­mi­se­ta y de com­pa­ñe­ros, de di­rec­tor téc­ni­co, de agua­te­ro y has­ta de aus­pi­cian­te… y por su­pues­to, tam­bién es pa­tear, con­tra el que era su ar­co.
 
Aun­que no se pu­bli­có el mon­to de la trans­fe­ren­cia, tal vez por te­mor a la Afip, ex­trao­fi­cial­men­te se co­men­ta que al ju­ga­dor ya lo nom­bra­ron ca­pi­tán y él, tal vez co­mo prue­ba de amor, en­tre­gó a los leo­nes a los in­te­gran­tes de su an­ti­guo equi­po.
 
De la mis­ma fuen­te su­pi­mos, que ha­bría tam­bién al­gu­nos pa­gos ex­tras, que sue­len ser ha­bi­tua­les en ese sub­mun­do, y has­ta creí­mos es­cu­char al­go re­fe­ri­do a ca­sas fas­tuo­sas con par­ques con­ve­nien­te­men­te gran­des, pe­ro no po­dría­mos ase­gu­rar­lo, por­que es sa­bi­do que en el país, las ca­sas de tal por­te, ha­bi­tual­men­te son he­re­da­das.
 
El pa­se del ca­pi­tán, vie­ne acom­pa­ña­do de gran­des cam­bios y pro­me­sas de cam­bios, pa­ra ade­cuar al con­jun­to, al mo­de­lo que pre­ten­de el nue­vo DT.  Pa­ra im­ple­men­tar­los ar­ma­ron un gran pa­que­te, den­tro del cual me­tie­ron al Ejér­ci­to. Y lo en­vol­vie­ron con un pa­pel usa­do y un po­co res­que­bra­ja­do, al que sue­len lla­mar in­te­li­gen­cia mi­li­tar.  Pe­ro da­do el ac­tual es­ta­do de co­sas, y has­ta nue­vo avi­so, nos de­cla­ra­mos ag­nós­ti­cos, acer­ca de que tal es­pe­cie pue­da exis­tir.
 
Es cier­to que el in­quie­tan­te pro­yec­to Mi­la­ni, no es ori­gi­nal, an­tes hu­bo mi­li­ta­res, que ac­tua­ron en com­po­nen­das y “arre­glos” y al­ca­hue­te­rías in­vo­lu­crán­do­se a fon­do con otros po­pu­lis­mos to­ta­li­ta­rios, re­cor­da­mos los ca­sos de Car­ca­ño - Bal­za - Ben­di­ni - Ce­sio - en­tre una lis­ta se­gu­ra­men­te más am­plia de per­so­na­jes y tor­pe­zas.
 
Des­de otro án­gu­lo, es di­fí­cil si­quie­ra ima­gi­nar que, con la rús­ti­ca in­ge­nie­ría de in­cor­po­rar vein­te —o cien— Ham­mer, y el cue­llo Mao en los nue­vos uni­for­mes, es po­si­ble re­ha­cer a un ejér­ci­to sór­di­da­men­te aban­do­na­do. Pe­ro no es es­to lo que pre­ten­de Mi­la­ni y por eso di­ce: “Pe­ro fun­da­men­tal­men­te vol­ve­re­mos a ser una ins­ti­tu­ción pro­ta­go­nis­ta y com­pro­me­ti­da con un pro­yec­to na­cio­nal”.
 
Co­mo es­tá ha­blan­do aquí y aho­ra, y lo ra­ti­fi­ca el ine­fa­ble Ros­si, a pe­di­do de Cris, quién du­da­ría de que van en una úni­ca di­rec­ción, in­vo­lu­crar al Ejér­ci­to en el plan anár­qui­co y de­vas­ta­dor del kirch­ne­ris­mo.
 
Es cier­to que to­da­vía que­da un po­co de pla­ta, pa­ra los gran­des pro­yec­tos na­cio­na­les y po­pu­la­res, co­mo la cons­truc­ción del nue­vo ho­tel de Cris, pe­ro tan­to el po­der, aun­que sea re­ta­zos, co­mo la fa­ma, aun­que es pu­ro cuen­to, sue­len atraer fuer­te a los hom­bres, pe­ro ade­más y en el fon­do, cier­tos per­so­na­jes, sue­ñan con ser los gue­rre­ros que lle­gan al res­ca­te de la rei­na y aún es pro­ba­ble que los ha­yan per­sua­di­do de que su des­ti­no bien se po­dría en­tre­la­zar con el de Pe­rón, —un Pe­rón que vuel­ve de la ma­no de Cé­sar— por eso a ve­ces, en las más te­ne­bro­sas fan­ta­sías, en­tre­ve­mos a un ge­ne­ral con blan­co uni­for­me, des­fi­lan­do por Li­ber­ta­dor a bor­do de un Ham­mer blan­co y acla­ma­do por Car­lot­to, Kun­kel, Za­ni­ni, Gu­llo y los de La Cám­po­ra…
 
Por otra par­te, se ha­bla mu­cho en es­tos días, acer­ca de im­pli­car a los mi­li­ta­res no so­lo con la des­truc­ción K, si­no de en­re­dar­los, en la lu­cha con­tra el nar­co­trá­fi­co. No ha­ce fal­ta un gran es­fuer­zo, pa­ra dar­se cuen­ta de que se tra­ta­ría de una ex­cu­sa po­co me­nos que ideal, pa­ra cu­brir con una apa­rien­cia más o me­nos le­gal, al es­pio­na­je in­te­rior, y tam­bién que ese ins­tru­men­to de ave­ri­gua­ción y vi­gi­lan­cia y aco­so, se­ría usa­do me­nos con­tra los nar­cos, que con­tra los ar­gen­ti­nos opues­tos a los K.
 
Si­guien­do el mis­mo ca­mi­no y pen­san­do en el po­der eco­nó­mi­co de los tra­fi­can­tes y cier­ta avi­dez de ri­que­za, que pa­re­ce­ría cam­pear en­tre al­gu­nos uni­for­ma­dos, no nos sor­pren­de­ría, en po­co tiem­po, ver­los ca­mi­nar ha­cia el la­do más os­cu­ro y más nar­co del jar­dín…
 
En­tra­mos aho­ra en nue­va eta­pa, que qui­zás sea de­ci­si­va, don­de nos to­pa­mos de fren­te con los man­dos sal­tan­do las mu­ra­llas ex­te­rio­res, ac­tuan­do en con­tra de to­do lo que ju­ra­ron de­fen­der, in­clui­da la pa­tria.  Des­de ha­ce dos mil años, así se nom­bra­ba a Ju­das, pe­ro co­mo hu­bo otro Ju­das, mi­se­ri­cor­dio­so y san­to, pre­fe­ri­mos de­cir trai­dor a se­cas. Y no hay que acla­rar que és­tos sa­lie­ron de las mis­mas fi­las, por­que co­mo di­ce Ches­ter­ton a los trai­do­res hay que bus­car­los en­tre los que co­men en el mis­mo pla­to, si no nun­ca po­drían ser trai­do­res.
 
Ha­ce unos años, con­ver­sá­ba­mos con ami­gos so­bre el pa­no­ra­ma que pa­re­cía apro­xi­mar­se, la re­crea­ción en el país del ejér­ci­to cha­vis­ta, es de­cir las fuer­zas ar­ma­das K, al ser­vi­cio me­nos de la pa­tria, que de Cris y su ban­da de sa­quea­do­res, pe­ro es jus­to de­cir que no sos­pe­chá­ba­mos que lle­ga­rían a tan­to.
 
Hoy nos en­con­tra­mos con un ejér­ci­to ago­ni­zan­te, es­cru­pu­lo­sa­men­te des­mi­li­ta­ri­za­do, pues­to, en el me­jor de los ca­sos, a cons­truir ca­sas o al­go pa­re­ci­do (no sa­be­mos si con­ta­rán con la ayu­da de Scho­klen­der) y que con el tiem­po no se­rán si­no un ex­tra­va­gan­te gru­po de al­ba­ñi­les uni­for­ma­dos, ar­ma­dos con bal­des y ce­men­to, con­tra­ta­dos por la Fun­da­ción Ma­dres.
 
Sos­pe­cha­mos que los co­ro­ne­les y ge­ne­ra­les as­cen­di­dos, se­rán rea­gru­pa­dos den­tro de las ar­mas re­cién crea­das, pa­ra res­pon­der a las ne­ce­si­da­des del mo­de­lo, ha­brá por ejem­plo ge­ne­ra­les de al­ca­hue­te­ría mo­to­ri­za­da, o ar­ti­lle­ro vo­yeur, o el ar­ma de in­fan­te pa­pa­raz­zi, etc., etc. A fin de dis­tin­guir­los de los an­ti­guos ge­ne­ra­les de la na­ción, no de­ja­ría de te­ner cier­ta equi­dad, que los co­no­cié­ra­mos co­mo los Ge­ne­ra­les K.
 
La dis­tin­ción en­tre am­bos gru­pos, se­ría una ven­ta­ja con­tra las cre­cien­tes per­ple­ji­da­des en que nos en­con­tra­mos, por ejem­plo, la que ocu­rrió du­ran­te el ac­to de en­tre­ga de las má­xi­mas in­sig­nias K. Efec­ti­va­men­te, pa­ra al­gu­nos de los es­pec­ta­do­res, la ce­re­mo­nia re­sul­tó ex­tra­ña y has­ta con­tra­dic­to­ria, por­que sin du­da se tra­ta­ba de un as­cen­so, del má­xi­mo as­cen­so, y sin em­bar­go, hu­bo quie­nes lo vie­ron co­mo una de­gra­da­ción.
 
Abru­ma­dos por una nie­bla os­cu­ra, ener­va­dos por se­me­jan­te des­plie­gue de irra­cio­na­li­dad, so­lía­mos pen­sar en des­qui­cio, en mo­no­ma­nía, en lo­cu­ra, pe­ro los acon­te­ci­mien­tos, que van en sen­ti­do con­tra­rio, con­sien­ten que nos ale­je­mos com­ple­ta­men­te de esa po­si­bi­li­dad.  Y en­ton­ces ¿an­te qué es­ta­mos?
 
La res­pues­ta ya es­tá enun­cia­da en la re­fle­xi­va sos­pe­cha de Ste­ven­son. Pe­ro que­da cla­ro que no, es­to no pue­de ser lo­cu­ra.
 
 
Miguel De Lorenzo
 

jueves, 7 de agosto de 2014

Actualidad nacional

LA DEMOCRACIA Y TRES PUÑALES MORTALES
  
  
A pro­pó­si­to del ani­ver­sa­rio nú­me­ro trein­ta de la de­mo­cra­cia creí­mos con­ve­nien­te traer a co­la­ción al­gu­nas es­ta­dís­ti­cas de in­te­rés en re­la­ción con la po­bre­za, las de­si­gual­da­des so­cia­les, la co­rrup­ción ins­ti­tu­cio­nal y el ca­da vez ma­yor mer­ca­deo de su­fra­gios.

Pri­mer Pu­ñal: Con la de­mo­cra­cia cre­cie­ron el ham­bre y las de­si­gual­da­des so­cia­les

Co­men­ce­mos ci­tan­do un mi­nu­cio­so in­for­me es­ta­dís­ti­co en re­la­ción con los ín­di­ces de po­bre­za e in­di­gen­cia de ni­ños y ado­les­cen­tes me­no­res de die­cio­cho años y con la mor­ta­li­dad in­fan­til del pe­río­do 1991-2001.
 
Lo par­ti­cu­lar­men­te in­te­re­san­te aquí re­si­de en la pro­ce­den­cia de la in­for­ma­ción que a con­ti­nua­ción trans­cri­bi­re­mos: el INA­DI y el Mi­nis­te­rio de Derechos Humanos y de Jus­ti­cia de la Na­ción, en­tre otros.(1)
 
¿Qué di­cen las fuen­tes re­cién men­ta­das? En el ca­pí­tu­lo III, re­fi­rién­do­se a las con­di­cio­nes de los Ins­ti­tu­tos de Me­no­res, se lee: “los re­cin­tos es­tán su­per­po­bla­dos, las cel­das son pe­que­ñas y hay ha­ci­na­mien­to”. “Los más chi­cos, que pue­den te­ner has­ta ocho años, com­par­ten el re­cin­to con ma­yo­res. El mo­bi­lia­rio, cuan­do lo hay, es de­plo­ra­ble, las fra­za­das in­su­fi­cien­tes. Mu­chas ve­ces no hay su­fi­cien­te luz ni ven­ti­la­ción. Los sa­ni­ta­rios son in­mun­dos y no hay agua ca­lien­te. La co­mi­da in­su­fi­cien­te y a ve­ces no sa­can a los jó­ve­nes a los pa­tios a ha­cer ejer­ci­cio y to­mar sol. No re­ci­ben ser­vi­cios edu­ca­ti­vos y po­ca aten­ción mé­di­ca o asis­ten­cia psi­co­ló­gi­ca ca­si nu­la”.(2)
 
En el apar­ta­do del mis­mo ca­pí­tu­lo re­fe­ren­te a Ni­ñez y Po­bre­za, di­ce: “El con­jun­to de la po­bla­ción in­fan­til ha su­fri­do di­rec­ta o in­di­rec­ta­men­te las con­se­cuen­cias de los pro­ce­sos de va­cia­mien­to pro­duc­ti­vo, con­cen­tra­ción de la ri­que­za, pre­ca­ri­za­ción la­bo­ral y de­so­cu­pa­ción […].
 
“La En­cues­ta Per­ma­nen­te de Ho­ga­res del IN­DEC se­ña­la que en oc­tu­bre del 2001 un 70% de ni­ños y ado­les­cen­tes es­ta­ba afec­ta­do por con­di­cio­nes de ha­ci­na­mien­to crí­ti­co […].
 
“En­tre 1991 y 2001 el por­cen­ta­je de per­so­nas me­no­res de 18 años ba­jo la línea de po­bre­za au­men­tó un 72,8%, mien­tras que el por­cen­ta­je de indigentes se cua­dri­pli­có (+322%)”. 
Otras fuen­tes in­di­can que, en nues­tro país, el 60% de los me­no­res de 18 años y el 53,1 de los me­no­res de quin­ce son po­bres. So­bre 2.800.000 ni­ños, 1.486.000 vi­ven en fa­mi­lias que no pue­den com­prar una ca­nas­ta de ali­men­tos y ser­vi­cios bá­si­cos, y re­sul­tan preo­cu­pan­tes los ni­ve­les de de­ser­ción es­co­lar y la fal­ta de con­ten­ción fa­mi­liar.(3)
 
En cuan­to a la mor­ta­li­dad in­fan­til, el in­for­me re­co­no­ce que fue descendiendo des­de los años ‘70 y au­men­tan­do pro­gre­si­va­men­te a me­dia­dos de los ‘80, lo­gran­do su cús­pi­de en 1999, don­de au­men­ta­ron drás­ti­ca­men­te (ca­sos Formo­sa, Tu­cu­mán). Lo mis­mo se es­pe­ci­fi­ca en cuan­to al tra­ba­jo infan­til y la ex­plo­ta­ción se­xual de ni­ños, ni­ñas y ado­les­cen­tes y al trá­fi­co de menores.(4)
 
A con­fe­sión de par­te…
 
La si­tua­ción cier­ta­men­te no va­rió de­ma­sia­do en años pos­te­rio­res has­ta la actua­li­dad.  En el 2012 el Ob­ser­va­to­rio de la Deu­da So­cial Ar­gen­ti­na de la UCA —en­ti­dad hoy ple­na­men­te iden­ti­fi­ca­da con la de­mo­cra­cia— ci­fra­ba en ca­si on­ce mi­llo­nes la can­ti­dad de po­bres en Ar­gen­ti­na;(5) o sea, ca­si un 30% de la po­bla­ción.
 
Segundo Pu­ñal: La corrupción in crescendo 
Se­gún in­for­ma­ba el dia­rio “La Na­ción” el pa­sa­do 3 de di­ciem­bre de 2013, la Ar­gen­ti­na con­ti­núa ca­yen­do en pi­ca­da en el Ín­di­ce de Per­cep­ción de la Co­rrup­ción (IPC), ubi­cán­do­se aho­ra en el pues­to ciento seis de en­tre las ciento setenta y siete na­cio­nes au­di­ta­das,(6) ob­te­nien­do treinta y cuatro pun­tos en una es­ca­la de cero a cien, com­par­tien­do es­ca­la­fón con paí­ses co­mo Ni­ge­ria, Ga­bón, Tai­lan­dia, Etio­pia, Tan­za­nia, Bo­li­via y Mé­xi­co.
 
De acuer­do al úl­ti­mo re­por­te del Fo­ro Eco­nó­mi­co Mun­dial, en el ru­bro ins­ti­tu­cio­nal, la Ar­gen­ti­na se ubi­có 143 de 148 na­cio­nes y ob­tu­vo “una de las más ba­jas pun­tua­cio­nes en té­rmi­nos de co­rrup­ción” (se­gu­ra­men­te con to­pe­mos aquí con un nue­vo re­cord his­tó­ri­co de nues­tra va­na­glo­ria­da de­mo­cra­cia).  En­tre otros re­tro­ce­sos re­la­cio­na­dos re­gis­tra­dos, en el ru­bro ti­tu­la­do “Fa­vo­ri­tis­mo en las de­ci­sio­nes del go­bier­no”, la Ar­gen­ti­na se ubi­ca en el pues­to 143 de 148.(7)
 
No obs­tan­te, es­tos nú­me­ros no son más que in­di­ca­ti­vos ra­ti­fi­ca­do­res de lo que la so­cie­dad to­da sa­be y te­me.  En uno de los tan­tos son­deos y en­cues­tas rea­li­za­dos a la ciu­da­da­nía en el mar­co de las elec­cio­nes del 2011, en re­fe­ren­cia a los pro­ble­mas a so­lu­cio­nar por el go­bier­no, un 23% se­ña­la­ba a la co­rrup­ción co­mo su má­xi­ma preo­cu­pa­ción; só­lo por de­ba­jo de la in­se­gu­ri­dad, con un 36%.(8)
 
En ju­nio del 2013, en vís­pe­ras de las PA­SO, la co­rrup­ción tre­pó al pri­mer lugar con un 35%.(9)
 
Tercer Pu­ñal: Tu voto no hace diferencia 
La mer­can­ti­li­za­ción de los su­fra­gios se ha in­cre­men­ta­do con el pa­sar de las dé­ca­das lle­gan­do a pi­cos alar­man­tes en la ac­tua­li­dad.  La ven­ta de vo­tos, rea­li­za­da y su­per­vi­sa­da mi­nu­cio­sa­men­te por pun­te­ros de dis­tin­to sig­no po­lí­ti­co, se ha con­ver­ti­do en una in­dus­tria ca­da vez más re­di­tua­ble.  No de­ci­mos na­da nue­vo ni es al­go que re­quie­ra ma­yo­res com­pro­ba­cio­nes, pues to­do se ha­ce de­sem­bo­za­da­men­te a la vis­ta de to­dos, co­mo cuan­do so­mos tes­ti­gos en tiem­pos elec­to­ra­les del sin­nú­me­ro de ab­yec­tos pun­te­ros po­lí­ti­cos —dis­fra­za­dos de asis­ten­tes so­cia­les— tras­la­dan­do en ha­ci­na­dos fur­go­nes a per­so­nas de sec­to­res mar­gi­na­les a las ur­nas y/o mo­vi­li­zán­do­los ma­si­va­men­te a ac­tos po­lí­ti­cos que les son to­tal­men­te aje­nos y de los que na­da en­tien­den ni quie­ren sa­ber.  Lo que otro­ra era un se­cre­to a vo­ces es hoy una rea­li­dad que na­die se atre­ve a dis­cu­tir.
 
En un es­cla­re­ce­dor es­tu­dio ti­tu­la­do “La Com­pra de Vo­tos en Ar­gen­ti­na”,(10) don­de se ana­li­za la di­men­sión que ha alcanzado el clien­te­lis­mo po­lí­ti­co en Ar­gen­ti­na y la com­pra de su­fra­gios por me­dio de dis­tin­tas ar­gu­cias y me­ca­nis­mos, se in­for­ma que un 35% de los vo­tan­tes ad­mi­tie­ron ha­ber re­ci­bi­do be­ne­fi­cios de cier­tos par­ti­dos po­lí­ti­cos (pe­ro­nis­tas en su ma­yo­ría) du­ran­te el trans­cur­so de dis­tin­tas cam­pa­ñas, es­ta­ble­cién­do­se fe­ha­cien­te­men­te tam­bién que los sec­to­res po­bres, mar­gi­na­les, fue­ron y son los prin­ci­pa­les blan­cos de es­te clien­te­lis­mo: los ar­gen­ti­nos po­bres (30% de la po­bla­ción), en su­ma, por me­dio de la ex­tor­sión, ter­mi­nan sien­do clien­tes po­lí­ti­cos.
 
Si a to­do es­to le su­ma­mos el frau­de elec­to­ral ca­da vez más agu­di­za­do y las irri­so­rias op­cio­nes que nos im­po­nen (op­tar en­tre Freddy Krue­ger y Jack el Destripador no es ele­gir) en­ton­ces que­da cla­ro que tu vo­to, mu­chas ve­ces, no pa­sa de ser una in­ten­ción de de­seo; que­da es­tan­co y re­za­ga­do en la in­ter­mi­na­ble ma­rea del lo­do clien­te­lis­ta.
 
Trein­ta años de co­rrup­ción y ham­bre.  Na­da que fes­te­jar.
 
Cristián Rodrigo Iturralde
 
Notas:
1.  Cfr. htt­p://i­na­di­.go­b.a­r/u­ploads­/pu­bli­ca­cio­ne­s_i­na­di­/va­rios­/plan­na­cio­nal.pdf
2.  “Ha­cia un Plan con­tra la dis­cri­mi­na­ción.  La Dis­cri­mi­na­ción en la Ar­gen­ti­na.  Diag­nós­ti­co y pro­pues­tas, Al­to Co­mi­sio­na­do de las Na­cio­nes Uni­das pa­ra los De­re­chos Hu­ma­nos.  Pro­gra­ma de las Na­cio­nes Uni­das pa­ra el De­sa­rro­llo”.  Pro­yec­to ARG/02/024.  Ca­pí­tu­lo III, Diag­nós­ti­co y Áreas de aná­li­sis, pág. 83.  Con­sul­tar el in­for­me pa­ra ma­yo­res re­fe­ren­cias y fuen­tes pro­ba­to­rias de lo asen­ta­do.
3.  Ídem, págs. 84-85
4.  Ídem, pág. 86
5.  La Na­ción, 20 de ju­lio de 2012.  Cfr. http://www­.la­na­cion­.co­m.ar/1491924-hay-108-mi­llo­nes-de-po­bres-cin­co-ve­ces-mas-que-lo-que-di­ce-el-in­dec
6.  “La Na­ción”, 3 de di­ciem­bre de 2013.  Cfr. http://www­.la­na­cion­.co­m.ar/1644091-la-ar­gen­ti­na-ca­yo-en-el-in­di­ce-de-per­cep­cion-de-la-co­rrup­cion
7.  Ur­gen­te24, 27 de di­ciem­bre de 2013.  Cfr. http://ww­w.ur­gen­te­24.com/220875-in­fla­cion-tra­bas-y-co­rrup­cion-los-pro­ble­mas-de-una-ar­gen­ti­na-me­nos-com­pe­ti­ti­va.
8.  Elec­cio­nes Ar­gen­ti­na, 13 de ju­lio de 2011.  Cfr. http://ww­w.ar­gen­ti­nae­lec­cio­nes­.com­/no­ti­cia-en­cues­ta-prin­ci­pal-pro­ble­ma-pais-1046.html
9.  Con­sul­to­ra Blog.  Ceis.  Cfr. http://www­.ceis­con­sul­to­ra­.co­m.ar/
10.  Va­le­ria Bru­so y Mar­ce­lo Na­za­re­no: “La Com­pra de Vo­tos en Ar­gen­ti­na”.  Tra­ba­jo pre­sen­ta­do en el Sexto Con­gre­so Na­cio­nal de Cien­cia Po­lí­ti­ca de la So­cie­dad Ar­gen­ti­na de Aná­li­sis Po­lí­ti­co, del 5 al 8 de no­viem­bre de 2003.  Pa­ra el tra­ba­jo con­ta­ron con la co­la­bo­ra­ción de la Uni­ver­si­dad Nacional de Vi­lla Ma­ría, la Universidad Nacional de Cór­do­ba y la Universidad Ca­tó­li­ca de Cór­do­ba, ba­jo la su­per­vi­sión de Su­san Stro­kes, de la Uni­ver­si­dad de Chi­ca­go.  Con­sul­tar com­ple­to en http://www­.saa­p.or­g.a­r/esp­/docs-con­gre­sos­/con­gre­sos-saap­/VI/a­reas­/06/brus­co-na­za­re­no.pdf
 

domingo, 3 de agosto de 2014

Editorial del número 108


SIMPLEMENTE MAFIOSOS
 
 
Desde distintas tribunas opositoras se escucha con frecuencia acusar al gobierno de nacionalista.  Habiendo acrecido últimamente la cantidad de esas voces acusadoras,con ocasión de los fervores oficiales suscitados por un campeonato futbolístico mundial y por el conflicto con los llamados fondos-buitres.  Para quienes así razonan, todo tremolar de banderas patrias es una amenaza, y toda expresión de defensa soberana una asechanza al destino globalista.  Aunque el pabellón tome la forma de una camiseta sudorosa y la soberanía protegida se reduzca al grito procaz de una delincuente enajenada.
 
Lo peor late en el fondo de este criterio.  Quienes lo pregonan y practican —confundiendo gavilla gubernamental de turno con la nación eterna que definiera Maurras— encuentran un insolente regocijo en los sucesivos atropellos y vapuleos a los que se ve sometida la Argentina.  Y siguen con alborozo cada rendición que nos es infligida desde las centrales extranjeras de la usura, sin distinguir entre las bofetadas que bien merece el hato de depravados kirchneristas, y la patria golpeada en el fondo de su honor.  No diferencian el trigo de la cizaña, y con tal de ver segada a la última —que bien merece el exterminio— están dispuestos a aplaudir festivos el marchitar de los trigales.  Si pasó con la guerra justísima de Malvinas —prefiriendo y gozando tantos el democrático 14 de junio antes que el castrense y épico 2 de abril— porqué no habría de pasar ahora.
 
Da espanto pensar que gobiernan quienes aplaudieron la humillación argentina en el Atlántico Sur por odio al gobierno militar de entonces.  El mismo y atroz espanto que causan ahora los que tributan palmas a cada morisqueta de Griesa o a cada compadreada de Paul Singer.  Tan cipayos son los unos como los otros.  Tanto como lo fueron los unitarios decimonónicos, cuando se plegaban a los invasores, creyendo que entonces se sacaban de encima a la pesadilla.  Y la pesadilla, primero,los tenía a ellos por protagonistas.

Las cosas claras, por favor.  El kirchnerismo —uno de los tantos y multiformes detritus del peronismo— no tiene en sus entrañas componente nacionalista alguno.  En sus representantes y en sus actos son liberales y son marxistas, amorfamente mezclados.
 
Son clasistas, indigenistas y populistas incurables, preñados de odio enfermizo e indocto hacia nuestras raíces hispanocatólicas.
 
Son revolucionarios resentidos y rencorosos; y son modernos, en lo que el término denota rendir culto a la contranaturaleza, tanto en lo físico como en lo espiritual.  La contranatura de sus actos ha alcanzado incluso una repugnancia que no conoció jamás otra gestión política en nuestro suelo.
 
Sí; son los kirchneristas tanto sirvientes compulsivos del Imperialismo Internacional del Dinero como agentes activos de la contracultura progresista que, por lo mismo, no abreva siquiera en el llamado pensamiento nacional, aún con sus yerros, sino en los sumideros de las ideologías intrusas.
 
Si un demonio hubiera querido fabricar, por malas artes alquímicas, una sustancia contraria a la cristiana criollidad que define al Nacionalismo, hubiera fabricado a quienes gobiernan.  Y también, seamos justos, a quienes dicen oponérseles.
 
En una homilía pronunciada en Calabria el pasado 21 de junio, el Papa —que nos tiene dolorosamente acostumbrados a las confusiones— dijo con acierto: “La adoración del mal y el desprecio del bien común: este mal debe ser combatido, alejado, hay que decirle siempre que no.  Aquellos que en su vida han emprendido este camino del mal, los mafiosos, no están en comunión con Dios, están excomulgados”.
 
Es una pena que el Obispo de Roma sólo hable claro de vez en vez; y que respecto de los mafiosos de su patria no obre en consecuencia, excomulgándolos ejemplarmente, sino recibiéndolos entre zalamerías y congratulaciones.  Quien puede homenajear a Teodoro Hertzl en su tumba, bien puede pedir solícito que la cuiden a Cristina.  Oprobio grande asimismo que los mitrados nativos estén para perseguir a los católicos fieles y ufanarse de su afinidad con los disolutos.
 
Ya nada de esto importa demasiado.  Los tiempos se aceleran y urgen las definiciones de los sencillos hombres de bien, como antídoto a tanta logomaquia.  Nosostros, que conservamos cual única definición válida de nuestro Nacionalismo, la voluntad de querer aplicar en la patria el instaurare omnia in Christo, testimoniamos, austera pero firmemente, que seguimos encolumnados tras la Cruz.  Por eso tienen nuestras filas fragancia a mirra o a incienso y colores blanquecinos y celestes que ondulan y arbolean.  Olores y colores de sobrenatural victoria.
 
Antonio Caponnetto
 

viernes, 1 de agosto de 2014

Habemus 108


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