lunes, 19 de enero de 2015

De pluma ajena


EL PASADO OCULTO
DE KIRCHNER

Por Julio Bárbaro | Oscar Muiño | Omar Pintos

Cuando Néstor no era K: el libro que destroza la historia de Kirchner

En Lejos del bronce, Julio Bárbaro reconstruye el lado no tan conocido del ex presidente. Entrevistas a vecinos y amigos desnudan la ambición y los vínculos con la dictadura.
Estos son algunos de los testimonios de vecinos, compañeros y adversarios políticos de Néstor Kirchner en Santa Cruz con los que cuenta el libro Lejos del bronce. Estas entrevistas las realizó Omar Pintos.

Carlos Alberto Portel. Vecino de infancia de Néstor Kirchner y militante peronista de la década del 70.
A Néstor Kirchner lo conozco de toda la vida, éramos vecinos. Todos los chicos jugábamos en una canchita de barrio que estaba en Belgrano y 25 de Mayo, en Río Gallegos, y a Néstor no lo dejábamos ir porque era un boludo, el tonto del barrio. El tonto que llegó a presidente. Ya de chico, en la juventud, en la política, siempre fue un prepotente. En barra era prepotente; solo no valía nada. Sus familiares, en cambio, los tíos, las tías, eran excelentes personas.
Lo operaron muchas veces de la garganta en Santiago de Chile porque era gangoso. Cuando fue mejorando su dicción, nos pusimos todos contentos más allá de que fuéramos o no amigos. Pero cuando fue electo gobernador, se vengó de toda la gente que se había reído de él. Contra lo que debe ser la concepción de cualquier político, Néstor se tomó una revancha personal y destruyó a los que se habían burlado de su dicción defectuosa, entre quienes estuve yo.
En política nunca estuve con Néstor porque él no era peronista. Nunca fue peronista. Cuando nosotros militábamos en la JP, allá por el año ’70, ’71, él formaba parte de las regionales peronistas. Venía de La Plata a Río Gallegos, armaba despelote y se iba con un grupito de amiguitos suyos.
Tenían repercusión porque eran los “montoneritos”, pero no eran montoneros de verdad.Todos sabíamos que Kirchner vendía a los compañeros de acá. Eso que contó al asumir la presidencia en 2003, cuando dijo que lo secuestraron en La Plata, que lo tiraron en un zanjón, es todo mentira. Jamás estuvo preso, a él nunca lo tocaron. Durante la dictadura, yo estuve preso con el padrino de su hijo, Cacho Vázquez, y después me tuve que ir del país.
Néstor era informante de los militares cuando estaba en la universidad, en el ’74 o ’75, junto con otros que se decían compañeros. Hay una foto en la que está detrás de Camps, en una de las visitas del ex jefe de la Policía bonaerense a Río Gallegos. Kirchner fue estudiante destacado durante la última dictadura. Sus primeros pasos en la riqueza los dio con los militares, gracias a los remates que hizo con la financiera Finsud. Él era un tipo muy reconocido dentro del ámbito castrense por su rol de informante. Eso que dijo de los derechos humanos, de las Madres de Plaza de Mayo, fue puro cuento, marketing para la población. A Néstor le desaparecieron compañeros y él no se ocupó de buscar a esos tipos. Como abogado, no presentó ni un solo hábeas corpus. Es más, han ido compañeros a verlo y él nunca se presentó como querellante del gobierno militar. Se han acercado amigos y amigas de ellos para hacerles alguna consulta y Cristina primero les cobraba. (...)
El Frente para la Victoria (FpV) no tuvo nada de frentista: ahí el único que mandaba era Néstor. En más de una ocasión, pasé por el Hotel Comercio mientras él cenaba con otros, y cuando yo le decía que necesitaba hablar con él, Kirchner chasqueaba los dedos y les decía a Zannini y al Rudy Ulloa: “Rajen de acá, que tengo que hablar con él”. Todos salían disparados como ratitas. En el FpV no había ningún peronista de verdad.
Kirchner construyó poder en base al miedo. Su manera de hacer política siempre fue la patota. Tenía una patota muy bien armada. Y más aún cuando fue gobernador. Llegó a tener varias. Cacho Vázquez manejaba una patota, Rudy Ulloa manejaba otra; el Negro Vidal, otra; el Karateca Gómez, otra más. El lema de ellos era “por la razón o por la fuerza”, como dice el escudo chileno. La gente les tenía miedo y ellos se manejaron con la intimidación.
Aún hoy hay funcionarios que le tienen miedo al FpV, miedo a la estructura provincial, porque la patota de Néstor sigue operando. Acá, en Río Gallegos, hoy funciona una estructura de inteligencia peor que la SIDE. En las calles Maipú y Chile no van a lo ideológico sino a lo personal.
Kirchner construyó en base a la extorsión con la vida personal de los ciudadanos. Me consta porque así lo hizo conmigo. Acá hubo quienes querían mucho a Néstor porque era muy carismático, pero le tenían miedo.
El apriete a los medios, que tanto sorprendió a nivel nacional, es una vieja práctica del kirchnerismo. Néstor era intendente de Río Gallegos cuando la Gobernación me designó director de Informaciones de la provincia y me hice cargo de Canal 9. Un día, él y cuatro colaboradores suyos, junto con Rudy Ulloa, tomaron el canal sin darse cuenta de que a las 11 de la noche yo todavía estaba adentro de las instalaciones. Los metí en el despacho de la Dirección y ordené que se labraran actas en la escribanía López Donald.Néstor era muy cagón. Cuando uno le decía las cosas de frente, achicaba enseguida. Le demostré que no le estábamos haciendo una campaña en contra y a la mañana siguiente fui, actas en mano, a ver al gobernador, que me dijo que no les diera pelota. Néstor era jodido en ese tipo de cosas, por eso no me llamó la atención que quisiera manejar los medios de comunicación cuando fue presidente: siempre lo hicieron. De prepo, por la fuerza, porque nadie les ponía límites. Y yo se los puse.
Cristina es patotera como los mejores patoteros que tuvo él. A ella nadie le puso un freno nunca porque también le tenían miedo. El aparato kirchnerista está armado para eso, al estilo nazi. El gobierno más parecido a los nazis que tuvo la Argentina es éste. El kirchnerismo se maneja con el libro de Goebbels: “Miente, miente, que algo quedará”. (...)

José Luis Cárcamo. Vecino de Río Gallegos y militante peronista de la década del 80.
Yo conocí a Néstor a principios de los 80, en Río Gallegos. A su hermana Alicia, que era profesora, la había conocido en el ’79, cuando daba clases en una escuela de servicio social. En la última etapa del Proceso, ella fue subsecretaria de Acción Social, yDaniel Varizat fue subsecretario del Interior. Pero Alicia y Varizat, que en democracia sería ministro de Gobierno kirchnerista, no son los únicos funcionarios de Lupín que lo vinculan con los militares.
Hugo Muratore, ministro de Educación durante la gobernación de Lupín a partir del ’91 y también diputado provincial por el kirchnerismo, había sido en la dictadura presidente de la Comisión de Asesoramiento Legislativo (CAL). Cada decreto de ley llevaba la firma del gobernador del Proceso y debajo lo refrendaba el presidente de la CAL, con lo cual Muratore reemplazaba a la Cámara de Diputados completa. Es decir que, durante el Proceso, Lupín ya estaba armando un cerco: él tenía negociados con los militares.Siempre tuvo relación con ellos. Néstor no pidió ni un solo hábeas corpus durante la dictadura. El Rafa Flores, en cambio, presentó alrededor de cien amparos para defender a presos políticos. Es más, se estima que Lupín mandó gente presa. A diferencia de los militantes que fueron desaparecidos, como Juan Carlos Josel, y de los que tuvieron que tragarse varios años de cárcel, como César Vidal, Lupín sólo estuvo preso un par de horas y fue por borracho. Después de la dictadura, cuando él ya era intendente, se negó a recibir a las Madres de Plaza de Mayo. En el ’87, después de la asunción de Lupín, Hebe de Bonafini tuvo que hacer la conferencia de prensa en el local del Partido Obrero porque Lupín no estaba de acuerdo con ella.
Cuando Videla vino de visita a Santa Cruz, alrededor de 1977, Lupín estuvo presente en el evento que se armó. En las revistas hay fotos de ese encuentro. Los milicos estilaban agasajar a los jóvenes distinguidos de la comunidad, que en ese momento eran, entre otros, Roberto López y José “Pepe” de Dios. Lupín no era un joven distinguido pero igualmente estaba ahí acompañando al intendente Sancho, el padre del que luego sería gobernador de la provincia: Carlos Sancho. Sancho padre, que además de ser intendente del Proceso tenía varios comercios, fue el primer cliente que Lupín tuvo en su estudio.
En la entrada del estudio jurídico de Néstor, la placa sólo llevaba su apellido: “Dr. Kirchner”. Cristina nunca figuró como abogada. En el ’76, cuando Lupín se recibió en La Plata, los dos se fueron a Gallegos sin título. Y en el ’77 ella volvió a La Plata para recibirse. En esa época jamás vimos a Lupín en la militancia y Cristina tampoco era nadie en política. Un compañero dice que el Lupo estuvo en un partido de fútbol que se hizo entre santacruceños y platenses, y que a los cinco minutos lo echaron porque era una maceta. Lupín no tenía mucha vida social en Gallegos. Recién cuando fue intendente empezó a ir todas las noches a la una de la mañana a Carabela, una confitería que estaba enfrente de Mónaco, la confitería histórica de la ciudad.
A la gente de Río Gallegos no le importaban los vínculos de Lupín con el Proceso porque ése era un valor que acá no tenía mucho peso. En la repartija de los militares, Santa Cruz siempre tuvo la suerte, si se puede hablar de suerte, de caer en manos de la Fuerza Aérea, cuyos hombres eran más educados que los del Ejército. Y acá no hubo tantos atropellos como en el resto del país.
Los Kirchner siempre estuvieron ligados a la derecha. No tienen nada que ver con el progresismo que pregonaron desde la Presidencia de la Nación. Eso es sólo un relato.Lupín era el jefe de cobranzas de dos financieras.
En concreto, su trabajo era apretar a la gente. Iba y les sacaba las cosas. Y no importaba si eran pobres. Al que no pagaba la cuota de la heladera, Lupín iba y se la quitaba. El canalizaba todo eso por el estudio jurídico. Hizo un gran negocio con la 1.050 de Martínez de Hoz Con esa ley, más pagabas, más debías.
( Así, mientras los plazos fijos y las financieras se reprodujeron ferozmente, los que tomaron créditos hipotecarios durante esa época terminaron pagando tasas usurarias: el ejemplo fue la de la recordada circular 1.050 del Banco Central, que liberó las tasas de los créditos hipotecarios a la fluctuación del mercado, permitiendo a las entidades bancarias otorgar créditos a particulares sin fijar de antemano los intereses.
La circular 1050 determinó que miles de ahorristas terminaran pagando tasas siderales o que debieran entregarle sus viviendas al banco, ya que los intereses, fijados por un mercado de tasas que llegaron a mas del 100 por ciento al año, tornaba impagables los préstamos)
Comprabas una heladera y no la podías pagar. Llegaba un día que debías 10 mil mangos, entonces te pedían el embargo de tu casa. Ahí es donde aparecía Lupín. El hacía todo el operativo como empleado de la financiera, levantaba el pedido de embargo, pero iba por atrás y te ofrecía el 30% del valor de tu casa. Así se quedó con 25 propiedades durante el Proceso. Arrancó con esa actividad en el ’76 y lo hizo hasta el ’83 aproximadamente.
Así construyó el patrimonio con el que llegó a la Intendencia de Gallegos. (...)
Kirchner tenía una preparación intelectual muy básica. Pero era un tipo que iba para adelante, no le importaba nada, tenía coraje. Lo que no tenía era un discurso con contenido. De hecho, su discurso era bastante superficial.
El siempre construyó política en base al enfrentamiento. Siempre buscó al enemigo. Como hizo en la presidencia con los militares y la Iglesia; el campo le puso algún freno, y con los medios no pudo. Pero él construía en base a un enemigo, sin eso era incapaz de hacer política. Creo que eso habla de un resentimiento personal, cuyo origen está en su infancia.
El padre de Lupín era un empleado del Correo, un hombre muy trabajador que, al igual que muchos de nosotros, mandó a su hijo a estudiar a La Plata. Tenía un Citroën 3CV que después heredó Alicia. La madre era un ama de casa con un apellido de fuerte impronta en Gallegos. Pero en ninguno de los dos casos se trataba de un apellido de abolengo. Uno de los abuelos de Lupín, de apellido Valle, era prestamista.
A los hijos de Néstor y Cristina nunca los conocimos. Ellos no los llevaban a la unidad básica como sí hacíamos nosotros. Tampoco a los actos. Néstor, que estaba dedicado de lleno a la política, viajaba mucho y sólo estaba unas horas en su casa. En Gallegos, los pibes de la edad de Máximo no hablan mal de él. Ni él ni su hermana Florencia son rechazados. Los dos iban al boliche bailable del lugar. En Gallegos todos somos amigos. Mi hijo era amigo de Leo, el hijo de Lázaro Báez. Estudiaron juntos desde el jardín hasta el secundario. (...)
En 2003 los Kirchner encontraron una veta a explotar con los derechos humanos. La economía se caía y encontraron esa reivindicación para atraer a la izquierda, que es la que en los momentos de conflicto encabeza los disturbios. Pero en realidad los Kirchner y la dictadura fueron consecuentes, nunca reivindicaron nada.
En Santa Cruz los cuadros de los milicos están todos colgados, no se bajó ninguno. Ni en la gobernación ni en la Municipalidad de Río Gallegos. Él no hizo nada al respecto, ni como gobernador ni como intendente. Eso de mandar a bajar el cuadro de Videla en Buenos Aires fue una estrategia ante el conflicto económico. Una estrategia que, más allá de su perversidad, le salió bien. Y su arremetida contra la Iglesia, que venía bastante cuestionada, también le salió bien en un primer momento.
El problema es que después hubo uno de esa Iglesia que llegó a papa, y entonces ya no le salió tan bien. La relación del kirchnerismo con la Iglesia siempre fue tirante porque ellos no creen en la religión. Lupín era ateo, como la izquierda marxista. De hecho, al gran ideólogo del programa nacional y popular, Zannini, le dicen “el Chino” porque en la universidad militaba en base a los programas de la juventud maoísta.
Zannini es un intelectual, el impulsor de la re-reelección en Santa Cruz, de la ley de lemas y del diputado por municipio. Así se quedaron con la reelección indefinida, y con 22 diputados sobre un total de 24. Sin respetar a las minorías sobre las que ellos hablaban cuando no tenían tanto poder.
Puricelli se fue del PJ porque Lupín eliminó las minorías en el partido. El partido único, en el que todo se reducía a la figura de Kirchner, es lo que querían implementar a nivel nacional. Gracias a Dios, les pegaron una piña en Misiones y el plan no dio resultado. El cura Joaquín Piña salvó al país de una gran dictadura cuando frenó la reelección del gobernador misionero Carlos Rovira. Ese fue un ensayo kirchnerista para poner en el tapete la re-reelección presidencial. Algo parecido a lo que hicieron en Santa Cruz. Después vinieron las reformas de la Justicia, que no son otra cosa que articulaciones para tomar el poder y dominar. Los Kirchner y Menem son iguales: Néstor y Cristina apoyaron la privatización de YPF con Menem, y diez años después los tres apoyaron la nacionalización. Van para donde les conviene, no tienen una ideología. Hasta apoyaron el Pacto de Olivos en el ’93, y un año después, en la reforma constituyente, votaron una nueva ley de coparticipación federal que nunca cumplieron. Cuando Abdala, Chacho Alvarez y otros 7 diputados más renunciaron al bloque el menemismo, por el indultado decretado por Menem, la Dra. existosa no lo hizo , y el cagón de Kirchner, no abrió la boca, como gobernador.
Kirchner fue un facho, nunca le interesó el peronismo, sólo le importó el poder, la plata. A Cristina le interesó generar rebeldía, construía su discurso en función de esa rebeldía. Ambos construyeron poder de manera perversa. (...)
  
Nota: Transcribimos el texto que hemos encontrado. Las consideraciones sobre él quedarán a cargo de quienes lo leyeren.
  

domingo, 18 de enero de 2015

Pedagógicas


JORDÁN BRUNO GENTA

VIGENCIA DE SU MAGISTERIO
A CUARENTA AÑOS DE SU MARTIRIO

“El primer deber en un educador de vocación, es el testimonio de la verdad, la profesión de la verdad […]. Ha llegado a ser un prejuicio popular la creencia de que toda forma de autoridad y de que todo sentido de distinción atenta contra la libertad y contra el espíritu democrático de la época, al punto que quienes ejercen alguna autoridad o pertenecen a una institución jerárquica, se esfuerzan por aclarar en todo momento que son hombres de la calle, hijos de pueblo, ciudadanos comunes, a fin de que no se interprete su investidura como la amenaza de una nueva tiranía o como un privilegio de casta […].

“Las palabras se han corrompido hasta el punto de no ser más que recursos prácticos, expedientes ideológicos para la acción en el sentido marxista […]. Y son las palabras más elevadas justamente aquellas que más importan para el destino del hombre y de los pueblos, las más expuestas al equívoco, las que más se confunden en la contradicción infinita; las más manoseadas por el uso innoble. Tal, por ejemplo, la palabra libertad […].

“La libertad de los modernos liberales se manifiesta en todas las formas de negación; consiste siempre en la abstención o en el rechazo de un principio determinado, de un orden jerárquico, de una autoridad verdadera, de un compromiso inquebrantable […]. La libertad liberal se trata siempre de la sustitución de la autoridad verdadera por las falsas libertades que tiranizan al hombre, humillándolo a todos los servilismos de la pasión y el arbitrio sin medida”

Jordán Bruno Genta, “La idea y las ideologías”,
Buenos Aires, Ediciones del Restaurador, 1949, págs. 215-216

sábado, 17 de enero de 2015

Crítica literaria

  

GENTA Y EL MÁS QUERIDO
DE SUS LIBROS
 
Durante los días 15 a 17 del pasado mes de agosto, tuvo lugar un homenaje formidable a Jordán Bruno Genta y a Carlos Alberto Sacheri. Organizado en Paraná, bajo el marco ya clásico de las Jornadas de Formación Católica del Litoral, asistieron más de 650 personas, procedentes de muchos rincones de patria. Hubo exposiciones magistrales, foros con disertantes especialmente invitados, emocionantes videos recordatorios, sacerdotes y religiosos de diversas edades y procedencias, alegres fogones y los marciales sones de una notable banda, que enardeció los entusiasmados ánimos. Lo que reproducimos a continuación, bajo el título que preside esta nota, son unos breves fragmentos de la disertación del Dr. Jordán Abud. Lo hacemos, no sólo por la calidad inherente de su trabajo, sino porque el Dr. Abud, junto con el destacado Profesor Sebastián Miranda, fue de los pocos disertantes que, por razones de edad, no conocieron a los maestros mártires. No obstante —y éste es el mérito y la esperanza que queremos destacar— el discipulado está vivo y palpitante en ellos. Señal de su fidelidad y de la perpetuidad del magisterio de nuestros gloriosos caídos.
 
Vamos a presentar, brevemente, un libro de Genta, que él dedicaría a su señora, estampando al empezar su obra expresamente lo siguiente: A mi esposa, a su inapreciable colaboración, en el más querido de mis libros. No es poco, entonces, conocer, aunque más no sea someramente, el texto que, nada menos que Jordán Bruno Genta, designará como el más querido.
 
Posiblemente a las damas aquí presentes les simpatizará la hipótesis, legítima, de que tal dedicatoria fue un amoroso reconocimiento ante un libro en el que María Lilia (tal el nombre de la esposa de don Genta) tuvo una activa participación. Otra legítima opinión tal vez más afín a una intelección investigativa, una interpretación de orden —diríamos— histórico-doctrinario, podría ser que hubo otros libros preferidos y dilectos de nuestro mártir, pero por la fecha de aparición, los demás títulos en los que pensamos, vinieron después (o incluso tomaron forma de libros recién cuando sus discípulos decidieron dejar por escrito los que originalmente fueron discursos, clases o conferencias). Sea una u otra, o ambas —posiblemente—, las especulaciones contextuales de este bellísimo y señero manual de psicología, aprovecho para dedicar yo también estas reflexiones a mis padres, por quienes llevo el nombre de quien hoy recordamos, celebramos y proponemos como arquetipo.
 
El nombre de este libro es “Curso de Psicología”, y apareció por primera vez en el año 1940, editado nada menos que por Kapelusz y reeditado posteriormente en diferentes años. Lo primero que debemos decir es que el libro es un texto formativo de carácter ético. Es un libro educativo para los jóvenes. No debe asustarnos el título, pensando en un supuesto contenido encriptado o de acceso restringido, porque no es tal.
 
Es un libro de formación. Es posible conocer cómo entendía Genta al joven virtuoso, leyendo el más querido de sus libros. Hay en el texto una natural y asentada continuidad entre los principios antropológicos, las consideraciones morales y las afirmaciones de orden social o político. Todo con rigor lógico, en sólida y aquilatada armadura, pero también elevado y coronado por la luz sobrenatural de la fe. El libro va desde consideraciones metafísicas hasta la condena de las playas nudistas. De los principios generales a las consecuencias prácticas, de las causas a los efectos y de los efectos a las causas.
 
Se deduce, se descubre, detrás del texto, el corazón y el afán educativo de don Jordán Bruno Genta. Por eso decimos que es el pedagogo de lo esencial, de lo arquetípico. Genta es el pedagogo de lo permanente en el hombre.
 
Por eso, su palabra era —ya en aquel entonces de su vida, año 40— como una espada de doble filo, categórica, cortante, intransigente. Jamás eludió (usando sus propias palabras) la responsabilidad de las definiciones últimas que exigen las ciencias del hombre. Podemos decir entonces que para quien estudia o se dedica a las humanidades, y para todo aquel que no se desentendió de la cuestión educativa, el libro es un verdadero programa de estudio, una guía segura, un plan de formación. Y por lo tanto, no conviene desconocerlo.
 
El libro es en sí mismo una catedral antropológica […]. Por eso termina su prefacio advirtiendo, adelantando, que en el libro, además de responder a cada una de las preguntas de los programas oficiales… se ha procurado que cada tema encuentre una resonancia viva y perdurable en el estudiante. Es decir, se nota que ya pasaba algo parecido a lo que hoy encuentra sus últimos jalones. Como si hoy dijéramos, además de cumplir con las normativas del consejo de educación intentaremos educar al niño. O como decir en psicología: además de las materias curriculares, nos ocuparemos del alma humana […].
 
Hay en toda la psicología de Genta agonía, tensión, ascética, renuncia. En fin, hay semilla que debe morir para dar fruto. ¡Cómo contrasta con la psicología y la pedagogía moderna que tanto gusta predicar el derecho al goce!
 
La vocación —dice— es ascetismo, y nos muestra que la vida es servicio, y que hay renuncias que no significan una derrota sino una difícil victoria.
 
Un hombre libre, ejemplifica, que muere como Sócrates, se destierra como San Martín, venga agravios como Don Quijote, o colma sus vigilias de serena sabiduría como Aristóteles.
 
¡Vayamos terminando, justamente encolumnando a Jordán Bruno Genta en las filas de Sócra-tes, de San Martín, de Don Quijote y de Aristóteles!
 
Genta ha podido hacer carne en su vida y con su muerte aquello que gustaba citar del Filósofo: La verdadera libertad es preferir una acción bella y grande a una multitud de actos vulgares.
 
Qué misteriosa belleza cristiana tiene caer ensangrentado a la luz del día, por aquellos pasados y presentes enemigos de la Patria y de la Iglesia.
 
Y la protagonista del más querido de sus libros tenía una glosa (entre tantas y tan bellas) que tituló: Morir con prevista muerte. “Déjame soñar mil muertes. Y si Dios elige alguna, ¡qué lindo ha de ser morir con una prevista muerte!” Genta presentía su final.
 
Qué carta de amor para su marido, amor transido de conocimiento y de profecía, como todo verdadero corazón poético.  Genta presentía su final y lo aceptó libremente.
 
Aún quienes no lo conocimos, podemos decir, con rigor, que lo extrañamos. Por qué no, extrañamos su figura imponente y señorial, extrañamos su palabra, que en el decir de Antonio [Caponnetto] tenía el peso del acero, la altura de la estrella, la exactitud de la geometría.
 
Lo extrañamos, porque está en las entrañas del más genuino espíritu del nacionalismo católico argentino.  Y lo extrañamos sencillamente porque hemos prometido no olvidarlo.
 
A veces nos preguntamos —por ese irresistible ímpetu nostalgioso del nacionalismo católico— cómo habrá sido escuchar sus clases, oír su voz, recibir sus consejos, y tomar con él un buen vino, claro.
 
Para sanar un poco esa tristeza, para consuelo de nuestros anhelos, quiero contarles que hoy estoy al lado de su yerno Mario Caponnetto, quien además de tomar su legado, asistió a Genta el día de su asesinato, cuando agonizaba en el hospital Alvear. Situación límite y misteriosa por cierto, vivida en su oficio de yerno, de discípulo y de médico.
 
Hace un tiempo el querido Mario me contó —y misteriosa y paradójicamente este salón lleno es tal vez el ámbito propicio, familiar, de recuerdos atesorados en el alma— Mario me contó, digo, que él le sintió los últimos latidos a don Jordán, porque estuvo allí, en el lecho de su muerte, frente a los once balazos que le recorrían desde el mentón hasta el pecho. Nos podemos preguntar qué habrá sido sostener su brazo, tantas veces levantado para predicar valientemente la verdad, y sentir su último pulso. Y también me pregunto cómo habrá sido vivir en carne propia que irremediablemente se iba, que se escabullía literalmente entre las manos, la vida de un padre y de un maestro que acaba de caer por el odio del marxismo. Y no le encuentro otra respuesta que aceptar la Cruz y llevar este recuerdo en el corazón. Pero le encuentro también una segunda parte a la respuesta: nosotros so-mos hoy los responsables de mantener el pulso espiritual de la doctrina y el testimonio de Jordán Bruno Genta.
 
No serán ya los latidos físicos que el odio marxista puede interrumpir. Para desconcierto, para espanto de toda la raza de revolucionarios, serán ahora los latidos metafísicos que vencen la distancia y el tiempo.
 
Cuántas veces nos preguntamos qué podemos hacer, qué tenemos que hacer. Y el riesgo es andar errantes entre un quietismo derrotista y un activismo desaconsejable.
 
¿Qué tenemos que hacer? Recibir el legado, recibirlo a manos llenas, dejarse herir por el testimonio, en primer lugar, del primer testigo, Nuestro Señor Jesucristo. Y detrás de Él, de quienes han rubricado literalmente con su sangre, lo que predicaron con su vida y con su verbo.
 
¿Qué tenemos que hacer? Juramentarnos fidelidad, juramentarnos perseverancia. Si estamos cansados, perseguidos o diezmados, mejor todavía, brillará con más claridad que la victoria no es nuestra sino del Señor de los Ejércitos.
 
Que pasen cien años más, que disparen mil veces, que pretendan acallar desesperados el verbo vibrante de Genta, siempre será su voz tronante proclamando a los cuatro vientos que Dios no muere.

Mientras haya uno de nosotros vivos, seremos nosotros los responsables de morir por esas palabras que ya nadie pronuncia, y agregar una como divisa y como promesa: Jordán Bruno Genta: ¡presente!
 
Jordán Abud

martes, 13 de enero de 2015

El habla de nuestra tierra (II)


LAS PALABRAS
EN LA ARGENTINA
 
Vamos a ver qué pasa con las palabras en la Argentina : ciertas cosas que se llamaban de una manera, hace tiempo algunos han comenzado a llamarla de otra.
 
· Desde hace tiempo, dejar en libertad a ladrones y asesinos es considerado por ciertos abogados un acto de respeto por las garantías judiciales.
· La comisión de un delito con perjuicio de cientos de miles de personas, es designada por algunos periodistas en sus noticieros como una manifestación social.
 
En el primer caso, el delincuente termina siendo, en tanto delincuente, objeto de respeto. En el segundo caso, el delito, en tanto delito, acaba siendo considerado una manifestación. Abatir a un malviviente, en cambio, nos parece de movida algo chocante: algunos periodistas –antes de averiguar si la Policía cometió exceso o no– llamarán a este abatimiento un caso de gatillo fácil. A priori, los delincuentes son “inocentes” y las fuerzas de seguridad son “represoras”. En esa atmósfera vivimos y respiramos.
 
Un alumno –quizá nuestro sobrino, un conocido, el que sea– se lleva una materia o reprueba un examen. ¿Y qué piensa espontáneamente mucha gente? Sin conocer nada del caso, piensan: el profesor abusó de su poder. Sólo después de varios filtros, a alguno se le ocurre que, quizás, Pedrito no estudió lo suficiente. Pero, ¿cuál es la primera reacción? Para muchos, considerar al docente una suerte de represor. He aquí la palabra mágica. Nos decimos a nosotros mismos esa etiqueta y ya está: serruchamos una infinidad de posibilidades bajo la tiranía de un único caso.
 
En la Argentina de hoy y desde hace un par de años, todo lo que signifique un límite o tan siquiera una demora del asesinato de un niño en el vientre de su madre, es astutamente denominado por los grupos feministas como violencia de género. Salvar una vida prenatal se convierte en algo injustificable: vivimos en una época en que salvar la vida de un bebé es señalado por algunos como “violencia contra una mujer”.
 
Y la cosa sigue. Fijémonos:
 
· Si amo a mis hijos y por eso los corrijo cuando se equivocan… soy autoritario.
· Si admito el consumo de marihuana y, por supuesto, todas sus consecuencias sobre la conducta… soy abierto.
· Si acepto que drogarse es un derecho… soy un tipo de mente amplia.
· Si no quiero que se promocione la homosexualidad a mis hijos… soy intolerante.
· Si creo íntimamente que la sexualidad no es una construcción social… soy homofóbico.
 
Muchas de las cosas que nos pasan tienen lugar porque estamos fuera de la realidad. Y estamos fuera de la realidad porque pronunciamos palabras tramposas. Se trata de una cárcel pero no una cárcel física sino mental.
 
Nadie quiere respirar el aire carcelario ni ser un presidiario. Pero para poder respirar otro aire, no queda otro camino que decir las cosas como son. La pregunta es: ¿qué queremos? ¿Queremos ser libres? ¿O queremos seguir hablando mal y ser colonizados mentalmente? He aquí una decisión cuya responsabilidad no podemos eludir.
 
Juan Carlos Monedero (h)
 

sábado, 10 de enero de 2015

El habla de nuestra tierra


GENÉRICOS

Según la OMS, un medicamento genérico es aquel se vende bajo la denominación del principio activo que incorpora, siendo suficientemente bioequivalente a la marca original, es decir, igual en composición y forma farmacéutica y con muy parecida biodisponibilidad que aquélla.
 
Como desde hace unos años se estableció que los médicos debían extender sus recetas no con nombres de medicamentos en particular, sino con el genérico de la droga prescripta, para evitar que el paciente fuera cautivo de un laboratorio en especial, la palabra hizo fortuna y se popularizó. Ahora casi todos aprendimos, a fuerza de recetario, qué diablos es “un genérico”.
 
Sirva esto último para repreguntarnos, hablando de la palabra en sí misma: ¿qué diablos será una palabra genérica? Con pasmo se ve cómo van ganando terreno, en detrimento del lenguaje sano, liso y llano. Del castellano llano, diríamos jugando con la rima.
 
Hay palabras que, vaciadas de su contenido, saqueadas de su acepción original, liposuccionados sus significados, terminan convirtiéndose en genéricas, para uso de cualquier patán, con o sin guardapolvos. Nos recetan estos genéricos en posología abundante. Repasemos brevemente las tres más comunes.

Fascista.  Tan emocionante vocablo, con su abaratada versión (para uso popular) “fachista”, ya no equivale al seguidor y simpatizante de Don Benito, aquel hombre que a decir de Pío XI “había devuelto Jesucristo a Italia e Italia a Jesucristo”. Ahora, por esas zarandajas de la comunicación, el fascista puede serlo de derecha o de izquierda, a diestra y a siniestra de la mesa electoral. Durante el califato riojano, se escuchaba repetidamente que Menem era fascista, dicho sobre todo por los micrófonos de Radio Belgrano (“Belgrado”, en feliz término de un pícaro gordito) y la felizmente fenecida revista “Humor”. Con el tiempo, supimos que Stalin había sido fascista, al igual que Fidel Castro, Franco, Colón y Diana Conti, nombre agregado en última instancia a este listado sólo para incomodar a los anteriores personajes mencionados. Todos son fascistas, lo que equivale a decir que nadie lo fue o que por sólo hecho de nacer una persona lo es. Pregúntese entonces qué ideas defiende el fascismo, teniendo en cuenta las que profesaron los nuevos -y viejos- fachistas, y el genérico habrá cumplido su objetivo.

Progresista. La conmovedora batalla de todos los políticos por autoproclamarse “progresistas” lleva a recordar un pezzo di bravura de Álvaro Alsogaray, liberal de toda la vida, quien no podía ser sospechado de socialista. Pues bien, en un reportaje radial, el fundador de la UCeDé sostuvo que él “era más progresista que nadie”, ya que “el verdadero progreso humano es que la humanidad avance y viva mejor, lo cual sólo es posible en una sociedad liberal”. Si por un platillo de la balanza tenemos a Don Álvaro -¡lo que es la fuerza del sino!- postulándose para progre, y por el otro hay un tiroteo constante de gentes que se acusan de que los demás NO son progresistas como pretenden serlo, también podríamos pensar que será difícil encuadrar qué sea el progresismo. Genérico nuevamente eficaz, y palabra diluída.

Patria. Si “la patria es espíritu” como quería Ramiro de Maeztu, difícil será encarnarla en una sola persona, por más genial que sea. Quizás sabedores de esto, los recetadores ahora nos expiden esta fórmula en dosis mayúsculas: “la patria es el otro”, como haciéndonos pensar que todos lo son. Todos (no todas, suerte de feminismo genérico también en boga gracias a la falsa boga) serían no ya la patria sino la Patria: Kunkel, Boudou, Zannini, el supuesto Ausente del 27-O y la mismísima Gils Carbó encarnarían a la Patria, vuelta un Frankenstein espantoso. O un franKenstein, para mejor mayuscular. La cuestión es evidente: si esos otros son la patria, ¿debe defenderse esa patria? ¿Será que la patria sólo son los partisanos de La Cámpora, y no -por ejemplo- los miembros de “Radio Buitre”? Genérico que disuelve un país en un vaso de agua mineral importada de Francia.

Basta ya. Cada cual podrá -si consiente en perder unos minutos en esto- añadir más ejemplos a la lista. O bien, si quisiera darse un baño de sensatez, en dejar de incorporar estas palabras genéricas en tan subida dosis, para volver a las palabras comunes, las de antes, las de siempre: las de heri et hodie. Si rechazamos las palabras vaciadas de hoy en día -galimatías perverso, jerigonza babélica que por definición es castigo a los constructores de una torre sin Dios- podremos volver a pronunciar palabras veraces que sean eco de la Palabra. Recordemos que entre tanto vocablo infeliz, que enferma y condena, aún nos queda el recurso -a pesar de los bergoglios del mundo moderno- la posibilidad bendita de volvernos hacia Aquel que, con sólo decir una palabra, bastará para sanarnos el alma.

Álvaro M. Varela