miércoles, 16 de diciembre de 2015

Declaraciones



Cabildo:
No pedimos perdón por existir
 
Por si alguno no conoce aún la secuencia de los hechos que motivan esta nota, enunciémosla abusando del esquema. Primero: el flamante Ministerio de Seguridad a cargo de Patricia Bullrich le ofrece un puesto a Carlos Manfroni. Segundo: Verbitsky denuncia desde Página 12 algo que ya había dicho en el 2008; esto es que Manfroni fue colaborador de la revista Cabildo durante un tramo de su vida. Tercero: Charly García -indignado porque en aquellas notas de Manfroni se atacaba al rock y a su figura- le escribe una carta de protesta al titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Héctor Lombardi. Cuarto: Manfroni, que ya le había pedido disculpas a Verbitsky por su pasado nacionalista, en carta a Página 12 del 26 de marzo de 2008 (recordándole que ahora él era un respetable hombre de “la derecha liberal”, comparable con Héctor Timerman en su invertido camino de Damasco), se deshace en nuevos pedidos de perdones a García y al orbe entero, jura que lo suyo fue un pecado de juventud,un furcio existencial, una errata biográfica, un tropezón veinteañero; y renuncia a su cargo, sin asumirlo, para no perjudicar al gobierno de Freddie Macri. Todo esto sucedió en la tercera semana de este diciembre que se esfuma.
 
A la Bullrich no tenemos nada que decirle. Cuando le llegue nuestra respuesta ya habrá cambiado de monta ideológica por enésima vez. Y no tendrá siquiera el consuelo de algún romance lorquiano que cuente su infidelidad, “creyendo que era mozuela”. A Manfroni tampoco tenemos nada que decirle. Se lo ha dicho todo él. Mueren las palabras; nace la náusea. A García el Charly menos todavía. En su carta a Lombardi se ha definido como un insecto político (sic). Que hablen pues los entomólogos. Más complicado aún sería responderle a Verbitsky. ¿Con cuál de ellos dialogaríamos? ¿Con el terrorista montonero, con el empleado de la Fundación Ford, con el doble agente o con el escriba del Proceso? De los crápulas de perra vida se suele ocupar la propia rabia. Un buen día se muerden y dan los estertores finales entre espumas y convulsiones.
 
A ninguno de los envilecidos sujetos de esta saga diminuta hemos de referirnos. Cabe en cambio una brevísima reflexión. Ha llegado para muchos, con pocas excepciones, la revolución de la alegría, de la ternura, de la unidad de los opuestos y del fin de las confrontaciones. Que dentren y bailen tuitos, como en carpa de turco. Macri no le hace asco a nada: yankis, marxistas, liberales, taoístas, budistas, judíos, sodomitas, plutócratas, cipayos, agentes k y tipos de m. Es que Macri –lo dijimos antes, durante y después de su apoteosis- no es otra cosa más que un degenerado, personal y políticamente hablando. Lo dijimos incluso contra los malminoristas que cantaban su voto por el ingeniero amarillo, o que nos pedían, siquiera por una vez, que no fuéramos tan principistas.
 
Eso sí; el límite de la fiesta de proístas y cambistas es Cabildo. La marca territorial que no puede cruzarse y de la que no cabe el regreso, es la del Nacionalismo Católico. Ni siquiera para aquellos que lo han traicionado y le mendigan al mundo un minuto de su amable atención para probar cuán felones se han vuelto y cuán oportunistas saben ser.
 
Y nos alegra tanto constatarlo. Estamos tan felices de nuestra coherencia en soledad, de nuestra congruencia de décadas, de nuestra tozuda rectitud doctrinal, de nuestra lealtad empecinada a los ideales juveniles, y de nuestra perseverancia en la Verdad, con pobreza absoluta de medios y de recursos, que queremos compartir la felicidad con amigos y enemigos. Se duerme en paz sabiéndose piedra de escándalo y signo de contradicción. Esto es; tratando de cumplir con el mandato evangélico.
 
No; gracias a Dios, Cabildo no está invitado a las ternezas de los diálogos consensuantes. Ni los pide, ni los necesita, ni los recibe; y lanza hacia todo el Régimen, sin distinciones, el furor de su menosprecio y el reto de su batalla. Cabildo abomina de la democracia, la conduzcan mancos, tullidos, mujerzuelas psicópatas o danzarines apátridas.
 
Una vez más, solos e intransigentes. Por la Nación contra el caos. Porque alguien tiene que decir la Verdad. Porque seguimos repitiendo con León Degrelle: “más que nunca iré recto, sin ceder en nada; duro con mi alma, duro con mis deseos, duro con mi juventud”.
 
ANTONIO CAPONNETTO
Buenos Ares, 16 de diciembre de 2015.
 
 
Se agradece difundir

jueves, 10 de diciembre de 2015

Editorial del número 115



M.M.
 
Contrariamente a lo que algunos puedan creer, el famoso argumentum ad metum o apelación al miedo es tan viejo como el arte de la retórica. Parece que se lo aplicaron a Macri –tensando tanto la cuerda que causó hilaridad– y al final el candidato amarillo se impuso al naranja. Que es la mayor diferencia que se puede señalar entre el uno y el otro maleante.
 
Manifestado en centenares de ocasiones nuestro repudio al sistema, en general, y a los dos fulleros que competían en el último tramo de la farsa, en particular, digamos que motivos para estar aterrorizados no faltan. Señalaremos tres que, comprensiblemente, no suelen ser los que el mundo percibe. Incluyendo en ese mun-do a muchos que suponíamos que lo tenían por enemigo.
 
Para Macri la política se ha reducido a un genérico “resolver los problemas de la gente”; muletilla tanto más repetida cuanto más se la halló seductora. Sin embargo, esos problemas a los que se alude guardan todos vinculación directa con el estar, nunca con el ser. El angostamiento del bien común al logro del bienestar y del confort es evidente. La ninguna preocupación por el ordenamiento de ese bien útil al honesto subyace en todo el planteo. El resultado es una forma sutil de materialismo, que en nada repugna a las entrañas de la filosofía marxista. Todo lo contrario: congenian.
 
El segundo de los temores nunca percibidos ni enrostrados, es el liberalismo en su versión más tilinga, y por eso mismo tanto más peligrosa. No sólo del liberalismo económico, con sus sempiternas resonancias de endeudamiento, ajuste o dependencia foránea, sino de un asfixiante liberalismo intelectual y moral, que mancha cuanto toca, pero simulando pulcritud. Esfinge de tamaño espanto es la Vidal, capaz de imponer un programa universal de pornografía conservando su aspecto de nereida u ondina. La Michetti, protagonizando y secundando tropelías morales, cual si su silla ortopédica fuese el carro de Elías. O el mismísimo Mauricio, instaurando el manflorato más degenerado, mientras simula ser un hombre de familia.
 
Llamaremos tercer miedo al que nos causan los nuevos devotos del ganador. Según ellos, ahora podremos respirar un poco, siquiera temporariamente, tras el paso devastador de esa nueva y pavorosa metástasis del peronismo que dio en llamarse kirchnerismo. Quienes así razonan olvidan al menos dos cosas. Que la dignidad de un ciudadano, en una patria soberana, no puede reducirse a la de un torturado que agradece al verdugo el segundo “indoloro” que le concede entre que lo saca del potro para ponerlo bajo la picana. Y olvidan asimismo que la naturaleza del mal al que estamos sometidos sigue siendo la misma.
 
Los K fueron el delito, la cloaca, el sacrilegio, la subversión y el manicomio. Los Pro dan análoga talla. Unos se comerán las eses por brutos, otros las sacarán a destiempo por dicción de snobistas. Unos inauguraron la militancia rentada, disfrazada de mística revolucionaria. Los otros pusieron de moda la militancia del carnaval carioca o del viaje de egresados. Pimpinela o Freddie Mercury. De allí no pasan los grandes contrastes.
 
Parece ser que la famosa sigla N.N. no es otra cosa que la abreviatura de nomen nescio, nombre desconocido en latín, o del no name britano, esto es, sin nombre. Nosotros acabamos de reparar en una nueva sigla: M.M. Mauricio Macri, Más de lo Mismo. Por eso, desde el instante previo e inicial de esta nueva ruina política, nos declaramos beligerantes. Sí; nuestro sitio está afuera, al aire libre…
 
Antonio Caponnetto